¡Qué tranquilidad dormir la siesta mientras vigila el pajarito!
martes, 29 de enero de 2013
lunes, 28 de enero de 2013
HÓRREOS Y PANERAS DE MI TIERRA
Otra preciosa "panera" de mi tierra ( una panera es un hórreo con más de cuatro pies). Como se puede ver los hórreos y paneras de Carreño están profusamente decorados con dibujos y leyendas que tienen un significado esotérico: traer la abundancia, ahuyentar al demonio y a los malos espíritus, bendecir la cosecha y el "sanmartino" (chorizos, jamones etc.) que se guardaban a salvo de ratones y otros animales, etc...
domingo, 27 de enero de 2013
EL TÍO FONSO ¡VAYA TELA!
Mi tía Manuela estaba casada con Fonso.
Era un hombre de mucha labia y trato agradable. Aunque no tenía muchos estudios ni una
educación esmerada, se hizo agente comercial al acabar la guerra y le fue
tan bien
que al cabo de unos pocos años, allá por el 43, tenían una situación muy desahogada. Como en
aquellos tiempos el común de los españoles vivía de forma casi miserable se
puede decir que eran “ricos” . En realidad no se llamaba Alfonso, era una especie mote
heredado de su padre, así que en cuanto empezó
prosperar en los negocios todo el mundo lo conocía por “Don José”, su verdadero nombre.
Pero de pronto, por el año 52 o 53 , las cosas comenzaron a
cambiar. A pesar de lo mucho que
trabajaba Fonso - nunca estaba en casa,
siempre trabajando -, el dinero que
llegaba a la familia era cada día más escaso y comenzaron a pasar necesidades.
Ella quería que sus hijas tuvieran una buena educación, así que estiraba el
presupuesto hasta lo increíble, hacía de modista, de “fontanera”, de “albañila”
y todo lo que hiciera falta con tal de tener lo suficiente para llevarlas a un
buen colegio de pago.
Fonso cada vez trabajaba más y más lejos y
pasaba largas temporadas en Madrid, donde estaba la central de su empresa.
Manuela, que estaba siempre sola, lo
admiraba por los sacrificios que tenía que hacer para mantener dignamente a la
familia, eso sí cuando venía colmaba de caricias y atenciones a sus mujeres.
Pero un mes de agosto del 72 , no recibió los dinerillos que Fonso
le mandaba desde Madrid.. Ella no
se alarmó excesivamente porque ya lo había hecho en otras ocasiones. Pero lo
mismo ocurrió en septiembre, y los
ahorros de la familia no daban como para pasar otro mes “viéndolas venir”. Así
que Manuela , que no tenía costumbre de enfrentarse a situaciones fuera de las
cuatro paredes de su casa, acudió a una
de sus hijas para que le ayudara a
investigar el paradero de su marido y ver lo que había pasado.
En
muchas ocasiones he oído a mi prima contar la situación:
“En ese momento nos dimos cuenta de que mi padre era un auténtico
desconocido. En la dirección que teníamos, donde él decía que paraba
habitualmente cuando estaba en Madrid,
ni lo conocían. En la casa de
seguros, en la que creíamos que
trabajaba, hacía muchos años que no sabían
nada de él.
Buscando la forma de localizarlo se nos
ocurrió llamar a un antiguo socio y amigo de la familia que tras
evasivas, disculpas y eternos aplazamientos, al fin, viendo nuestra angustia,
nos facilitó un teléfono en el que tal vez pudieran saber de él .
Mi madre, preocupada y nerviosa
llamó de inmediato y se puso al habla una voz infantil.
-¿Quién es?
No sabía a dónde llamaba, así es que se quedó un poco confusa y preguntó
de forma tímida y titubeante:
- Por
favor ¿Estará por ahí Fonso?
- No.
Aquí no hay ningún Fonso -dijo la niña
y sin más colgó.
La situación era desesperada, no teníamos
ninguna otra pista de mi padre y de pronto nos dimos cuenta de que deberíamos preguntar por José, su nombre verdadero.
Volvimos a llamar. En esta ocasión me puse yo al teléfono, más ducha en
andar por el mundo.
-
Dígame.
-Esta
vez era una voz de señora madura.
- Por
favor, ¿está José ?
- ¿Qué José ?, supongo que pregunta por
Jose ¿ no?
No supe qué contestar, así que nos sumimos
en un silencio inquietante a la vista de
lo cual la mujer me aclara :
-
Quiero decir que si pregunta por Jose … hijo.
