lunes, 14 de diciembre de 2009

sábado, 12 de diciembre de 2009

ERNESTINA Y EL DESTAPE. Por Xana Espinosa.

Después de tantos años con este hombre, sigo sin comprenderlo. ¡Mira que lo tengo mimado!
Se empeñó en ir a vivir a Gijón porque cuando hizo la mili le pareció un sitio estupendo donde se podía prosperar. Y allí me fui. Lo que pasó es que era un sitio horrible que no me gustó nada, me encontraba muy solica, yo estaba muy enmadrada y echaba de menos la vida del pueblo. Así que, cuando vine a parir al mayor, no volví a Gijón. Allí se quedó el Pepe, pero, la verdad, y no es por criticar, siempre fue un blando, y, aunque el trabajo del campo no le gustaba nada, se vino pitando.
Y como no hacía otra cosa que quejarse de la oportunidad que habíamos perdido, le animé para que se fuera a Suiza, que los que estaban allí hacían buenos ahorros. Fue comió, cagó y volvió porque no duró ni tres meses. ¿Yo me quejé o le dije algo? Nada. ¡Siempre tuve un tacto con él! Por eso somos unos pobretacos, que, los que aguantaron, todos tienen unos chales de miedo y nosotros una casa antigua mal reparada.
Y no se lo echo en cara, no, porque en algo tenía razón: aquí vivimos muy ricamente y desde entonces no nos hemos separado nunca, sin lujos, eso sí, pero el tiempo fue pasando entre la siembra, la siega, la vendimia, la caza, la matanza y todo lo demás. Bueno, para decir la verdad, Pepe también trabajaba en la temporada de la azucarera. Todo marchaba divinamente. Porque yo me conformo con cualquier cosa y siempre le doy la razón.
Sí, hasta que vino la democracia y con ella el destape y el “libertinaje”.
El Pepe, que nunca había ido más que al bar del pueblo, empezó a ir cada poco camino de Zamora para ver un teatrillo, no recuerdo el nombre, uno de esos donde unas guarras se destapaban y lo enseñaban todo. No perdía ni una noche, estaba embobadico.
Pero eso no era lo peor, encima llegaba muy contentico y pidiendo cada cosa que no podía ser.
Pase por que viniera con ganas de “bailar”, bueno ya se comprende, , de…, aunque la verdad de Dios es que a mí eso me costaba más que apañar un costal de habas fanega a fanega. Si no fuera por las criaturas, yo nunca habría hecho tantas…, bueno eso, ya se comprende…, tantas cochinadas. Di que dura poco, ¡pero mientras dura!
La verdad es que si naces mujer, ¡tienes que tener una pacencia! Por eso me alegro de haber parido nada más que machos. ¿A que tengo razón?
Yo no soy una de esas cochinas a las que les gustan esas cosas. Yo lo consentía por lo del “débito conyugal” que así se dice, me lo dijo Don Claudio, el antiguo párroco que en paz descanse. Él dijo que tenía que consentir y lo hacía, no que tenía que gustarme. Pero lo que pretendía Pepe, ¡eso si que no!, que no está en lo del débito. ¡Hay de mi!, quería que “presentase cuerpo” como esas guarras.
Me dijo con muchos remilgos, anda Ernestina, quítate el camisón ¿Se puede creer? ¡Vete viendo! Tenía cuarenta y dos años y en mi vida había presentado cuerpo, ¡como debe ser!, y a esas alturas me vino con semejante rollo. ¡Que fuera a ver las teticas y los culicos de esas pendonas que lo que es el mío!… De esto va para veinticinco años y él sigue insistiendo, cada vez menos, eso es verdad, pero yo no he presentado cuerpo. ¡Faltaría más! ¿A qué tengo razón?

