Olvido es mi tía por parte política. Tiene unos
sesenta años. Desde el principio nos caímos bien, fue una especie de
química inmediata. No es que nos veamos mucho, pero cuando se da esa
circunstancia las dos nos alegramos, eso se nota.
Hace unos días
coincidimos en un entierro. La encontré muy cambiada, no sé, con una nueva luz,
más joven, más alegre, con más vitalidad si cabe.
-¡Qué bien te veo
Olvido¡ ¿ Qué es de tu vida?
-Qué quieres hija,
pues sigo viviendo que no es poco.
Habla de forma pausada, mirando a los ojos,
como si esperara que, con la mirada, su interlocutor le dijera: ya te entendí
sigue.
- Desde que enviudé estoy muy atareada- añadió- ¡Claro! Antes
todo el papeleo lo llevaba Ramón, él se ocupaba de todo.
-Ya. Te sientes muy sola ¿no?
Olvido y Ramón siempre formaron un matrimonio ideal, de esos que se envidian.
-No es eso. Bueno ¡Claro que lo echo en falta!
- Sí. Erais un matrimonio muy bien avenido,
supongo que tenías las mismas ideas sobre la vida, ¿no?
- ¡Qué va! No teníamos nada que ver. Mira
cuando yo era pequeña mi casa era un desastre. Mi padre, que era minero, nunca
estaba cuando se le necesitaba y además era un inconsciente, un cantamañanas.
Mi madre era la que se preocupaba e todo: que fuéramos al colegio, que
estudiáramos, que jugáramos… Cuantas veces al volver
del colegio, a la hora de comer,
teníamos que ir a buscar a mi padre para que nos diera dinero para la compra. Si es verdad que él no se
enfadaba, nos daba lo que tenía y dos besos. Nunca nos pegó, eso sí es
cierto, que ¡a mis amigas les daban unas palizas!
En fin, que mi casa era una
auténtica anarquía y cada uno campaba por sus respetos. ¡Como mi padre era
anarquista y de la CNT!... Pues si, cuando conocí a Ramón, todo orden,
disciplina y previsión, me pareció que había conocido a Dios. Lo digo en
serio. ¡Tenía una sensación de seguridad! .
Se para y me mira francamente, luego pierde
la vista en sus recuerdos y añade:
-Es que Ramón era todo un hombre, muy serio,
eso sí, pero muy íntegro. Tenía un código de moral muy estricto: “ No hagas a
los demás lo que no quieres que te hagan a ti”
y lo seguía fielmente aunque
costara un gran esfuerzo. ¡Imagínate! Se casó conmigo que siempre viví sin orden ni control.
-Pues los inicios serían terribles.
- El
amor lo puede todo…..-cierra los ojos como para concentrarse- Al principio me reprendía todos los días
porque yo todo lo hacía mal, pero poco a poco nos fuimos acoplando.
-Y tú ¿qué? ¿Aguantabas las reprimendas?
-¡Qué cosas dices! ¡Pues
claro! Él era perfecto, nunca hacía nada
mal. ¿Qué podía hacer yo?
-¿Nunca le reprendiste tú a él porque algo
de lo que hacía no te gustara?
- Nunca. Bueno sí. Cuando Ramonín tenía, no sé,
trece o catorce años no recuerdo bien que es lo que hizo mal. El caso es
que el padre lo castigó a no salir de su
cuarto, sin comer ni nada, hasta que reflexionara sobre lo que había hecho mal y
pidiera perdón. Yo sabía que el niño no iba
pedir perdón, porque están terco como su padre, así que le dije a Ramón
que no era el castigo adecuado para el
chico, que había que darle un escarmiento, sí,
pero de otra forma.
Olvido me miró como si esperara que yo le
preguntara algo, sin duda era su forma de comprobar que estaba siguiendo su
narración con interés.
-¿Y qué pasó?
-Pues me dijo que si no me gustaba como lo
hacía él que lo hiciera yo y nunca más volvió a decirle nada al crío hiciera lo que hiciera. Es más no le
dirigió más la palabra hasta uno cuantos años después, cuando ya estaba casado y
tenía dos hijos. Ramonín vino a pedir que les avaláramos para comprar una casa.
Le dio el aval, pero antes paso un buen rato afeando la conducta de aquel
entonces.
Se calla y sonríe.
-Ahora recuerdo porque fue. El crió llegó
tarde a cenar , un cuarto de hora, y claro para Ramón las nueve eran las nueve.
¡ Cuantas reprimendas llevé yo por llegar unos minutos tarde a misa! Para salir de excursión un
domingo ponía una hora, les nueve por ejemplo y si no estabas a les nueve te
caía el pelo. Si protestabas decía que pusiera la hora yo, pera luego a esa
hora en punto había que estar.. Y ¡qué
no se te olvidara nada! Porque si en el momento de salir dabas la vuelta por
algo ni te cuento. ¡Y yo que soy tan desastre, tan despistada! Constantemente
me decía que me parecía a mi padre y no creas, eso me dolía porque lo decía en
tono despectivo y yo, a pesar de todo, siempre quise a mi padre.
-Oye Olvido, Ramón era un poco intolerante,
me parece a mí.
-Él era así. Muy buena persona pero muy estricto.
Vuelve a quedarse callada, recorre con la
mirada la entrada de la iglesia y se
ríe.
-¿Sabes una cosa? Desde que murió Ramón no
voy a misa. Nunca fui muy creyente porque en mi casa eran ateos, ¡claro, de la
cuenca y de izquierdas! Pero nunca lo
pude decir en público porque a Ramón eso le parecía muy feo. Y además como a la
hora que me da la gana. .., y voto a quien me apetece…, y digo tacos cuando
quiero…
Su mirada se ilumina y afirma
-Para decirte la verdad, tengo la sensación de que al fin acabo de
cumplir la mayoría de edad.
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