- Pues… ni padre ni hijo. Disculpe, vamos
a ver, pregunto por Don José Pérez Barrios
- !Ah!, bueno…, ya. Era mi marido que en
paz descanse. Murió ya va para
dos meses. Supongo que usted no
lo sabía ¿Qué es lo que quería?
Eso sí
que no me lo esperaba.
- No
nada, lo siento, supongo que no nos referimos a la misma persona porque
es por mi padre por quién yo pregunto. Perdone.
-
Bueno, pues lo siento.
Un espeso silencio se hizo dueño
de la situación hasta que colgué porque
no sabía qué decir.
Mi madre me miraba impaciente, le conté el resultado de la conversación y
ambos nos quedamos atónitas.
De pronto, nos miramos con cara de
espanto. Las dos a la vez tuvimos un presentimiento negro, !negrísimo! Tanto
trabajo y tanto viaje…Ante tan nefasto presagio nos decidimos
a volver a llamar. De nuevo me puse yo al teléfono.
-
Dígame -otra vez la voz adulta.
- Disculpe que insista de nuevo.
Me ha dicho que José Pérez
Barrios era su marido, pero ¿era realmente
su marido?, es que… perdone que lo ponga
en duda porque yo soy su hija.
La
señora, que se notaba inquieta y ofendida,
dijo de muy malos modos :
- ¡Naturalmente que soy su mujer!, bueno lo fui. Y para
más datos nos casamos el 26 julio de
1953 y tenemos cuatro hijos y …
Para que os voy a contar la que allí se armó. Después de juicios,
apelaciones, contra apelaciones y demás
cuestiones legales, mi tía y Josefa, ( así creo que se llama la otra mujer
del tío Fonso) compartieron pensión de viudedad hasta que hace cuatro años murió mi tía
Manuela
viernes, 25 de enero de 2013
LOS COLORES DE LA NATURALEZA. Mundo submarino.
Un colorido impresionante, el mundo submarino tiene la capacidad de dejarme anonadada ¿No es increíble?
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jueves, 24 de enero de 2013
LOS COLORES DEL ALMA. Como fuegos artificales.
Tiene 66 años y es como una traca de fuegos artificiales: una explosión multicolor que dura un instante.
Fue una
niña querida, mimada y consentida: hija, nieta y sobrina única en el seno de
una familia en el que todos vivían juntos y bien avenidos. Pero no la mimaron al estilo puritano y
fariseo de la época, ella disfrutaba de una libertad poco común a su edad y, sobre todo, inusual en la España de la
posguerra.
Cumplidos los dieciocho se fue a estudiar a Francia y allí culminó el espíritu liberal en el que se había criado, una adelantada a su tiempo porque es el espíritu al que aspira la juventud moderna. Ha vivido y vive a su aire, al margen de los convencionalismos, tanto es así que se ha casado hace unos meses después de de treinta y cuatro años de noviazgo, porque ha querido, sí señor.
Cumplidos los dieciocho se fue a estudiar a Francia y allí culminó el espíritu liberal en el que se había criado, una adelantada a su tiempo porque es el espíritu al que aspira la juventud moderna. Ha vivido y vive a su aire, al margen de los convencionalismos, tanto es así que se ha casado hace unos meses después de de treinta y cuatro años de noviazgo, porque ha querido, sí señor.
Durante nuestra infancia, adolescencia y primera juventud fuimos amigas inseparables y después nuestras
vidas siguieron caminos muy distintos, pero siempre hemos estado la una para la
otra.
Es
explosiva, discute con ardor y se enfada
para siempre, aunque al minuto ya ha cedido y olvidado. Eso sí, tengo que aclarar que ella y yo jamás nos
hemos enfadado, aunque yo le haya
fallado, cosa que ha ocurrido recientemente. Por eso la quiero de forma incondicional.
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miércoles, 23 de enero de 2013
domingo, 20 de enero de 2013
QUE BONITO, ERES CANDÁS Por Jesús Sánchez Tamón
Un día llegué a ti
por la ruta pintoresca
desde lo alto admiré
tu candor y tu belleza.
Tus gentes, son muy alegres
en sus vidas cotidianas,
te entregan, todo su ser
sin pedirte a cambio nada.
Se bien, que nació en ti
la cuna de la alegría
con tus fiestas lo reflejas,
cada hora y cada día.