miércoles, 9 de diciembre de 2009

EL ORDENADOR: Por Xana Espinosa

Un día más y..., No hay manera, no quiere saber nada de mí. Estoy harta del solitario. Ahí viene Paco, acelerado, como siempre, tal parece que está haciendo algo muy importante y muy trabajoso…
-¡Ludy! ¿Está la comida?
-Sí.
-Pues venga, estoy muerto de hambre.
Nunca comprenderé a este hombre, treinta años en la mina currando como un cabrón y cuando lo jubilan se encierra en este terruño a trabajar y trabajar en la huerta. ¡Con la pensión que tenemos! Mira que podríamos viajar, salir, ir al teatro, a comer por ahí, lo que nos apeteciera. Y, además, está convencido que las cuatro patatas y tres alubias que saca nos son imprescindibles para sobrevivir. La verdad es que si no fuera por las visitas de los chiquillos pensaría que estamos solos en este mundo.
-Están buenísimas y eso que las judías verdes llevan congeladas casi seis meses. ¡Es que como lo de casa!
-Sí, están sabrosas
-Reina, tráeme más agua.
-Voy.
¿Por qué no sacaría yo el carnet de conducir? Este destierro me mata. Cuando vivíamos en Villablino podía salir a tomar un café con mis hermanas, pero aquí, perdidos en el fin del mundo…
-¿Queda dulce de manzana?
-Claro. Ya te lo traigo.
- Cocinando eres la mejor.
-Llevo toda la vida haciéndolo.
-Luego te lo agradeceré como tú sabes.
Se lo digo o no se lo digo…
-Oye Papá, necesitaba ir a la peluquería.
-¿Para qué? A mí me gustas más con tu pelo natural.
-Es que viene a Villablino una compañía de teatro y mi hermana Mary me ha preguntado que si me sacan entrada.
-¿Y qué le has dicho? ¡No me jodas Ludy! Yo no pienso andar con el coche de acá para allá por semejante tontería. Además, no voy a estar dos horas esperándote como un tonto sin hacer nada.
-Podrías ir a echar una partida con tus antiguos compañeros que se reúnen en el bar.
-¡Vaya diversión! Ni lo sueñes. ¡Con lo felices que somos aquí! ¿Qué necesitas andar por ahí de un lado para otro? Verás como luego lo pasas mejor que en teatros y peluquerías.
¡Lo sabía!, sabía que diría que no. ¿Para qué voy a protestar si ya sé que no sirve para nada? No me importa. ¡Anda! Duerme la siesta y déjame en paz.
-¿No vas a dormir la siesta?
-Sí.
Eso, acomódate en el sillón delante de la tele… a ver si empiezas a roncar… Bajaré un poco el televisor, si lo apago del todo se despierta. Me voy a mi rincón, desde aquí lo oigo si se levanta . ¿Por qué no me decidí? Era imposible, la vida es muy complicada. Armando es el hombre más maravilloso de este mundo, pero… ¿Y si Armando asoma otra vez por el Messenger? No lo hará, nunca pudo comprender mi negativa. ¿Cómo iba a marcharme a vivir a Méjico dejando aquí toda mi vida? ¿Qué dirían mis hijos? Claro que ellos hacen su vida, los dos viven con su novia sin más, pero no es lo mismo. ¡Vaya! Se ha puesto verde Venus. No sé si quiero hablar con ella..
-Hola Venus.
-Hola Amanda. ¿Qué es de tu vida?
-Pues como siempre. Hoy Paco me ha dicho que no me quería llevar a la peluquería ni al teatro y mira que me hace ilusión.
-Es un cafre, no sé como lo soportas.
-¿Qué puedo hacer?
-Dejarlo.
-Qué más quisiera, pero a estas edades todo es muy complicado.
-Tenías que haberte largado con Emiliano.
-Sí, tenía que haberlo hecho pero no lo hice y él ahora no quiere saber nada de mí.
- No sé. A veces me arrepiento de haberte facilitado ese contacto.
-Ni te lo plantees. Lo que pasó con Emiliano fue maravilloso… desde que lo conocí no me importa nada esta vida de mierda que llevo, espera… Te dejo porque Paco empieza a dar señales, luego hablamos, cuando se marche a la huerta.
Tengo que cerrar el Messenger, aunque la verdad éste no entiende de nada.
-No sé como puedes estar todo el día colgado a ese trasto. Menuda te hizo tu hijo trayéndolo.
- Si te decidieses a aprender, te iba a gustar mucho Es una ventana al mundo.
-¿Gustarme a mí esa inutilidad? Me voy a currar, es mucho más divertido y más sano podar los frutales y da más rendimiento.
Eso vete, y no vuelvas… voy a ver…Emiliano, mi Armando, no aparece, ya lleva así casi un mes. Voy a ver si todavía está Venus… No puede ser, de verdad es él… Sí Emiliano está verde… ¿Seré tonta?, ¿no se me saltan las lágrimas? Un momento Ludy, respira fuerte…
-¿Armando? ¿Eres tú?
-¡Hola Ludy! Sí, aquí estoy. No he podido aguantarme más. Es una tontería, a nuestra edad conformarnos con un amor platónico… pero aquí me tienes, enamorado, como siempre.

martes, 8 de diciembre de 2009

MARÍA JESÚS FERNÉNDEZ IGLESIAS : Una pintora nata.




