Mi tía Manuela estaba casada con Fonso.
Era un hombre de mucha labia y trato agradable. Aunque no tenía muchos estudios ni una
educación esmerada, se hizo agente comercial al acabar la guerra y le fue
tan bien
que al cabo de unos pocos años, allá por el 43, tenían una situación muy desahogada. Como en
aquellos tiempos el común de los españoles vivía de forma casi miserable se
puede decir que eran “ricos” . En realidad no se llamaba Alfonso, era una especie mote
heredado de su padre, así que en cuanto empezó
prosperar en los negocios todo el mundo lo conocía por “Don José”, su verdadero nombre.
Pero de pronto, por el año 52 o 53 , las cosas comenzaron a
cambiar. A pesar de lo mucho que
trabajaba Fonso - nunca estaba en casa,
siempre trabajando -, el dinero que
llegaba a la familia era cada día más escaso y comenzaron a pasar necesidades.
Ella quería que sus hijas tuvieran una buena educación, así que estiraba el
presupuesto hasta lo increíble, hacía de modista, de “fontanera”, de “albañila”
y todo lo que hiciera falta con tal de tener lo suficiente para llevarlas a un
buen colegio de pago.
Fonso cada vez trabajaba más y más lejos y
pasaba largas temporadas en Madrid, donde estaba la central de su empresa.
Manuela, que estaba siempre sola, lo
admiraba por los sacrificios que tenía que hacer para mantener dignamente a la
familia, eso sí cuando venía colmaba de caricias y atenciones a sus mujeres.
Pero un mes de agosto del 72 , no recibió los dinerillos que Fonso
le mandaba desde Madrid.. Ella no
se alarmó excesivamente porque ya lo había hecho en otras ocasiones. Pero lo
mismo ocurrió en septiembre, y los
ahorros de la familia no daban como para pasar otro mes “viéndolas venir”. Así
que Manuela , que no tenía costumbre de enfrentarse a situaciones fuera de las
cuatro paredes de su casa, acudió a una
de sus hijas para que le ayudara a
investigar el paradero de su marido y ver lo que había pasado.
En
muchas ocasiones he oído a mi prima contar la situación:
“En ese momento nos dimos cuenta de que mi padre era un auténtico
desconocido. En la dirección que teníamos, donde él decía que paraba
habitualmente cuando estaba en Madrid,
ni lo conocían. En la casa de
seguros, en la que creíamos que
trabajaba, hacía muchos años que no sabían
nada de él.
Buscando la forma de localizarlo se nos
ocurrió llamar a un antiguo socio y amigo de la familia que tras
evasivas, disculpas y eternos aplazamientos, al fin, viendo nuestra angustia,
nos facilitó un teléfono en el que tal vez pudieran saber de él .
Mi madre, preocupada y nerviosa
llamó de inmediato y se puso al habla una voz infantil.
-¿Quién es?
No sabía a dónde llamaba, así es que se quedó un poco confusa y preguntó
de forma tímida y titubeante:
- Por
favor ¿Estará por ahí Fonso?
- No.
Aquí no hay ningún Fonso -dijo la niña
y sin más colgó.
La situación era desesperada, no teníamos
ninguna otra pista de mi padre y de pronto nos dimos cuenta de que deberíamos preguntar por José, su nombre verdadero.
Volvimos a llamar. En esta ocasión me puse yo al teléfono, más ducha en
andar por el mundo.
-
Dígame.
-Esta
vez era una voz de señora madura.
- Por
favor, ¿está José ?
- ¿Qué José ?, supongo que pregunta por
Jose ¿ no?
No supe qué contestar, así que nos sumimos
en un silencio inquietante a la vista de
lo cual la mujer me aclara :
-
Quiero decir que si pregunta por Jose … hijo.
- Pues… ni padre ni hijo. Disculpe, vamos
a ver, pregunto por Don José Pérez Barrios
- !Ah!, bueno…, ya. Era mi marido que en
paz descanse. Murió ya va para
dos meses. Supongo que usted no
lo sabía ¿Qué es lo que quería?
Eso sí
que no me lo esperaba.
- No
nada, lo siento, supongo que no nos referimos a la misma persona porque
es por mi padre por quién yo pregunto. Perdone.
-
Bueno, pues lo siento.
Un espeso silencio se hizo dueño
de la situación hasta que colgué porque
no sabía qué decir.
Mi madre me miraba impaciente, le conté el resultado de la conversación y
ambos nos quedamos atónitas.
De pronto, nos miramos con cara de
espanto. Las dos a la vez tuvimos un presentimiento negro, !negrísimo! Tanto
trabajo y tanto viaje…Ante tan nefasto presagio nos decidimos
a volver a llamar. De nuevo me puse yo al teléfono.
-
Dígame -otra vez la voz adulta.
- Disculpe que insista de nuevo.
Me ha dicho que José Pérez
Barrios era su marido, pero ¿era realmente
su marido?, es que… perdone que lo ponga
en duda porque yo soy su hija.
La
señora, que se notaba inquieta y ofendida,
dijo de muy malos modos :
- ¡Naturalmente que soy su mujer!, bueno lo fui. Y para
más datos nos casamos el 26 julio de
1953 y tenemos cuatro hijos y …
Para que os voy a contar la que allí se armó. Después de juicios,
apelaciones, contra apelaciones y demás
cuestiones legales, mi tía y Josefa, ( así creo que se llama la otra mujer
del tío Fonso) compartieron pensión de viudedad hasta que hace cuatro años murió mi tía
Manuela
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