lunes, 14 de diciembre de 2009

sábado, 12 de diciembre de 2009

ERNESTINA Y EL DESTAPE. Por Xana Espinosa.

Después de tantos años con este hombre, sigo sin comprenderlo. ¡Mira que lo tengo mimado!
Se empeñó en ir a vivir a Gijón porque cuando hizo la mili le pareció un sitio estupendo donde se podía prosperar. Y allí me fui. Lo que pasó es que era un sitio horrible que no me gustó nada, me encontraba muy solica, yo estaba muy enmadrada y echaba de menos la vida del pueblo. Así que, cuando vine a parir al mayor, no volví a Gijón. Allí se quedó el Pepe, pero, la verdad, y no es por criticar, siempre fue un blando, y, aunque el trabajo del campo no le gustaba nada, se vino pitando.
Y como no hacía otra cosa que quejarse de la oportunidad que habíamos perdido, le animé para que se fuera a Suiza, que los que estaban allí hacían buenos ahorros. Fue comió, cagó y volvió porque no duró ni tres meses. ¿Yo me quejé o le dije algo? Nada. ¡Siempre tuve un tacto con él! Por eso somos unos pobretacos, que, los que aguantaron, todos tienen unos chales de miedo y nosotros una casa antigua mal reparada.
Y no se lo echo en cara, no, porque en algo tenía razón: aquí vivimos muy ricamente y desde entonces no nos hemos separado nunca, sin lujos, eso sí, pero el tiempo fue pasando entre la siembra, la siega, la vendimia, la caza, la matanza y todo lo demás. Bueno, para decir la verdad, Pepe también trabajaba en la temporada de la azucarera. Todo marchaba divinamente. Porque yo me conformo con cualquier cosa y siempre le doy la razón.
Sí, hasta que vino la democracia y con ella el destape y el “libertinaje”.
El Pepe, que nunca había ido más que al bar del pueblo, empezó a ir cada poco camino de Zamora para ver un teatrillo, no recuerdo el nombre, uno de esos donde unas guarras se destapaban y lo enseñaban todo. No perdía ni una noche, estaba embobadico.
Pero eso no era lo peor, encima llegaba muy contentico y pidiendo cada cosa que no podía ser.
Pase por que viniera con ganas de “bailar”, bueno ya se comprende, , de…, aunque la verdad de Dios es que a mí eso me costaba más que apañar un costal de habas fanega a fanega. Si no fuera por las criaturas, yo nunca habría hecho tantas…, bueno eso, ya se comprende…, tantas cochinadas. Di que dura poco, ¡pero mientras dura!
La verdad es que si naces mujer, ¡tienes que tener una pacencia! Por eso me alegro de haber parido nada más que machos. ¿A que tengo razón?
Yo no soy una de esas cochinas a las que les gustan esas cosas. Yo lo consentía por lo del “débito conyugal” que así se dice, me lo dijo Don Claudio, el antiguo párroco que en paz descanse. Él dijo que tenía que consentir y lo hacía, no que tenía que gustarme. Pero lo que pretendía Pepe, ¡eso si que no!, que no está en lo del débito. ¡Hay de mi!, quería que “presentase cuerpo” como esas guarras.
Me dijo con muchos remilgos, anda Ernestina, quítate el camisón ¿Se puede creer? ¡Vete viendo! Tenía cuarenta y dos años y en mi vida había presentado cuerpo, ¡como debe ser!, y a esas alturas me vino con semejante rollo. ¡Que fuera a ver las teticas y los culicos de esas pendonas que lo que es el mío!… De esto va para veinticinco años y él sigue insistiendo, cada vez menos, eso es verdad, pero yo no he presentado cuerpo. ¡Faltaría más! ¿A qué tengo razón?