MI PROFESORA DE PINTURA

María Jesús Fernández Iglesias es una pintora nata. Su familia afirma que en cuanto puso sostener un lápiz con las manos ya dibujaba y, cuando aún era un bebé: no había cumplido los tres años, dibujo un perrito con su cola y sus orejas.
“Lo de dibujar era una pasión. Cuando mi padre compraba medias andaba detrás de ella para que no tirara los cartones en los que venían, porque, en aquellos tiempos, en Candás al menos, casi no había materiales para pintar, ni mucho menos clases a las que pudieras ir a aprender lo más básico, todas esas cosas de las que ahora hay muchísimo”
Cuando acabó el Bachillerato tenía la intención de hacer Bellas Artes, pero había que prepararse duramente para el examen de ingreso y lo dicho, era difícil formarse, así que optó por hacer decoración.Cuando acabó comenzó a trabajar como decoradora pero nunca dejó la pintura, razón por la que siguió formándose, siempre dentro del terreno artístico en el uso de distintos materiales.
“He trabajado con casi todo tipo de materiales, a mí lo misma me da una piedra, que un lienzo, que una seda, el caso es pintar”
Comenzó con la acuarela, porque es una técnica muy fresca, muy suave, muy limpia... Pero necesitába más color, más energía…
"Me pasé al óleo y también he trabajado la seda y el vidrio, pero ahora me apetece volver a la acuarela, no en exclusiva, pero me apetece”
No se ha prodigado en exposiciones porque lo pasa muy mal, pero aún así el 1 al 15 de octubre expuso en la Capilla de San Lorenzo.
“ Pasé muchos nervios pero al fin me resultó muy positivo porque me quedé muy contenta con los resultados, tanto de público como de crítica”
Naturalmente que fui a la exposición, a mí me gusta mucho su pintura así que yo también me quedé encantada. Yo no entiendo mucho, pero es una pintura suelta, de mucho colorido, aunque es verdad que esto depende un poco de su estado de ánimo, como en el caso de la mayoría de los pintores vocacionales.
“Yo pinto mis sentimientos, eso es algo que no se puede evitar, pinto por necesidad, es una manera de expresarme, si gustan mis cuadros me quedo encantada y si no gustan yo he disfrutado de todas formas. Pero por otra parte me lo tomo como un trabajo real, pinto todos los días, porque cuando lo dejas una temporada al volver a trabajar estás desorientada”
Hace muchos años que da clases de pintura a niños, y ahora también a adultos. Yo doy clase con ella y estoy encantada porque me estimula a sacar toda mi creatividad, sin imponerme sus formas de hacer o sus gustos, ayudando sin que casi se note.
“Me gusta mucho dar clases a niños. A veces me cansan y no sé que me apetecería, pero me encantan : son tan creativos, tan receptivos, tienen la mente más clara… Con los adultos es distinto, cada uno ya tiene sus formas de hacer y sus costumbres y a veces es difícil desterrar algunos hábitos no muy convenientes”
Yo tengo la sensación de que hoy en día pinta mucha gente por afición, que cuando una se jubila o dispone de tiempo por cualquier razón es una opción para divertirse y relajarse.
“Es verdad, la gente de Candás es muy creativa y en general son muy activos para estas cosas relacionadas con el arte y la artesanía: pintura, escultura, ebanistería, cerámica…. en este momento hay muchos aficionados”
Hoy en día, vivir de la pintura es difícil porque la gente va más por lo decorativo que por lo realmente artístico: un cuadro que haga juego con el sillón y que no sea caro, y en consecuencia se compran más algo ornamental… sin firma . Tiene mérito seguir pagando un estudio y pintando varias horas al día porque no imaginamos lo costoso que es mantener el estudio, los lienzos, los materiales etc. Tanto es así que María Jesús desearía hacer algo de escultura, pero claro, se necesita mayor espacio… es su deseo pendiente.
Yo estoy encantada, espero durante toda la semana la hora de ir a clase y con ella me siento estupendamente: es mi profesora, mi amiga… Me hace la vida más agradable.

lunes, 7 de diciembre de 2009

LOS COLORES DE LA NATURALEZA: fotografía de Olaya de la Iglesia



East Ruston Old Vicarage ( Jardines de la Vicaría) Norwich . Inglaterra

viernes, 4 de diciembre de 2009

DIARIO DEL DESAMOR Y DEL AMOR: Por Xana Espinosa.