Tu forma de hablar, graciosa
con ¡ma pai,! por ejemplo,
Y una bandera, muy tuya,
es algo que llevas dentro.
Nunca decaigas, Candás,
ni un minuto ni un año,
y todo, el que se acerque a ti,
tiéndele alegre la mano.
viernes, 18 de enero de 2013
LA MAYORÍA DE EDAD
Olvido es mi tía por parte política. Tiene unos
sesenta años. Desde el principio nos caímos bien, fue una especie de
química inmediata. No es que nos veamos mucho, pero cuando se da esa
circunstancia las dos nos alegramos, eso se nota.
Hace unos días
coincidimos en un entierro. La encontré muy cambiada, no sé, con una nueva luz,
más joven, más alegre, con más vitalidad si cabe.
-¡Qué bien te veo
Olvido¡ ¿ Qué es de tu vida?
-Qué quieres hija,
pues sigo viviendo que no es poco.
Habla de forma pausada, mirando a los ojos,
como si esperara que, con la mirada, su interlocutor le dijera: ya te entendí
sigue.
- Desde que enviudé estoy muy atareada- añadió- ¡Claro! Antes
todo el papeleo lo llevaba Ramón, él se ocupaba de todo.
-Ya. Te sientes muy sola ¿no?
Olvido y Ramón siempre formaron un matrimonio ideal, de esos que se envidian.
-No es eso. Bueno ¡Claro que lo echo en falta!
- Sí. Erais un matrimonio muy bien avenido,
supongo que tenías las mismas ideas sobre la vida, ¿no?
- ¡Qué va! No teníamos nada que ver. Mira
cuando yo era pequeña mi casa era un desastre. Mi padre, que era minero, nunca
estaba cuando se le necesitaba y además era un inconsciente, un cantamañanas.
Mi madre era la que se preocupaba e todo: que fuéramos al colegio, que
estudiáramos, que jugáramos… Cuantas veces al volver
del colegio, a la hora de comer,
teníamos que ir a buscar a mi padre para que nos diera dinero para la compra. Si es verdad que él no se
enfadaba, nos daba lo que tenía y dos besos. Nunca nos pegó, eso sí es
cierto, que ¡a mis amigas les daban unas palizas!
En fin, que mi casa era una
auténtica anarquía y cada uno campaba por sus respetos. ¡Como mi padre era
anarquista y de la CNT!... Pues si, cuando conocí a Ramón, todo orden,
disciplina y previsión, me pareció que había conocido a Dios. Lo digo en
serio. ¡Tenía una sensación de seguridad! .
Se para y me mira francamente, luego pierde
la vista en sus recuerdos y añade:
-Es que Ramón era todo un hombre, muy serio,
eso sí, pero muy íntegro. Tenía un código de moral muy estricto: “ No hagas a
los demás lo que no quieres que te hagan a ti”
y lo seguía fielmente aunque
costara un gran esfuerzo. ¡Imagínate! Se casó conmigo que siempre viví sin orden ni control.
-Pues los inicios serían terribles.
- El
amor lo puede todo…..-cierra los ojos como para concentrarse- Al principio me reprendía todos los días
porque yo todo lo hacía mal, pero poco a poco nos fuimos acoplando.
-Y tú ¿qué? ¿Aguantabas las reprimendas?
-¡Qué cosas dices! ¡Pues
claro! Él era perfecto, nunca hacía nada
mal. ¿Qué podía hacer yo?
-¿Nunca le reprendiste tú a él porque algo
de lo que hacía no te gustara?
- Nunca. Bueno sí. Cuando Ramonín tenía, no sé,
trece o catorce años no recuerdo bien que es lo que hizo mal. El caso es
que el padre lo castigó a no salir de su
cuarto, sin comer ni nada, hasta que reflexionara sobre lo que había hecho mal y
pidiera perdón. Yo sabía que el niño no iba
pedir perdón, porque están terco como su padre, así que le dije a Ramón
que no era el castigo adecuado para el
chico, que había que darle un escarmiento, sí,
pero de otra forma.
Olvido me miró como si esperara que yo le
preguntara algo, sin duda era su forma de comprobar que estaba siguiendo su
narración con interés.
-¿Y qué pasó?
-Pues me dijo que si no me gustaba como lo
hacía él que lo hiciera yo y nunca más volvió a decirle nada al crío hiciera lo que hiciera. Es más no le
dirigió más la palabra hasta uno cuantos años después, cuando ya estaba casado y
tenía dos hijos. Ramonín vino a pedir que les avaláramos para comprar una casa.