miércoles, 9 de diciembre de 2009

EL ORDENADOR: Por Xana Espinosa

Un día más y..., No hay manera, no quiere saber nada de mí. Estoy harta del solitario. Ahí viene Paco, acelerado, como siempre, tal parece que está haciendo algo muy importante y muy trabajoso…
-¡Ludy! ¿Está la comida?
-Sí.
-Pues venga, estoy muerto de hambre.
Nunca comprenderé a este hombre, treinta años en la mina currando como un cabrón y cuando lo jubilan se encierra en este terruño a trabajar y trabajar en la huerta. ¡Con la pensión que tenemos! Mira que podríamos viajar, salir, ir al teatro, a comer por ahí, lo que nos apeteciera. Y, además, está convencido que las cuatro patatas y tres alubias que saca nos son imprescindibles para sobrevivir. La verdad es que si no fuera por las visitas de los chiquillos pensaría que estamos solos en este mundo.
-Están buenísimas y eso que las judías verdes llevan congeladas casi seis meses. ¡Es que como lo de casa!
-Sí, están sabrosas
-Reina, tráeme más agua.
-Voy.
¿Por qué no sacaría yo el carnet de conducir? Este destierro me mata. Cuando vivíamos en Villablino podía salir a tomar un café con mis hermanas, pero aquí, perdidos en el fin del mundo…
-¿Queda dulce de manzana?
-Claro. Ya te lo traigo.
- Cocinando eres la mejor.
-Llevo toda la vida haciéndolo.
-Luego te lo agradeceré como tú sabes.
Se lo digo o no se lo digo…
-Oye Papá, necesitaba ir a la peluquería.
-¿Para qué? A mí me gustas más con tu pelo natural.
-Es que viene a Villablino una compañía de teatro y mi hermana Mary me ha preguntado que si me sacan entrada.
-¿Y qué le has dicho? ¡No me jodas Ludy! Yo no pienso andar con el coche de acá para allá por semejante tontería. Además, no voy a estar dos horas esperándote como un tonto sin hacer nada.
-Podrías ir a echar una partida con tus antiguos compañeros que se reúnen en el bar.
-¡Vaya diversión! Ni lo sueñes. ¡Con lo felices que somos aquí! ¿Qué necesitas andar por ahí de un lado para otro? Verás como luego lo pasas mejor que en teatros y peluquerías.
¡Lo sabía!, sabía que diría que no. ¿Para qué voy a protestar si ya sé que no sirve para nada? No me importa. ¡Anda! Duerme la siesta y déjame en paz.
-¿No vas a dormir la siesta?
-Sí.
Eso, acomódate en el sillón delante de la tele… a ver si empiezas a roncar… Bajaré un poco el televisor, si lo apago del todo se despierta. Me voy a mi rincón, desde aquí lo oigo si se levanta . ¿Por qué no me decidí? Era imposible, la vida es muy complicada. Armando es el hombre más maravilloso de este mundo, pero… ¿Y si Armando asoma otra vez por el Messenger? No lo hará, nunca pudo comprender mi negativa. ¿Cómo iba a marcharme a vivir a Méjico dejando aquí toda mi vida? ¿Qué dirían mis hijos? Claro que ellos hacen su vida, los dos viven con su novia sin más, pero no es lo mismo. ¡Vaya! Se ha puesto verde Venus. No sé si quiero hablar con ella..
-Hola Venus.
-Hola Amanda. ¿Qué es de tu vida?
-Pues como siempre. Hoy Paco me ha dicho que no me quería llevar a la peluquería ni al teatro y mira que me hace ilusión.
-Es un cafre, no sé como lo soportas.
-¿Qué puedo hacer?
-Dejarlo.
-Qué más quisiera, pero a estas edades todo es muy complicado.
-Tenías que haberte largado con Emiliano.
-Sí, tenía que haberlo hecho pero no lo hice y él ahora no quiere saber nada de mí.
- No sé. A veces me arrepiento de haberte facilitado ese contacto.
-Ni te lo plantees. Lo que pasó con Emiliano fue maravilloso… desde que lo conocí no me importa nada esta vida de mierda que llevo, espera… Te dejo porque Paco empieza a dar señales, luego hablamos, cuando se marche a la huerta.
Tengo que cerrar el Messenger, aunque la verdad éste no entiende de nada.
-No sé como puedes estar todo el día colgado a ese trasto. Menuda te hizo tu hijo trayéndolo.
- Si te decidieses a aprender, te iba a gustar mucho Es una ventana al mundo.
-¿Gustarme a mí esa inutilidad? Me voy a currar, es mucho más divertido y más sano podar los frutales y da más rendimiento.
Eso vete, y no vuelvas… voy a ver…Emiliano, mi Armando, no aparece, ya lleva así casi un mes. Voy a ver si todavía está Venus… No puede ser, de verdad es él… Sí Emiliano está verde… ¿Seré tonta?, ¿no se me saltan las lágrimas? Un momento Ludy, respira fuerte…
-¿Armando? ¿Eres tú?
-¡Hola Ludy! Sí, aquí estoy. No he podido aguantarme más. Es una tontería, a nuestra edad conformarnos con un amor platónico… pero aquí me tienes, enamorado, como siempre.