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3 de julio

Ayer Julián me pegó.
El recorrido ha sido largo: ocho años de infidelidades y sufrimientos, y aún no puedo comprender cómo lo he soportado siendo una mujer independiente.
Sí lo sé, cuando se separaron mis padres lo pasé muy mal y no quiero eso para mis hijos.
Pero ayer me pegó, tengo mil cardenales por el cuerpo y lo que es peor, una negrura interior dolorosa e insoportable.
A estas alturas no sé si estoy o no enamorada, algo me une a Julián, algo incomprensible e irrazonable, pero no estoy segura de que sea amor. Sí sé que la decisión que he tenido que tomar lastima en lo más profundo.

28 de julio

Al fin hemos firmado los papeles de la separación ante notario y Julián se ha ido de casa, a vivir con su "socia", al menos eso es lo que él decía que era. Han alquilado un chalecito para pasar el mes de agosto con los niños.
Me siento vacía, desasosegada, triste y sobre todo estafada. La vida me ha engañado, me había prometido que si era buena esposa y buena madre todo iría bien…, ja…
Yo también tuve oportunidades de enrollarme con otros pero nunca las aproveche: la educación ursulínica que me dieron, ¡menudo timo! No quiero llorar, además ya no me quedan lágrimas, pero sigo llorando.
Tengo que superarlo. ¡Ea! Miren, tú siempre has sido una mujer fuerte… que no se diga!

15 de Agosto

Sigo destrozada, no lo puedo evitar. Lo que más me satisface, día tras día, es ponerme bien guapa para pasar por delante de la tienda de la individua, para que me vea, que estoy ahí… viva.
Este mes, que los niños están con Julán, me encuentro como en orsay, mi madre me trata muy bien, no me deja hacer nada, pero estoy desorientada.
Salgo con Adela y otras dos amigas, pero es un rollo. Consideran que están muy liberadas porque salen a tomar un café a una terraza de ocho a diez, después de salir de misa. En realidad Adela espera que su marido vuelva y no quiere hacer nada que pueda dificultarlo. ¡Está apañada!
También he salido con una amiga del hijo de Pepa. Es médica y lleva un año divorciada. Pero no me gusta su ambiente. El otro día fuimos a un paf y sus amigos me pasaron un porrillo, yo dije que no fumaba y ella me aseguró que una divorciada tenía que estar a todo.
Y Conchita, la madrileña, me invitó a salir con su amiga y tres “chicos” de cincuenta años que nos invitaban a cenar. Yo le pregunté qué era lo que los chicos pedían a cambio de la cena y ella me dijo que nada, solo divertirnos todos. No fui, yo no doy un duro por la comida y no necesito que nadie me invite.

1 de septiembre

Ya estoy en casa otra vez, es un alivio.
A los niños no les he preguntado como lo han pasado con su padre y con la individua. No quiero saberlo.
Mi vida comienza de nuevo, mis hijos le dan sentido a todo. Estoy contenta, aunque sigo pasando por delante del negocio de la susodicha, no lo puedo evitar.

9 de septiembre
La vida es maravillosa.
El viernes me llamó Pepa para decirme que su hijo deja la carrera, yo le prometí hablar con un antiguo amigo que, a lo mejor, podía colocarlo.
Esa misma tarde llamé a Diego. Me contó que se había separado hace dos años y que este mes pedía el divorcio. Quedamos para el día ocho porque él no trabajaba. Pepa y su marido nos invitaron a comer. La comida fue estupenda y a las cinco ya estábamos los dos solos. Llamé a Rita y le dije que no me esperaran a cenar, que se encargara de los pequeños.
Fuimos a pasear a la orilla del mar y, entre otras cosas, me dijo que yo siempre le había gustado muchísimo. A lo largo de la conversación hizo ademán de besarme, yo no lo rechacé, el sonido del mar me pareció maravilloso. En sus tiempos, él también me gustaba, pero no como posible ligue, porque, como tonta, estaba enamoradísima de Julián.
Luego fuimos a cenar y a bailar al “Oasis”, los dos estábamos asombrados de lo rápido que iban las cosas. A las dos o las tres de la madrugada me invitó a su apartamento y fui. Esta vez no me eché atrás, quería vengarme de tanta infidelidad. Y me vengué bien. Ja, ja….