Le dio el aval, pero antes paso un buen rato afeando la conducta de aquel
entonces.
Se calla y sonríe.
-Ahora recuerdo porque fue. El crió llegó
tarde a cenar , un cuarto de hora, y claro para Ramón las nueve eran las nueve.
¡ Cuantas reprimendas llevé yo por llegar unos minutos tarde a misa! Para salir de excursión un
domingo ponía una hora, les nueve por ejemplo y si no estabas a les nueve te
caía el pelo. Si protestabas decía que pusiera la hora yo, pera luego a esa
hora en punto había que estar.. Y ¡qué
no se te olvidara nada! Porque si en el momento de salir dabas la vuelta por
algo ni te cuento. ¡Y yo que soy tan desastre, tan despistada! Constantemente
me decía que me parecía a mi padre y no creas, eso me dolía porque lo decía en
tono despectivo y yo, a pesar de todo, siempre quise a mi padre.
-Oye Olvido, Ramón era un poco intolerante,
me parece a mí.
-Él era así. Muy buena persona pero muy estricto.
Vuelve a quedarse callada, recorre con la
mirada la entrada de la iglesia y se
ríe.
-¿Sabes una cosa? Desde que murió Ramón no
voy a misa. Nunca fui muy creyente porque en mi casa eran ateos, ¡claro, de la
cuenca y de izquierdas! Pero nunca lo
pude decir en público porque a Ramón eso le parecía muy feo. Y además como a la
hora que me da la gana. .., y voto a quien me apetece…, y digo tacos cuando
quiero…
Su mirada se ilumina y afirma
-Para decirte la verdad, tengo la sensación de que al fin acabo de
cumplir la mayoría de edad.
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jueves, 17 de enero de 2013
domingo, 6 de enero de 2013
LOS COLORES DE LA NATURALEZA. _Ciclamen
Comienza a florecer el ciclamen. Estará floreciendo todo el invierno y es la alegría del jardín en esta época del año
sábado, 5 de enero de 2013
UNA NOCHE MOVIDITA
Manuela, tiene unos increíbles ochenta y muchos años, y digo increíbles porque aún conserva la lucidez de su madurez. Es bajita, de pelo entrecano, rizado y corto. Si la ves en casa no tiene dientes y esto le da una apariencia de agradable ancianidad, esa especial belleza exenta de arreglos y pinturas que aparece cuando se ha aceptado que la juventud e incluso la madurez han desaparecido definitivamente. Para “salir” se pone la dentadura. Para ella sus dientes postizos son una cuestión cosmética, un símbolo de coquetería femenina nunca abandonada y lo cierto es que no está favorecida aunque parezca algo más joven. Con los dientes puestos adquiere una expresión como de “ dentera”, parece que se encuentra permanentemente incómoda.
Tiene unos enormes juanetes con los que ha convivido toda su vida, pero a la vejez se han convertido en un autentico martirio a la hora de ponerse unos zapatos. Así que cuando anda por casa, con unas zapatillas muy cómodas en las que ha perforado dos enormes agujeros por los que los juanetes afloran a su libre albedrío, camina de forma airosa y ágil. Pero cuando se trata de “salir” se calza unos zapatos de piel de tafilete, que le han costado una fortuna y en los que los juanetes se encuentran aprisionados y constreñidos y le obligan a caminar como si estuviera pisando huevos a la par que suspira pacientemente a cada cuatro pasos.
Vive a caballo entre Madrid y Asturias. En Asturias tiene su piso de toda la vida, pero pasa largas temporadas con su hija menor que está soltera y vive en Madrid.
Durante las
Navidades pasadas, Manuela y su hija
Elena decidieron pasar la Noche Buena con su hermana Marina y su cuñado Juan; un matrimonio sin
hijos de costumbres castrenses, que también viven en Madrid aunque a cierta
distancia, cuatro o cinco
kilómetros por lo menos.
Manuela se arregló con minuciosidad para ir a
casa de su hija mayor: fue a la peluquería, se vistió con sus mejores galas y finalmente, se puso los dientes y los
zapatos de tafilete. Una vez preparada tuvo que esperar a Elena porque la chica había ido a celebrar la fiesta
con los amigos de la oficina. Se puso un poco nerviosa, no por ella misma, en realidad
es un poco ácrata, sino porque
no quería que su yerno, que vive toque de trompeta, tuviera que esperar por ellas.