martes, 8 de diciembre de 2009

MARÍA JESÚS FERNÉNDEZ IGLESIAS : Una pintora nata.




MI PROFESORA DE PINTURA

María Jesús Fernández Iglesias es una pintora nata. Su familia afirma que en cuanto puso sostener un lápiz con las manos ya dibujaba y, cuando aún era un bebé: no había cumplido los tres años, dibujo un perrito con su cola y sus orejas.
“Lo de dibujar era una pasión. Cuando mi padre compraba medias andaba detrás de ella para que no tirara los cartones en los que venían, porque, en aquellos tiempos, en Candás al menos, casi no había materiales para pintar, ni mucho menos clases a las que pudieras ir a aprender lo más básico, todas esas cosas de las que ahora hay muchísimo”
Cuando acabó el Bachillerato tenía la intención de hacer Bellas Artes, pero había que prepararse duramente para el examen de ingreso y lo dicho, era difícil formarse, así que optó por hacer decoración.Cuando acabó comenzó a trabajar como decoradora pero nunca dejó la pintura, razón por la que siguió formándose, siempre dentro del terreno artístico en el uso de distintos materiales.
“He trabajado con casi todo tipo de materiales, a mí lo misma me da una piedra, que un lienzo, que una seda, el caso es pintar”
Comenzó con la acuarela, porque es una técnica muy fresca, muy suave, muy limpia... Pero necesitába más color, más energía…
"Me pasé al óleo y también he trabajado la seda y el vidrio, pero ahora me apetece volver a la acuarela, no en exclusiva, pero me apetece”
No se ha prodigado en exposiciones porque lo pasa muy mal, pero aún así el 1 al 15 de octubre expuso en la Capilla de San Lorenzo.
“ Pasé muchos nervios pero al fin me resultó muy positivo porque me quedé muy contenta con los resultados, tanto de público como de crítica”
Naturalmente que fui a la exposición, a mí me gusta mucho su pintura así que yo también me quedé encantada. Yo no entiendo mucho, pero es una pintura suelta, de mucho colorido, aunque es verdad que esto depende un poco de su estado de ánimo, como en el caso de la mayoría de los pintores vocacionales.
“Yo pinto mis sentimientos, eso es algo que no se puede evitar, pinto por necesidad, es una manera de expresarme, si gustan mis cuadros me quedo encantada y si no gustan yo he disfrutado de todas formas. Pero por otra parte me lo tomo como un trabajo real, pinto todos los días, porque cuando lo dejas una temporada al volver a trabajar estás desorientada”
Hace muchos años que da clases de pintura a niños, y ahora también a adultos. Yo doy clase con ella y estoy encantada porque me estimula a sacar toda mi creatividad, sin imponerme sus formas de hacer o sus gustos, ayudando sin que casi se note.
“Me gusta mucho dar clases a niños. A veces me cansan y no sé que me apetecería, pero me encantan : son tan creativos, tan receptivos, tienen la mente más clara… Con los adultos es distinto, cada uno ya tiene sus formas de hacer y sus costumbres y a veces es difícil desterrar algunos hábitos no muy convenientes”
Yo tengo la sensación de que hoy en día pinta mucha gente por afición, que cuando una se jubila o dispone de tiempo por cualquier razón es una opción para divertirse y relajarse.
“Es verdad, la gente de Candás es muy creativa y en general son muy activos para estas cosas relacionadas con el arte y la artesanía: pintura, escultura, ebanistería, cerámica…. en este momento hay muchos aficionados”
Hoy en día, vivir de la pintura es difícil porque la gente va más por lo decorativo que por lo realmente artístico: un cuadro que haga juego con el sillón y que no sea caro, y en consecuencia se compran más algo ornamental… sin firma . Tiene mérito seguir pagando un estudio y pintando varias horas al día porque no imaginamos lo costoso que es mantener el estudio, los lienzos, los materiales etc. Tanto es así que María Jesús desearía hacer algo de escultura, pero claro, se necesita mayor espacio… es su deseo pendiente.
Yo estoy encantada, espero durante toda la semana la hora de ir a clase y con ella me siento estupendamente: es mi profesora, mi amiga… Me hace la vida más agradable.