18 de Octubre

Ahora si que estoy enamorada de verdad, soy feliz. Nada que ver con mi vida anterior. Diego es maravilloso y mis hijos lo han aceptado estupendamente. Ayer nos prometimos para siempre. Nunca había sentido esta sensación, ni de joven. ¡Soy feliz… feliz… feliz! A Julián y a la individua que los zurzan, ya ni siquiera paso por delante de su negocio…, tengo la vida por delante…

miércoles, 2 de diciembre de 2009

A SECAR A CASTILLA: Por Xana Espinosa

Cuando tenía siete años, como mi salud no era muy buena por las secuelas de la pulmonía y de las sulfamidas, mis padres me mandaron al pueblo de mi padre, a secar, porque en aquellos tiempos todo se curaba mandándote a Castilla, de la misma forma que ahora todo se cura caminando: ¿qué tienes tensión?, a caminar; ¿osteoporosis?, a caminar; ¿artrosis?, a caminar.

Yo vivía en Gijón, en la calle Corrida (la columna vertebral de la ciudad) en una casa con ascensor, calefacción, agua caliente, salón, comedor, despacho.., parqué encerado, alfombras, edredones, cuadros… Un lujazo cuando tanta gente vivía de realquiler. Mi familia estaba bien situada, así que comíamos de todo y variado a pesar del estraperlo.

Es que por entonces los españoles teníamos racionamiento: como ahora los cubanos. No recuerdo bien lo que nos daban, una cosa así como un cuarto de litro de aceite por persona para todo el mes, lentejas, garbanzos, azúcar, pan, tabaco, etc, todo en cantidades míseras y de ínfima calidad. Estos alimentos no se podían comprar en el mercado libre a no ser de estraperlo es decir, sin permiso de la autoridad y fraudulentamente, y por ello estaban carísimos.

Salimos de Gijón a las siete de la mañana y llegamos al pueblo a las ocho de la tarde, después de dos trasbordos de tren y unos cuantos kilómetros en burro. Eso de montar en el Negro, que así se llamaba el burro de mis tíos, me pareció algo excitante: las cosascomenzaban bien.

La casa era de adobe y estaba dividida en dos zonas separadas por un corral, en la parte delantera estaba la cocina y el dormitorio de los tíos y en la trasera el dormitorio comunal del resto de la familia. Había tres camas con colchones de lana, sábanas de lienzo y muchas mantas hechas a mano. El suelo era de tierra, pero a base de mojarlo y pisarlo resultaba duro y confortable.

A la mañana siguiente me despertó mi tía Adela, hermana de mi padre, que además de pobre, era madre de seis hijos: cuatro chicas y dos chicos. Me dijo que mi madre ya se había ido muy temprano y allí me quedé, totalmente descolocada. Me acogieron y me trataron como a uno más, es verdad; es decir, no me hicieron ni caso, como al resto de la chiquillería.

Mi primer desayuno resultó espectacular: sopas de ajo picantes. Me dieron un pucherico de barro muy caliente y una cuchara e hice lo que los demás, poner las manos en el culo del puchero, supongo que para calentarlas, salir a la calle y sentarme en el banco de adobe que ocupaba toda la parte delantera de la casa.

-¡La puta parió! –gritó mi primo Manuel.

Todos se rieron a carcajadas mientras que él hacía muecas abriendo y cerrando la boca. Yo no entendía nada.

Comencé a comer mis sopas y a cada cucharada me entraban unos calores que me recorrían todo el cuerpo. En esto mordí algo que no era pan y que abrasaba. Empecé a llorar, a gritar y abría y cerraba la boca desmesuradamente.

-La puta parió –gritaron todos mientras se reían de mis sufrimientos.

Mi tía se apiadó de mí y me extrajo del puchero otra guindilla, muy pequeña y muy roja. Un mes más tarde yo también me reía cuando me caía en suerte la guindilla y, hoy en día, siempre que puedo, como sopas de ajo al estilo del pueblo.

Mi tío y mi primo Manuel, cuando acabaron las sopas bebieron un vasito de agua. Yo que tenía la lengua abrasada pedí un poco, todos se miraron y mi tío me dio el final de su vaso. Yo pensé que con aquel poco era como si nada, pero al entrar el agua en la boca creí que me moría, que había ingresado en los infiernos. Nunca más he bebido aguardiente, en mi vida, fue algo impactante.