Al fin llegó Elena
y decidieron tomar el metro por ser el medio de transporte más rápido, en
especial en esas fechas. La elección no fue acertada porque el metro cerraba a las diez y la gente se aglomeraba
para coger los últimos trenes.
Manuela empezó a pensar
que los zapatos de tafilete no eran los más adecuados a la circunstancia pero no dijo nada porque
sabía que su hija le recriminaría por
habérselos puesto. Con gran sufrimiento
llegaron a la casa de Marina bien pasadas las nueve y media.
Llamaron a la
puerta, el silencio era absoluto. ¡Nada! No contestaba nadie. Manuela y Elena
se miraron sin decir nada, estupefactas. Cuando empezaban a preguntarse si tendrían que irse, se abrió la puerta sigilosamente y apareció Marina en camisón.
-¿Qué hacéis aquí a
estas horas?
-Venimos a cenar
–contestó Elena y viendo que su hermana la miraba asombrada añadió- Hoy es
Noche Buena y habíamos quedado ¿no?
-Pues sí, pero ya
hemos cenado y estamos en la cama, es muy tarde –contestó Marina con un hilo de
voz.
-¡Si no son ni las
diez! –protestó Elena.
-Sí pero habíamos
quedado a las nueve aseguró Marina.
A todo esto Manuela y Elena estaban en el
descansillo de la escalera y Marina había salido entornando la puerta de
entrada a la casa.
Se produjo un largo silencio…
-Nosotros ya estamos acostados, si queréis venís a comer mañana que es Navidad –dijo Marina como por compromiso.
-Nosotros ya estamos acostados, si queréis venís a comer mañana que es Navidad –dijo Marina como por compromiso.
-¿Qué dices! No. Nos vamos, ya hablaremos.
A Elena no le cabía
la indignación, pero no quería reñir con su hermana por no disgustar a Manuela.
-Pues hasta mañana
–dijo Marina y sin más les cerró la puerta en las narices.
Manuela no llora
nunca, pero se quedó muda.
Cogieron el ascensor
y salieron a la calle. Ya no había metro, así que comenzaron a caminar con la idea de buscar un taxi. Y caminaron y
caminaron porque tampoco había taxis. Manuela se quitó los dientes a medio
camino, pero los zapatos eran otra cuestión. Sufrió más que en los partos, más
que cuando expulsó la solitaria, fue un sufrimiento total…. Tanto
que no dijo ni palabra, ni tan siquiera fue capaz de suspirar cada
cuatro pasos.
Cuando llegaron a casa Elena sacó los embutidos y conservas que había en la cesta de navidad que le había regalado la empresa y preparó una cena improvisada. Manuela después de quitarse los zapatos y meter los pies en agua caliente con sal pudo decir:
Cuando llegaron a casa Elena sacó los embutidos y conservas que había en la cesta de navidad que le había regalado la empresa y preparó una cena improvisada. Manuela después de quitarse los zapatos y meter los pies en agua caliente con sal pudo decir:
-La culpa es de él.
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jueves, 3 de enero de 2013
ÁFRICA. Fotografía de Beatriz de la Iglesia
ELEFANTES
De ser animal me gustaria ser elefanta, chica , que van por la vida acompañadas de sus hermanas, hijas, nietas, primas, biznitas, algún nieto o biznieto, etc. Desde luego no me gustaria ser elefante, chico, que andan solos de una lado para otro y como mucho se unen a otros machos perdidos, siempre en busca de hembras que sólo los quieren para lo que los quieren, y luego fuera.
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HOMBRES Y MUJERES
EGIPTO
Los hombres y los niños vestían al estilo accidental salvo alguna excepción que siempre correspondía un hombre de cierta edad, en ningún caso un joven. Por el contrario, las mujeres, a partir de los diez o doce años vestían según las normas del Islam, y sólo unas pocas jóvenes se atrevían a salir con pantalones y sin el velo correspondiente, si bien no cubrían su rostro como las de otras zonas. Era invierno, unos veinte grados, pero es lo mismo que sea verano, la norma es inflexible... para las mujeres....
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PILARINA Y LAS LIBRETAS.