lunes, 7 de diciembre de 2009

LOS COLORES DE LA NATURALEZA: fotografía de Olaya de la Iglesia



East Ruston Old Vicarage ( Jardines de la Vicaría) Norwich . Inglaterra

viernes, 4 de diciembre de 2009

DIARIO DEL DESAMOR Y DEL AMOR: Por Xana Espinosa.

.

3 de julio

Ayer Julián me pegó.
El recorrido ha sido largo: ocho años de infidelidades y sufrimientos, y aún no puedo comprender cómo lo he soportado siendo una mujer independiente.
Sí lo sé, cuando se separaron mis padres lo pasé muy mal y no quiero eso para mis hijos.
Pero ayer me pegó, tengo mil cardenales por el cuerpo y lo que es peor, una negrura interior dolorosa e insoportable.
A estas alturas no sé si estoy o no enamorada, algo me une a Julián, algo incomprensible e irrazonable, pero no estoy segura de que sea amor. Sí sé que la decisión que he tenido que tomar lastima en lo más profundo.

28 de julio

Al fin hemos firmado los papeles de la separación ante notario y Julián se ha ido de casa, a vivir con su "socia", al menos eso es lo que él decía que era. Han alquilado un chalecito para pasar el mes de agosto con los niños.
Me siento vacía, desasosegada, triste y sobre todo estafada. La vida me ha engañado, me había prometido que si era buena esposa y buena madre todo iría bien…, ja…
Yo también tuve oportunidades de enrollarme con otros pero nunca las aproveche: la educación ursulínica que me dieron, ¡menudo timo! No quiero llorar, además ya no me quedan lágrimas, pero sigo llorando.
Tengo que superarlo. ¡Ea! Miren, tú siempre has sido una mujer fuerte… que no se diga!

15 de Agosto

Sigo destrozada, no lo puedo evitar. Lo que más me satisface, día tras día, es ponerme bien guapa para pasar por delante de la tienda de la individua, para que me vea, que estoy ahí… viva.
Este mes, que los niños están con Julán, me encuentro como en orsay, mi madre me trata muy bien, no me deja hacer nada, pero estoy desorientada.
Salgo con Adela y otras dos amigas, pero es un rollo. Consideran que están muy liberadas porque salen a tomar un café a una terraza de ocho a diez, después de salir de misa. En realidad Adela espera que su marido vuelva y no quiere hacer nada que pueda dificultarlo. ¡Está apañada!
También he salido con una amiga del hijo de Pepa. Es médica y lleva un año divorciada. Pero no me gusta su ambiente. El otro día fuimos a un paf y sus amigos me pasaron un porrillo, yo dije que no fumaba y ella me aseguró que una divorciada tenía que estar a todo.
Y Conchita, la madrileña, me invitó a salir con su amiga y tres “chicos” de cincuenta años que nos invitaban a cenar. Yo le pregunté qué era lo que los chicos pedían a cambio de la cena y ella me dijo que nada, solo divertirnos todos. No fui, yo no doy un duro por la comida y no necesito que nadie me invite.