Una vez terminado el ritual del desayuno desapareció todo el mundo y me quedé sola con otra prima, hija de un hermano de mi padre muerto cuando la guerra, que tenía dos años más que yo y vivía en la casa contigua. Por lo que se ve era la encargada de entretenerme y acompañarme. Fue mi compañera de juegos durante un año y aún es para mí una verdadera hermana.

-Vamos –dijo mi prima.

Yo estaba como atontada, la guindilla y el aguardiente me habían dejado fuera de juego. La seguí sin decir palabra. Caminamos unos cuantos metros hasta una huerta en la que había un palomar de adobe medio derruido. Allí estaban unos cuantos chiquillos y chiquillas de nuestra edad más o menos; de los nueve en adelante trabajaba todo el mundo.

-Esta es mi prima Carmen. Es de la capital.

Todos me miraron con el ceño fruncido.

-Es hija del Pernales.

Yo llevaba puesto un vestido de organdí blanco, almidonado y encañonado, la enagua tenía un volante de encaje que también estaba almidonado y encañonado y calzaba calcetines blancos y zapatos de charol negros. Me había vestido sola porque nadie fue a decirme lo que me tenía que poner.

Ellos me miraban sin decir ni pío.

-Parece una pichona –dijo un chaval de unos ocho años.

Yo levanté los ojos del suelo y lo miré: tenía el pelo rubio, muy corto, como a tijeretazos, los ojos azules y unos mocos verdes que sorbía de forma intermitente. La camisa era de color indefinido entre marrón, negro y gris, aunque por la espalda se adivinaban algunas rayas azules sobre un fondo que algún día debió de ser blanco. Los pantalones eran marrones y en los laterales aún se podían adivinar los surcos típicos de la pana. Los sujetaba a la cintura con un cordón hecho de lana marrón y blancuzca. Se calzaba con unas alpargatas deshilachadas y llenas de agujeros.

Todos se rieron y comenzaron a canturrear:

-Pichona…, pichona…

A partir de aquel momento dejé de llamarme Carmen y pasé a ser la Pichona. Me integré en el pueblo: ¡ya tenía mote!

Mi libertad era total, me pasaba el día jugando a las cosas más inverosímiles, por ejemplo: a ver quien meaba más lejos ( y siempre ganaba una chica a todos los chicos, no sé lo que hacía pero el chorrillo salía disparado). Nunca me regañaban, y comer, lo que se dice comer, comía bien: además de las sopas de ajo para desayunar, garbanzos, un trozo de pan con tocino y un poco de chorizo para comer; patatas asadas al fuego para merendar y patatas picantes guisadas con sebo para cenar. Enseguida aprendí a comer deprisa porque allí nada de platos, una cuchara y una especie de fuente de barro comunal, el que no corría no comía. Todo, menos las patatas de la cena, me sabía a gloria. Muy de vez en cuando, si el tío cazaba una liebre, comíamos arroz (dos o tres veces en el año que estuve)

Por el invierno fui a la escuela con el resto de los niños y niñas del pueblo. Eran dos aulas, una para chicos y otra para chicas. De la enseñanza me acuerdo poco, sé que cada día volvía del colegio escalabrada porque todos eran muy brutos y las pedradas y los empujones eran la forma más común de divertirse.

Naturalmente, no había cuarto de baño, ni retrete ni nada de nada. Para hacer las necesidades estaba la cuadra o los arrañales: un paredón cercano a la casa de mis tíos. Ir a la cuadra era un tormento porque las gallinas acosaban mi trasero y me daban pavor, además estaba el Negro que a veces me daba la sensación de que tenía cinco patas. Para limpiarse había que buscar una piedra que no se hubiera usado anteriormente con idéntico fin.

Cada diez o quince días íbamos a la panadería a por el pan. Mi familia le entregaba a los panaderos el suficiente trigo para hacer el pan del año y un exceso para pagar su trabajo. Así funcionaban las cosas, el dinero era escaso y se guardaba para algo de ropa, alpargatas, medicinas y ciertos alimentos: aceite, arroz, etc., todo lo que ellos no producían y necesitaban. Cuando íbamos a por el pan era una fiesta porque la panadera nos regalaba una torta de aceite que tenía anises y pasas: el pastel más exquisito.

