miércoles, 2 de noviembre de 2011

Dedicamos la mañana a visitar Baeza: la Plaza del Pópulo, el Ayuntamiento, la Plaza de Santa Marí¬a, la Catedral, el Palacio de Jabalquinto, la Puerta de Úbeda, la Universidad Antigua, el Palacio de los Majorada y algunas iglesias, no todas. Es una ciudad monumental. Se nota que alcanzó su máximo esplendor en el Renacimiento debido a que en aquellos tiempos producía todo lo que daba riqueza: cereales y olivares, a lo mejor hasta viñedos, que ya sería la "repera".


El día era estupendo lucía el sol y como, la verdad, a mí el arte renacentista no es que me inspire mucho, le sugerí a Carlos que pasáramos de ver Úbeda y siguiésemos camino y aceptó a la primera. Comimos en el restaurante del día anterior un bacalao bastante bueno y seguimos nuestro camino. Cogimos una carretera que unía Úbeda y Jaén, bastante maleja y, olivos, olivos y olivos ambientados con un fuerte olor a refinería de aceite. Decidimos no parar en Jaén y tomamos dirección a Granada.
Llegamos a eso de las seis. La vega de Granada era lo más verde que habíamos avistado en mucho tiempo.






















Lo primero fue buscar hotel. Antes de entrar en la ciudad vimos un hostal en medio de un hermoso y bien cuidado jardín y nos dijimos: ahí. Error, error, nunca en mi vida he pernoctado en un cuchitril semejante, miento, en otro ocasión fuimos a parar a un sitio aún peor entre Salamanca y Zamora.
Cuando nos "malinstalamos" , Carlos llamó a un compañero de trabajo que vivía en Granada, Luis me dijo que se llamaba. Quedamos en un céntrica cafetería y pronto apareció. Era un hombre bien parecido de entre cuarenta y cincuenta años, siempre sonriente. Hablaron durante unos minutos de su empresa y enseguida cayó el primer chiste. La verdad es que, con su acento andaluz, todo lo que decía tenía gracia.. Cuando llegó su mujer: preciosa, de aspecto juvenil y muy simpática, que además se llamaba Candela, un nombre que le iba muy bien, la juerga se animó y todos bebieron cumplidamente.
-Cuéntale a Viole lo del abrigo de pieles -le dijo Luis a su mujer.
-¡Hombre Luis!
-Sí. ¡Cuéntaselo!
-Vale. Para el veinticinco aniversario de boda Luis me regaló un abrigo de visón..
- ¿Aquí? Quiero decir si para usarlo en Granada -interrumpí asombrada.
-Sí. En el invierno aquí hace mucho frío. Pues eso, que me regaló el abrigo, pero aquel día estaba una temperatura estupenda, y ya sabéis, pera juguetear me puse el abrigo sin nada debajo.
-¿Sin nada de nada? -preguntó Carlos.
-Nada. Y Luis se empeñó en que bajáramos a la cafetería tal cual. Bajamos y nos sentamos en la barra. Al poco se sentó a mi lado un viejo verde que empezó a decir estupideces, seguro que él pensaba que hacía una gracia. Dale un quite, me dijo Luis. Yo me reí de la ocurrencia, y en un santiamén abrí el abrigo y lo volví a cerrar. No exagero, el hombre se puso rojo y luego verde y tuvieron que venir a buscarlo de urgencias. Nosotros en cuanto vimos el panorama nos largamos, pero no ocurrió nada irreparable porque un mes después lo vi por la cafetería, claro, no se me ocurrió entrar.
Desde luego era una pareja peculiar. Luego vinieron sus hijos, chica y chico, guapísimos y muy simpáticos. Nos fuimos a cenar a un bufet muy céntrico y luego a un tablao, bueno, no exactamente, un local donde jóvenes y viejos bailaban sevillanas y otros bailes andaluces con una gracia y una maestría increíbles. Nosotros de mirones, no podíamos hacer otra cosa. Es que para eso los andaluces son únicos y por más que hayan proliferado los sitios de ese tipo en toda España, cada cosa en su tierra.

A eso de las dos de la noche nos fuimos al "palas" de las afueras a descansar porque al día siguiente nos esperaba una buena caminata.

Dedicamos la mañana a visitar Baeza: la Plaza del Pópulo, el Ayuntamiento, la Plaza de Santa María, la Catedral, el Palacio de Jabalquinto, la Puerta de Úbeda, la Universidad Antigua, el Palacio de los Majorada y algunas iglesias, no todas. Es una ciudad monumental. Se nota que alcanzó su máximo esplendor en el Renacimiento y es de suponer que debido a que en aquellos tiempos producía todo lo que daba riqueza: cereales y olivares, a lo mejor hasta viñedos, que ya sería la "repera".



















































































El día era estupendo lucía el sol y como, la verdad, a mí el arte renacentista no es que me inspire mucho, le sugerí a Carlos que pasáramos de ver Úbeda y siguiésemos camino y aceptó a la primera. Comimos en el restaurante del día anterior un bacalao bastante bueno y seguimos nuestro camino. Cogimos una carretera que unía Úbeda y Jaén, bastante maleja y, olivos, olivos y olivos ambientados con un fuerte olor a refinería de aceite. Decidimos no parar en Jaén y tomamos dirección a Granada.












martes, 1 de noviembre de 2011

LlOS COLORES DE LA NATURALEZA. Fotografía de Blanca

Aunque el otoño va avanzando,como el tiempo anda loco, el jardín luce casi como en pleo verano. Es una delicia. Este es el aspecto de las buganvillas