1 de septiembre

Ya estoy en casa otra vez, es un alivio.
A los niños no les he preguntado como lo han pasado con su padre y con la individua. No quiero saberlo.
Mi vida comienza de nuevo, mis hijos le dan sentido a todo. Estoy contenta, aunque sigo pasando por delante del negocio de la susodicha, no lo puedo evitar.

9 de septiembre
La vida es maravillosa.
El viernes me llamó Pepa para decirme que su hijo deja la carrera, yo le prometí hablar con un antiguo amigo que, a lo mejor, podía colocarlo.
Esa misma tarde llamé a Diego. Me contó que se había separado hace dos años y que este mes pedía el divorcio. Quedamos para el día ocho porque él no trabajaba. Pepa y su marido nos invitaron a comer. La comida fue estupenda y a las cinco ya estábamos los dos solos. Llamé a Rita y le dije que no me esperaran a cenar, que se encargara de los pequeños.
Fuimos a pasear a la orilla del mar y, entre otras cosas, me dijo que yo siempre le había gustado muchísimo. A lo largo de la conversación hizo ademán de besarme, yo no lo rechacé, el sonido del mar me pareció maravilloso. En sus tiempos, él también me gustaba, pero no como posible ligue, porque, como tonta, estaba enamoradísima de Julián.
Luego fuimos a cenar y a bailar al “Oasis”, los dos estábamos asombrados de lo rápido que iban las cosas. A las dos o las tres de la madrugada me invitó a su apartamento y fui. Esta vez no me eché atrás, quería vengarme de tanta infidelidad. Y me vengué bien. Ja, ja….

18 de Octubre

Ahora si que estoy enamorada de verdad, soy feliz. Nada que ver con mi vida anterior. Diego es maravilloso y mis hijos lo han aceptado estupendamente. Ayer nos prometimos para siempre. Nunca había sentido esta sensación, ni de joven. ¡Soy feliz… feliz… feliz! A Julián y a la individua que los zurzan, ya ni siquiera paso por delante de su negocio…, tengo la vida por delante…

miércoles, 2 de diciembre de 2009

A SECAR A CASTILLA: Por Xana Espinosa

Cuando tenía siete años, como mi salud no era muy buena por las secuelas de la pulmonía y de las sulfamidas, mis padres me mandaron al pueblo de mi padre, a secar, porque en aquellos tiempos todo se curaba mandándote a Castilla, de la misma forma que ahora todo se cura caminando: ¿qué tienes tensión?, a caminar; ¿osteoporosis?, a caminar; ¿artrosis?, a caminar.

Yo vivía en Gijón, en la calle Corrida (la columna vertebral de la ciudad) en una casa con ascensor, calefacción, agua caliente, salón, comedor, despacho.., parqué encerado, alfombras, edredones, cuadros… Un lujazo cuando tanta gente vivía de realquiler. Mi familia estaba bien situada, así que comíamos de todo y variado a pesar del estraperlo.

Es que por entonces los españoles teníamos racionamiento: como ahora los cubanos. No recuerdo bien lo que nos daban, una cosa así como un cuarto de litro de aceite por persona para todo el mes, lentejas, garbanzos, azúcar, pan, tabaco, etc, todo en cantidades míseras y de ínfima calidad. Estos alimentos no se podían comprar en el mercado libre a no ser de estraperlo es decir, sin permiso de la autoridad y fraudulentamente, y por ello estaban carísimos.

Salimos de Gijón a las siete de la mañana y llegamos al pueblo a las ocho de la tarde, después de dos trasbordos de tren y unos cuantos kilómetros en burro. Eso de montar en el Negro, que así se llamaba el burro de mis tíos, me pareció algo excitante: las cosascomenzaban bien.

La casa era de adobe y estaba dividida en dos zonas separadas por un corral, en la parte delantera estaba la cocina y el dormitorio de los tíos y en la trasera el dormitorio comunal del resto de la familia. Había tres camas con colchones de lana, sábanas de lienzo y muchas mantas hechas a mano. El suelo era de tierra, pero a base de mojarlo y pisarlo resultaba duro y confortable.