Fui para dos meses y estuve casi un año. A veces pensaba que mis padres se habían olvidado de mí, pero tampoco me importaba demasiado. Y la verdad es que un poco si se habían olvidado, no me mandaron ni ropa de invierno, ni me fueron a ver ni me llamaron e incluso no sé si escribirían alguna vez porque yo leía poco y mal. Así que mis tíos, que no tenían ni un duro, me tuvieron que comprar un vestido de abrigo y unas alpargatas y mi tía me hizo una chaqueta de punto con lana de oveja que picaba enormemente aunque abrigaba.

Los domingos íbamos al baile con las primas mayores. Era una nave destartalada en la que un músico tocaba una especie de flauta que llamaban dulzaina. Después, como a una de mis amigas de juegos se le murió la tía y no podía ir a bailes, íbamos a las eras es decir, donde se trillaba el trigo y las habas en verano. Allí paraban todos los que estaban de lutos ( a partir de los dieciocho años casi todos tenían algún luto: por los abuelos, por los padres, por los tíos, por los hermanos, y hasta por los primos). Claro, cuando empezaba a oscurecer, se formaban parejitas que se hacían arrumacos y otras cosas porque casi todas salían preñadas. Yo de aquella no entendía bien el significado de esa palabra, pero sabía que era algo malo que ocurría mucho, aunque tengo que aceptar que se asumía con cierta naturalidad.

Lo dicho, fui absolutamente feliz, aunque cuando volví a casa estaba irreconocible. Recuerdo que al poco de llegar mi madre me empezó a preguntar:

-¿Qué desayunabas?

-Sopas de la puta parió.

- ¿Pero qué dices niña? ¿Qué barbaridades son esas?

A mi madre le costó mucho tiempo reconducir mi educación por los derroteros de lo que era deseable en una niña bien de una ciudad de provincias, es más creo que nunca lo consiguió del todo, de lo cual me alegro.

lunes, 30 de noviembre de 2009

PAQUITA ALFARAZ ESTEBAN: Una profesora ejemplar.

MI PROFESORA DE INFORMÁTICA


Francisca Alfaraz Esteban, Paquita para los amigos y gentes en general, se metió en la enseñanza de la informática por casualidad. Cuando tenía dieciséis años entró en Albo y paralelamente empezó a formarse en esto de los ordenadores de forma autodidacta, simplemente por afición. Un día su cuñada le ofreció entrar como profesora en un centro de informática y ella no se lo pensó dos veces.


“La informática, como casi todo, se aprende trabajando mucho. Si es verdad que una vez metida en esto he hecho muchos cursos porque es lo que cuenta para que te consideren a la hora de buscar trabajo, da lo mismo que lleves trabajando veinticinco años, es el mundo de la titulitis. Yo creo que eso es una estupidez, pero las cosas están así”.


Tiene un buen humor innato, siempre está sonriendo, no se enfada jamás aunque tenga que repetir una y otra vez la misma cosa y sea consciente de que no has estado muy atenta.


“No es para tanto, pero creo que es algo innato. De todas formas, como yo fui muy mala estudiante, supongo que algo aprendí, con malos modos no se consigue nada"



Yo creo que los vecinos de Carreño no son conscientes del valor de lo que les está ofreciendo el Ayuntamiento Se pretende que la informática llegue a todo el mundo, hasta el rincón más perdido del concejo y mantiene una oferta increíble. No nos damos cuenta de que se ofrecen unas oportunidades de formación que a nivel privado serían muy costosas. En casi todas las parroquias hay aldeas digitales en donde se dan cursos de formación sin que sea necesario personarse en el Telecentro.



“Así es, y los cursos se anuncian convenientemente en la página web del ayuntamiento. Es una pena que no se aprovechen más porque en casi todas las casas donde hay niños en edad escolar hay ordenadores”.


Los adultos que no se animan no se dan cuenta de que están perdiendo la oportunidad de actualizarse en algo que dentro de muy poco tiempo se va necesitar para casi todo. Sin ir más lejos, hoy en día ya se pueden hacer cantidad de gestiones oficiales por Internet, sin necesidad de ir a Oviedo o a Gijón: consultar la vida laboral, los puntos del carnet de conducir, pagar facturas, manejar las cuentas bancarias, hacer transferencias, hacer compras, controlar la trayectoria de sus hijos en la escuela o en el instituto, estudiar en casa sin tener que personarse en el centro todos los días, leer el periódico, y tantas otras cosas… Y la posibilidad de solicitar y recibir recetas médicas etc. está ahí.

