viernes, 23 de diciembre de 2011

MI QUERIDO CENTRO DE SALUD DE "EL EMPALME"

Hace veintiséis años me fui a vivir al Concejo de Carreño, a un casa de campo situada en Albandi, cerca de la antiguas escuelas de Prendes y, aunque soy funcionaría, siempre he estado inscrita en el INSALUD porque creo que me ofrece más garantías, así que me asignaron el entonces "AMBULATORIO" de EL EMPALME, que ahora se llama "CENTRO DE SALUD"
Si he de ser sincera, en todos estos años me han tratado de forma inmejorable, tanto los médicos como las enfermeras, pero en este momento mi satisfacción es total, tanto en lo que respecta a la calidad del servicio como a las atenciones que recibo por parte de todos los que trabajan en el centro. Sólo por eso, aunque me ya no vivo en Albandi, me resisto a cambiarme de centro de salud.
Gracias a todos:
Al Dr. Álvaro Cañada que además de ser un excelente profesional tiene ese punto de humanidad que deberían tener todos los profesionales de la salud y que tanto ayuda cuando uno se encuentra desarmado y vencido por la enfermedad.
A Ana Rubiera, siempre atenta, siempre dispuesta a ayudar y , además, una enfermera excelente que conoce bien a todos sus pacientes.
A Beatriz que nos dispensa una nueva amabilidad de la que no solíamos disfrutar.
Sé que todos los profesionales del empalme son excelentes y que el servicio que nos dan es muy bueno, pero los citados son los que me tocan a mí y por eso he querido darles las gracias.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Dedicamos la mañana a visitar Baeza: la Plaza del Pópulo, el Ayuntamiento, la Plaza de Santa Marí¬a, la Catedral, el Palacio de Jabalquinto, la Puerta de Úbeda, la Universidad Antigua, el Palacio de los Majorada y algunas iglesias, no todas. Es una ciudad monumental. Se nota que alcanzó su máximo esplendor en el Renacimiento debido a que en aquellos tiempos producía todo lo que daba riqueza: cereales y olivares, a lo mejor hasta viñedos, que ya sería la "repera".


El día era estupendo lucía el sol y como, la verdad, a mí el arte renacentista no es que me inspire mucho, le sugerí a Carlos que pasáramos de ver Úbeda y siguiésemos camino y aceptó a la primera. Comimos en el restaurante del día anterior un bacalao bastante bueno y seguimos nuestro camino. Cogimos una carretera que unía Úbeda y Jaén, bastante maleja y, olivos, olivos y olivos ambientados con un fuerte olor a refinería de aceite. Decidimos no parar en Jaén y tomamos dirección a Granada.
Llegamos a eso de las seis. La vega de Granada era lo más verde que habíamos avistado en mucho tiempo.






















Lo primero fue buscar hotel. Antes de entrar en la ciudad vimos un hostal en medio de un hermoso y bien cuidado jardín y nos dijimos: ahí. Error, error, nunca en mi vida he pernoctado en un cuchitril semejante, miento, en otro ocasión fuimos a parar a un sitio aún peor entre Salamanca y Zamora.
Cuando nos "malinstalamos" , Carlos llamó a un compañero de trabajo que vivía en Granada, Luis me dijo que se llamaba. Quedamos en un céntrica cafetería y pronto apareció. Era un hombre bien parecido de entre cuarenta y cincuenta años, siempre sonriente. Hablaron durante unos minutos de su empresa y enseguida cayó el primer chiste. La verdad es que, con su acento andaluz, todo lo que decía tenía gracia.. Cuando llegó su mujer: preciosa, de aspecto juvenil y muy simpática, que además se llamaba Candela, un nombre que le iba muy bien, la juerga se animó y todos bebieron cumplidamente.
-Cuéntale a Viole lo del abrigo de pieles -le dijo Luis a su mujer.
-¡Hombre Luis!
-Sí. ¡Cuéntaselo!
-Vale. Para el veinticinco aniversario de boda Luis me regaló un abrigo de visón..
- ¿Aquí? Quiero decir si para usarlo en Granada -interrumpí asombrada.
-Sí. En el invierno aquí hace mucho frío. Pues eso, que me regaló el abrigo, pero aquel día estaba una temperatura estupenda, y ya sabéis, pera juguetear me puse el abrigo sin nada debajo.
-¿Sin nada de nada? -preguntó Carlos.
-Nada. Y Luis se empeñó en que bajáramos a la cafetería tal cual. Bajamos y nos sentamos en la barra. Al poco se sentó a mi lado un viejo verde que empezó a decir estupideces, seguro que él pensaba que hacía una gracia. Dale un quite, me dijo Luis. Yo me reí de la ocurrencia, y en un santiamén abrí el abrigo y lo volví a cerrar. No exagero, el hombre se puso rojo y luego verde y tuvieron que venir a buscarlo de urgencias. Nosotros en cuanto vimos el panorama nos largamos, pero no ocurrió nada irreparable porque un mes después lo vi por la cafetería, claro, no se me ocurrió entrar.
Desde luego era una pareja peculiar. Luego vinieron sus hijos, chica y chico, guapísimos y muy simpáticos. Nos fuimos a cenar a un bufet muy céntrico y luego a un tablao, bueno, no exactamente, un local donde jóvenes y viejos bailaban sevillanas y otros bailes andaluces con una gracia y una maestría increíbles. Nosotros de mirones, no podíamos hacer otra cosa. Es que para eso los andaluces son únicos y por más que hayan proliferado los sitios de ese tipo en toda España, cada cosa en su tierra.

