Recordaba mis juegos a patadas y a pedradas; el riguroso usted a los mayores y sus coscorrones; los lutos eternos; las habitaciones comunales y las camas atiborradas de niños… Pero no recordaba la verdadera solidaridad: La del vecino con el vecino, y con el amigo, y con el forastero desconocido… Sumergida en un mundo urbanita, en una globalización que anula la personalidad, formando parte de una sociedad en la que no eres nada fuera de las cuatro paredes de tu casa había olvidado cómo era la convivencia en los pueblos pequeños, con sus dimes y sus diretes, eso es verdad, pero siempre entrañable. Y tú, Belver de los Montes, me has demostrado que aún existe esa forma de vivir en la que cada uno se siente a si mismo y sabe quién es en el seno de una colectividad que te arropa en las penas y en las alegrías… En un mundo en el que aún merece la pena vivir.
Gracias Pepe por invitarme a tu pueblo para que conociera tu vida y a tu gente. Gracias Carlos, Carmen, Manzano, Carmina, Toñín, Paco, Piedad, Pilar, Nati, Jessica, Perfe, Miguel…y tantos otros, por vuestra increíble acogida. Ha sido una ráfaga de aire fresco que jamás olvidaré.
Prefiero aquel vecindario
ResponderEliminary el dime que te diré
con sus sagrados agrarios
cosechando su café.
La secundo hoy a usted
son recuerdos de otros tiempos
y este mundo de revés
le auguro muy malos vientos.
Es nostalgia lo que siento
al mirar las diferencias
advertirse en un desierto
y ver morir la convivencia.
La vida y sus impaciencias
nos arrastran a la mar
que nos sirva de experiencia
no es tarde para empezar.
LIBBY