A la mañana siguiente me despertó mi tía Adela, hermana de mi padre, que además de pobre, era madre de seis hijos: cuatro chicas y dos chicos. Me dijo que mi madre ya se había ido muy temprano y allí me quedé, totalmente descolocada. Me acogieron y me trataron como a uno más, es verdad; es decir, no me hicieron ni caso, como al resto de la chiquillería.

Mi primer desayuno resultó espectacular: sopas de ajo picantes. Me dieron un pucherico de barro muy caliente y una cuchara e hice lo que los demás, poner las manos en el culo del puchero, supongo que para calentarlas, salir a la calle y sentarme en el banco de adobe que ocupaba toda la parte delantera de la casa.

-¡La puta parió! –gritó mi primo Manuel.

Todos se rieron a carcajadas mientras que él hacía muecas abriendo y cerrando la boca. Yo no entendía nada.

Comencé a comer mis sopas y a cada cucharada me entraban unos calores que me recorrían todo el cuerpo. En esto mordí algo que no era pan y que abrasaba. Empecé a llorar, a gritar y abría y cerraba la boca desmesuradamente.

-La puta parió –gritaron todos mientras se reían de mis sufrimientos.

Mi tía se apiadó de mí y me extrajo del puchero otra guindilla, muy pequeña y muy roja. Un mes más tarde yo también me reía cuando me caía en suerte la guindilla y, hoy en día, siempre que puedo, como sopas de ajo al estilo del pueblo.

Mi tío y mi primo Manuel, cuando acabaron las sopas bebieron un vasito de agua. Yo que tenía la lengua abrasada pedí un poco, todos se miraron y mi tío me dio el final de su vaso. Yo pensé que con aquel poco era como si nada, pero al entrar el agua en la boca creí que me moría, que había ingresado en los infiernos. Nunca más he bebido aguardiente, en mi vida, fue algo impactante.

Una vez terminado el ritual del desayuno desapareció todo el mundo y me quedé sola con otra prima, hija de un hermano de mi padre muerto cuando la guerra, que tenía dos años más que yo y vivía en la casa contigua. Por lo que se ve era la encargada de entretenerme y acompañarme. Fue mi compañera de juegos durante un año y aún es para mí una verdadera hermana.

-Vamos –dijo mi prima.

Yo estaba como atontada, la guindilla y el aguardiente me habían dejado fuera de juego. La seguí sin decir palabra. Caminamos unos cuantos metros hasta una huerta en la que había un palomar de adobe medio derruido. Allí estaban unos cuantos chiquillos y chiquillas de nuestra edad más o menos; de los nueve en adelante trabajaba todo el mundo.

-Esta es mi prima Carmen. Es de la capital.

Todos me miraron con el ceño fruncido.

-Es hija del Pernales.

Yo llevaba puesto un vestido de organdí blanco, almidonado y encañonado, la enagua tenía un volante de encaje que también estaba almidonado y encañonado y calzaba calcetines blancos y zapatos de charol negros. Me había vestido sola porque nadie fue a decirme lo que me tenía que poner.

Ellos me miraban sin decir ni pío.

-Parece una pichona –dijo un chaval de unos ocho años.

Yo levanté los ojos del suelo y lo miré: tenía el pelo rubio, muy corto, como a tijeretazos, los ojos azules y unos mocos verdes que sorbía de forma intermitente. La camisa era de color indefinido entre marrón, negro y gris, aunque por la espalda se adivinaban algunas rayas azules sobre un fondo que algún día debió de ser blanco. Los pantalones eran marrones y en los laterales aún se podían adivinar los surcos típicos de la pana. Los sujetaba a la cintura con un cordón hecho de lana marrón y blancuzca. Se calzaba con unas alpargatas deshilachadas y llenas de agujeros.

Todos se rieron y comenzaron a canturrear:

-Pichona…, pichona…

A partir de aquel momento dejé de llamarme Carmen y pasé a ser la Pichona. Me integré en el pueblo: ¡ya tenía mote!