A eso de las dos de la noche nos fuimos al "palas" de las afueras a descansar porque al día siguiente nos esperaba una buena caminata.

Dedicamos la mañana a visitar Baeza: la Plaza del Pópulo, el Ayuntamiento, la Plaza de Santa María, la Catedral, el Palacio de Jabalquinto, la Puerta de Úbeda, la Universidad Antigua, el Palacio de los Majorada y algunas iglesias, no todas. Es una ciudad monumental. Se nota que alcanzó su máximo esplendor en el Renacimiento y es de suponer que debido a que en aquellos tiempos producía todo lo que daba riqueza: cereales y olivares, a lo mejor hasta viñedos, que ya sería la "repera".



















































































El día era estupendo lucía el sol y como, la verdad, a mí el arte renacentista no es que me inspire mucho, le sugerí a Carlos que pasáramos de ver Úbeda y siguiésemos camino y aceptó a la primera. Comimos en el restaurante del día anterior un bacalao bastante bueno y seguimos nuestro camino. Cogimos una carretera que unía Úbeda y Jaén, bastante maleja y, olivos, olivos y olivos ambientados con un fuerte olor a refinería de aceite. Decidimos no parar en Jaén y tomamos dirección a Granada.












martes, 1 de noviembre de 2011

LlOS COLORES DE LA NATURALEZA. Fotografía de Blanca

Aunque el otoño va avanzando,como el tiempo anda loco, el jardín luce casi como en pleo verano. Es una delicia. Este es el aspecto de las buganvillas







miércoles, 26 de octubre de 2011

Los viajes de Viole

Dejamos Madrid y salimos hacia Andalucía después de un suculento desayuno en el Hotel. Nada que objetar: abundante, exquisito y en un comedor muy lujoso. Yo creo que nos pareció tan opíparo porque estaba incluido en el precio de la habitación. Con lo poco que yo como, en otro caso, jamás habría desayunado en un bufet tan carísimo. Y luego… carretera y más carretera.

Para un asturiano, el paisaje de Castilla- la Mancha en septiembre es abrumador por su sequedad, pero en un momento dado empezaron a surgir campos con viñas que iniciaban el declive otoñal


Eran más de las dos de la tarde y empezamos a pensar que había que comer algo así que miramos el mapa extensible ( esa era la tecnología del momento) y decidimos acercarnos a Valdepeñas, al menos comeríamos con buen vino de la tierra
En Valdepeñas entramos y salimos sin enterarnos de dónde estábamos, no sé qué clase de camino tomamos, pero en algún momento avistamos una especie de molino con un letrero elevado que ponía RESTAURANTE y no lo pensamos más. La comida bien, sin más, y el vino aceptable. En conjunto nada para recordar.

Poco a poco abandonábamos la sequedad de castilla y nos adentramos en el desfiladero de "Despeñaperros"













"ANDALUCÍA, QUE ALEGRIA" rezaba un gran cartel de la Junta Andaluza y es verdad que sentías un regustillo en el estómago।

Seguimos autopista adelante y casi sin darnos cuenta nos vimos rodeados de olivos de forma que todo el horizonte se cubrió de ese verde característico।


















Olivos, olivos y olivos como única vegetación, ¡Qué barbaridad!, tocamos a muchos por habitante y, con lo que tardan en crecer, es posible que muchos de esos árboles tengan más de cien años. Según nos contaron posteriormente en el "Museo de la cultura del olivo de Baeza", el aceite alcanzan su máxima productividad entre los 65 y 80 años y a partir de esa edad los rendimientos decrecen, pero tardan aún bastante tiempo en dejar de ser productivos
www.museodelaculturadelolivo.com/

Un letrero anunciaba que Úbeda y Baeza eran recintos históricos (en el 2003 fueron declarados Patrimonio de la Humanidad) y, aunque no pensábamos visitarlos, nos apeteció saltarnos la ruta prevista e ir a dormir por esos parajes ricos en historia.

