Anoche me desperté y mi cama estaba fría y
vacía. Como sonámbula salí de la habitación y sentí
jadeos dos puertas más allá. Me senté a
llorar en el recodo del pasillo. ¡Quién lo iba a decir!, Ramón, tan serio, tan
circunspecto. Al poco lo vi correr semidesnudo hacia nuestro dormitorio. Me
levanté, me dirigí a la habitación 235 y Mirian, la guapísima chica con la que habíamos conversado en el
hotel durante la cena, me miró asombrada.
-Nunca he tocado a una mujer -le dije y
ella me sonrió.
Su cama era cálida y acogedora.
- ¿Dónde has estado? -preguntó Ramón angustiado
cuando regresé a mi habitación..
-Fui a pedir una aspirina al conserje. Tenía
dolor de cabeza.
-Yo también tuve que ir a por un nolotil –contestó aliviado.
Al amanecer aún tenía la turbadora sensación de pecado y placer.
¡Qué sueño tan extraño!
¿Venganza?
¿Asignatura pendiente?
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