Pilar miraba su tienda con lágrimas en los ojos. Oscura, con unas estanterías de madera desangeladas, en las que aún quedaban vestigios de cajas vacías. Las antiguas básculas dormían su vetustez en la penumbra. Los ganchos de los que antaño colgaban jamones, chorizos, calderos, candiles, madreñas etc., seguían adheridos al techo, inútiles. Múltiples objetos y artilugios se distribuían entre los mostradores de madera blancos de tanta lejía y arena, aunque llenos de polvo. Unas cuantas piñas, inalteradas, permanecían en un cajón de madera.
¡Qué cosas! No hace no tanto tiempo que las mujeres venían a comprar tres huevos, todo lo más media docena. Los teníamos dentro de un cajón, amontonados y los mirábamos con una bombilla para ver si estaban bien. Luego se echaban en una cesta de aluminio plegable que traían las clientas para que no se rompieran, El café, se vendía de cincuenta en cincuenta gramos, como mucho cien, y se molía con un molinillo de “motor”, que en pocas tiendas lo tenían. Se pesaba en una bolsa de papel, que estaba muy caro, pero claro, se cobraba a precio de café. La mayonesa se vendía al peso y se echaba en un recipiente que también trían las clientas de casa, en total dos cucharadas o tres cucharadas… Todo a granel y a poquitinos. Así que para ganar un duro tenías que despachar mucha mercancía, no como ahora que todo viene empaquetado y a lo grande.
Y no teníamos horario, ni fiestas ni nada. Hoy tienes que tener la despensa llena para el domingo porque no abre nadie. En realidad estaba prohibido abrir después del horario permitido, pero nadie hacía caso. Algunas veces pasaban los municipales, los invitabas a un bocadillo de jamón y un vasin de vino y todo resuelto.
Todo el mundo pensaba que los tenderos éramos ricos, sí…, en deudas. Si me pagasen todas las libretas que tenía pendientes cuando me jubilé, tendría alguna perruca.
En una estantería de la trastienda se acumulaban una maraña de papeles entre los que se encontraban un montón de libretas. Eran unos cuadernos “ de rayas” de un tamaño aproximado a la mitad de un folio. Tenían las tapas de cartulina azul – grisaceo , mugrientas, se leía con dificultas la palabra “ cuaderno” escrita de forma diagonal y con letra cursiva. Sus páginas interiores, amarillentas y llenas de manchas de todo color e índole se podían leer, no sin cierta dificultad, fechas, números y cuentas, todo ello escrito con lápiz, una vez más nítido y en otros casos tan borroso que era imposible saber lo que ponía. A veces estaban tachadas y ponían pagado, pero todas ellas acababan en una larga lista sin tachones y algunas, al final y en números más gordos, presentaban un total que oscilaba entre las tres mil y las veinte mil pesetas.
Esta sí que tiene cara. La pobre estaba casada con un borrachin que le dio una vida de perros. Tenía cuatro hijos, tres niños y una nena y las pasó canutas. Al principio me pagaba a primeros de mes, en cuanto cobraba el marido, pero poco a poco fue alargando el pufo y estuvo dos años mandando a la niña a por fiado. Ella no daba la cara no, venía la cría que estiraba la mano con los ojos puestos en el suelo y decía: “ que dice mi mamá que lo apuntes”. ¿Qué podía hacer yo?
Yo bien sabía que iba a otro sitio a comprar con las perras en la mano y que sólo mandaba a la niña aquí cuando no tenía un duro. Pues el caso es que pasó mucho tiempo y la cría no venía. Ella enviudó y prosperó mucho, pero no asomaba por la tienda. Un día me enteré que andaba diciendo por ahí que había dejado de comprar en mi tienda porque robaba en el peso y apuntaba de más en la libreta… ¡Se me cayó el alma a los pies! Y todo para no pagar el pufo que tenía, ¡Bueno! El que tiene porque todavía está ahí.
Ahora van a las grandes superficies y sí, puedes pagar con tarjeta, pero si al mes siguiente no pagas se acabó. Decían que los tenderos éramos unos aprovechados, lo que hicimos fue ayudar a levantar un país que vivía permanentemente en crisis.
Y ya ves, hace unos cuantos años que no ganaba ni para pagar los autónomos para la jubilación, pero todo llega… Con la jubilación se cabó la tienda y los apuros.
Pilarina hacía estas reflexiones en 1994, han pasado casi veinte años y si levantara la cabeza pensaría que hoy sería muy necesario contar con esos tenderos que vendían de cien en cien gramos, fiaban… y podías contar con ellos en cualquier momento.
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