Antes de llegar a Bailén, tomamos la Carretera que va a Linares y a eso de la media tarde llegamos a Baeza. Entramos en un bar para reponer fuerzas. Antes de que pidiéramos nada y de forma automática, nos pusieron delante de las narices, y nunca mejor dicho, sendos platillos con un trozo de queso pringado de aceite, ¡riquísimo! Como es natural pedimos algo y luego nos fuimos a buscar hotel o cosa similar. Y..., ¡mala suerte!, había no sé qué congreso y las plazas hoteleras estaban copadas por los congresistas. Al fin, y después de dar muchas vueltas, encontramos plaza en un hotelito llamado "Del Arco" y fuimos afortunados porque estaba bastante bien. Salimos a picar algo a modo de cena y entramos en un bar-restaurante ubicado en la plaza central. Nada más sentarnos, un camarero muy solícito nos puso un plato con dos trozos de queso pringado de aceite mientras nos preguntaba qué era lo que queríamos. Como soy amante de lo exótico, porque eso de ser ama de casa pura y dura es un poco aburrido, pedí algo típico de la zona.
-En ese caso le ofrezco una exquisita dorada.
-¿Dorada? -pregunté asombrada- ¿Cómo puede ser la dorada algo típico de Jaén que está tan lejos de la costa?
-Le aseguro que es lo más típico -contesto el camarero azorado.
-¿No tienen nada de lo que se come aquí de toda la vida?
-No sé, si se refiere a carne de orza, migas, perdiz, bacalao…
-Pues sí, más o menos.
-No. El bacalao está agotado y los potajes y migas hasta el invierno… Puedo preguntar si tenemos carne de orza.
Carlos me daba pataditas por debajo de la mesa para que dejara en paz al camarero y pidiera algo de la carta sin más.
-¿Y qué es eso?
-Pues carne de cerdo.
- No sé, un poco fuerte para cenar… Gracias. Queríamos algo para picar... ligero. ¿Tu qué quieres? -le pregunté a Carlos.
Para simplificar, después de mucho mirar, tomamos pan tostado con aceite y tomate y una ración de jamón de bellota de Jabugo. Una cena deliciosa.

Hacía calor, así que dimos un largo paseo por la zona monumental y luego al hotel a tomar un café y a dormir
http://www.baeza.net/

LOS COLORES DE LA HUMANIDAD




























Fotografías de Peter Kentihs de la Iglesia

viernes, 21 de octubre de 2011

Los viajes de Viole


Salimos de Gijón el 11 de septiembre de 1986 en nuestro "Citroën BX-14" nuevo y a eso de las nueve de la mañana. Era nuestro viaje de novios. A mí me embargaba una sensación de felicidad sorda, muda y ciega que taponaba todos los poros de mi ser. No es de extrañar, después de los últimos años de matrimonio con Ernesto, plagados de infidelidades y de sus consecuencias : discusiones; apuros económicos; esperanzas siempre fallidas… Y después de haberle dicho adiós con la consiguiente sensación de frustración y soledad, había encontrado al hombre de mi vida y todo era maravilloso.
Como siempre, el coche iba repleto de maletas porque yo pienso que si vas en coche, ¿por qué no llevar todo lo que crees que vas a necesitar? A Carlos le pareció una barbaridad de equipaje, ¡claro! era su primer viaje conmigo, luego se acostumbró a viajar con montones de ropa, zapatos bolsos etc


Llegamos a Madrid de un tirón, sólo nos paramos a tomar un café en el "Parador" del puerto

de pajares, para despedirnos de Asturias y , desde luego, allí las vistas son impresionantes.