Mi libertad era total, me pasaba el día jugando a las cosas más inverosímiles, por ejemplo: a ver quien meaba más lejos ( y siempre ganaba una chica a todos los chicos, no sé lo que hacía pero el chorrillo salía disparado). Nunca me regañaban, y comer, lo que se dice comer, comía bien: además de las sopas de ajo para desayunar, garbanzos, un trozo de pan con tocino y un poco de chorizo para comer; patatas asadas al fuego para merendar y patatas picantes guisadas con sebo para cenar. Enseguida aprendí a comer deprisa porque allí nada de platos, una cuchara y una especie de fuente de barro comunal, el que no corría no comía. Todo, menos las patatas de la cena, me sabía a gloria. Muy de vez en cuando, si el tío cazaba una liebre, comíamos arroz (dos o tres veces en el año que estuve)

Por el invierno fui a la escuela con el resto de los niños y niñas del pueblo. Eran dos aulas, una para chicos y otra para chicas. De la enseñanza me acuerdo poco, sé que cada día volvía del colegio escalabrada porque todos eran muy brutos y las pedradas y los empujones eran la forma más común de divertirse.

Naturalmente, no había cuarto de baño, ni retrete ni nada de nada. Para hacer las necesidades estaba la cuadra o los arrañales: un paredón cercano a la casa de mis tíos. Ir a la cuadra era un tormento porque las gallinas acosaban mi trasero y me daban pavor, además estaba el Negro que a veces me daba la sensación de que tenía cinco patas. Para limpiarse había que buscar una piedra que no se hubiera usado anteriormente con idéntico fin.

Cada diez o quince días íbamos a la panadería a por el pan. Mi familia le entregaba a los panaderos el suficiente trigo para hacer el pan del año y un exceso para pagar su trabajo. Así funcionaban las cosas, el dinero era escaso y se guardaba para algo de ropa, alpargatas, medicinas y ciertos alimentos: aceite, arroz, etc., todo lo que ellos no producían y necesitaban. Cuando íbamos a por el pan era una fiesta porque la panadera nos regalaba una torta de aceite que tenía anises y pasas: el pastel más exquisito.

Fui para dos meses y estuve casi un año. A veces pensaba que mis padres se habían olvidado de mí, pero tampoco me importaba demasiado. Y la verdad es que un poco si se habían olvidado, no me mandaron ni ropa de invierno, ni me fueron a ver ni me llamaron e incluso no sé si escribirían alguna vez porque yo leía poco y mal. Así que mis tíos, que no tenían ni un duro, me tuvieron que comprar un vestido de abrigo y unas alpargatas y mi tía me hizo una chaqueta de punto con lana de oveja que picaba enormemente aunque abrigaba.

Los domingos íbamos al baile con las primas mayores. Era una nave destartalada en la que un músico tocaba una especie de flauta que llamaban dulzaina. Después, como a una de mis amigas de juegos se le murió la tía y no podía ir a bailes, íbamos a las eras es decir, donde se trillaba el trigo y las habas en verano. Allí paraban todos los que estaban de lutos ( a partir de los dieciocho años casi todos tenían algún luto: por los abuelos, por los padres, por los tíos, por los hermanos, y hasta por los primos). Claro, cuando empezaba a oscurecer, se formaban parejitas que se hacían arrumacos y otras cosas porque casi todas salían preñadas. Yo de aquella no entendía bien el significado de esa palabra, pero sabía que era algo malo que ocurría mucho, aunque tengo que aceptar que se asumía con cierta naturalidad.

Lo dicho, fui absolutamente feliz, aunque cuando volví a casa estaba irreconocible. Recuerdo que al poco de llegar mi madre me empezó a preguntar:

-¿Qué desayunabas?

-Sopas de la puta parió.

- ¿Pero qué dices niña? ¿Qué barbaridades son esas?

A mi madre le costó mucho tiempo reconducir mi educación por los derroteros de lo que era deseable en una niña bien de una ciudad de provincias, es más creo que nunca lo consiguió del todo, de lo cual me alegro.