Nos alojamos en el "Hotel Cuzco" . En aquellos tiempos era un hotel donde recalaba lo mejor y lo peor: ejecutivos, representantes de alto standing y "señoritas" de compañía, al margen de algún que otro cliente no clasificable, como nosotros por ejemplo. La habitación era espléndida y después de descansar, hacer el amor y volver a descansar, salimos a cenar.
Era una noche desapacible y lluviosa, no obstante, en los alrededores del hotel se congregaban ordenadamente jovencitas y menos jóvenes, ligeras de ropa y adornadas de una sonrisa sugestiva e inquietante.
-No mires para ellas ¿no ves que son putas? -me dijo Carlos al comprobar mi asombro.
-No soy tonta, ya me había dado cuenta.
En aquel momento no me pareció oportuno preguntarle si alguna vez, de las que iba a Madrid por asuntos de trabajo, había bajado a contratar los servicios de alguna de aquellas chicas, pero que conste que me quedaron las ganas, porque parecía que ellas sabían muy bien que allí había mucho negocio y supongo que ninguno de sus clientes volvía a casa diciendo que había pasado la noche acompañado.
Nos fuimos a cenar a "La Dorada" , un enorme, carísimo y concurrido restaurante de variopinta clientela que gozaba de cierta fama, bien merecida, como representante de la cocina andaluza.
Coquinas, boquerones, langostinos, gambas, chanquetes... y el camarero seguía y seguía trayendo delicias del mar. Hubo que decirle que no trajera nada más e hicimos bien, porque para ayudarnos a tragar tanta exquisitez pedimos un "Marqués del Riscal" que al final fueron dos y, la verdad, a la hora de levantarnos de la mesa todo me daba vueltas. Nos agarramos del brazo con fuerza para salir con dignidad del establecimiento y tomamos un taxi.
No recuerdo más de esa noche, sólo que tuve la sensación de que en los alrededores del hotel había muchas, muchas, pero que muchas chicas, casi desnudas y algo alborotadoras porque me sacaron del sopor etílico aunque volvió enseguida.
(Continuará)

martes, 28 de junio de 2011

ADIÓS A MI JARDÍN



En enero te dije adiós. Adiós a las chirivitas y a los dientes de león que aparecían de forma espontánea al aminorar las heladas del invierno; Adiós a las prímulas y a las margaritas que anunciaban la primavera cercana; Adiós las calas, a las azucenas, a las begonias, a las hortensias, a los geranios, a las petunias… a la espléndida buganvilla..., tantas veces reflejadas en este blog para que mi gente, disfrutara conmigo de tu belleza…
Hoy te he vuelto a ver, reseco y agostado, abortada tu hermosura, asfixiado por las malas hierbas y las zarzas que crecen a su antojo y sin freno…
Pero no lloro porque he trasplantado parte de tus tesoros a las macetas de mis sesenta metros cuadrados de terraza urbana y ahí estás, con renovado vigor, más bello si cabe. Y cada mañana al despertarme veo desde la ventana de mi habitación los geranios, las petunias, la incipiente buganvilla... Y luego salgo a desayunar a la fresca del rincón tropical, que cada vez se asemeja más al que tú me ofrecías cada mañana.
No, no lloro, soy muy feliz en mi nuevo jardín, si acaso me entristece verte acabado y sin rumbo. Supongo que la higuera, que continua impertérrita su vida al margen de tu abandono, si llorará en su soledad por la hermosura perdida.



"Mi terraza"











































































domingo, 26 de junio de 2011

Belver de los Montes y sus gentes.

Conduciendo mi opel por tierras de Zamora recordaba mi infancia: El sudor de la siega y de las espigadoras detrás de los segadores; la trilla y el volteo para separar el trigo de de la paja; las mujeres lavando en el río y la ropa extendida sobre las pequeñas praderías que bordeaban la orilla; Las sopas de ajo picantes y el cocido de garbanzos al amor de la hoguera; el agua fresca del botijo… Todo eso ha desaparecido. Ahora hay tractores, lavadoras, vitrocerámica, neveras, congeladores… Pero no recordaba los calores asfixiantes, las moscas, los mosquitos… impertérritos al desarrollo tecnológico, a los insecticidas, a Internet.

Recordaba mis juegos a patadas y a pedradas; el riguroso usted a los mayores y sus coscorrones; los lutos eternos; las habitaciones comunales y las camas atiborradas de niños… Pero no recordaba la verdadera solidaridad: La del vecino con el vecino, y con el amigo, y con el forastero desconocido… Sumergida en un mundo urbanita, en una globalización que anula la personalidad, formando parte de una sociedad en la que no eres nada fuera de las cuatro paredes de tu casa había olvidado cómo era la convivencia en los pueblos pequeños, con sus dimes y sus diretes, eso es verdad, pero siempre entrañable. Y tú, Belver de los Montes, me has demostrado que aún existe esa forma de vivir en la que cada uno se siente a si mismo y sabe quién es en el seno de una colectividad que te arropa en las penas y en las alegrías… En un mundo en el que aún merece la pena vivir.

Gracias Pepe por invitarme a tu pueblo para que conociera tu vida y a tu gente. Gracias Carlos, Carmen, Manzano, Carmina, Toñín, Paco, Piedad, Pilar, Nati, Jessica, Perfe, Miguel…y tantos otros, por vuestra increíble acogida. Ha sido una ráfaga de aire fresco que jamás olvidaré.