Además, en este momento están proliferando mucho los blogs y las redes sociales porque puedes comunicarte con mucha gente sin estar en ese preciso instante ante el ordenador Y permiten “colgar” fotos, opiniones, cursar invitaciones etc., que queden ahí para que las vean todo el mundo o los amigos. El chat también tiene su función y sus adeptos, especialmente entre jóvenes. También están los foros que te permiten participar en un debate no presencial y opinar sobre un montón de temas… Una nueva forma de comunicarse con los demás.


"Ye posible que la gente crea que lo que se pretende es que todos seamos expertos en informática. No, de lo que se trata es de aprender cuatro cosas básicas muy útiles que con tres o cuatro semanas de cursillo puede aprender todo el mundo. Y a partir de ahí cada uno hace lo que quiere, se puede profundizar un poco más o no”


A mi me gusta muchísimo este mundo que me era desconocido, no sé si me gustaría en cualquier caso o es porque Paquita todo lo hace fácil y agradable.


Muchas gracias Paquita


viernes, 27 de noviembre de 2009

LA PARRA DEL JARDÍN


Éste era el aspecto de la parra del jardín de mis primos Tinita y Alfredo a principios de octubre. Algo sensacional. Y las uvas estaban riquísimas. Buenos cuidados, mucho cariño y...es lo mismo que con las personas.

La buganvilla



La luz de la mañana inunda a la buganvilla que conserva algunas brácteas fucsia.
Y, aún siendo un resto deslucido de su sublime esplendor de verano, resplandecen con renovada juventud.
Hoy he notado que asomaban nuevos brotes verdes y vigorosos.
La buganvilla sólo tiene vocación de belleza y en su inocencia se ha dejado engañar por esta falsa primavera.
Igual ocurrió el año pasado.
Luego vinieron las heladas de marzo, los relentes naturales del invierno, es lo suyo.
Y la buganvilla sufrió el aborto de su nueva hermosura.
Aunque terca y tenaz a finales de abril había echado nuevos brotes.

Es que el tiempo está loco.
Antes sabía quién era y tenía identidad: primavera, verano, otoño e invierno.
Pero ahora, acosado incesantemente por este ser que se dice inteligente.
Que no lo domina.
Que lo teme y lo padece.
Que lo fustiga impulsado por un egoísmo ciego,aún conociendo las posibles consecuencias de su error.
Que se cree capaz de someterlo...

Ahora no sabe ni quién es.
Y,sin mala intención,trastoca el orden natural de las cosas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

miércoles, 25 de noviembre de 2009

VI SEMINARIO DE ESCRITORAS Y ESCRITURAS.www.escritorasyescrituras.com

EL GOL DE MARCELINO. Por Xana Espinosa

Foto extraída de Internet.



El 21 de junio de 1964 amaneció encapotado y yo nerviosa. Al fin llegó el día, el día de mi boda. Creí que nunca llegaría, me invadía una gran ansiedad y una sensación agridulce.
Yo no quería casarme por la iglesia, hacía cuatro años que había “apostatado”, al menos en mi fuero interno, y esta concesión a la dictadura me fastidiaba. No me quedó más remedio que hacerlo.
-Para casarse sólo por el juzgado tendrá que hacer una declaración de ateismo que la incapacita para realizar cualquier trabajo público -Me anunció de forma sumaria el funcionario, después de echarme una mirada inquisitiva.
Pues tendría que aguantarme, porque yo era maestra y eso me inhabilitaba para ejercer mi profesión y necesitaba trabajar.
También era necesario que me casara y por las mismas razones: me había quedado embarazada. Si digo que no sé cómo, no miento. Bueno si lo sé, pero fue casi un milagro. En Madrid nunca habíamos tenido la oportunidad de intimar a esos niveles; la facultad, las cafeterías, los comedores universitarios, e incluso el cine, no eran lugares adecuados, siempre había gente. No teníamos coche ni en el pensamiento y en nuestras respectivas pensiones no admitían a nadie del otro género. Sí es verdad que nos “magreábamos” hasta donde la discreción del lugar nos lo permitía, pero nada más.
Cuando vinimos de vacaciones a casa, un jueves aciago del mes de marzo, nos fuimos de excursión con mi más íntima amiga y su novio. Llegado el momento, el novio de mi amiga (un suramericano que estudiaba en una Facultad de Oviedo, y que tenía mucha cara, porque luego se descubrió que estaba casado y tenía dos hijos) sugirió que nos separásemos para dar un paseo, y a todos nos pareció bien. Así que entre los eucaliptos comenzamos el juego al que ya estábamos más o menos acostumbrados. La falta de gente hizo lo demás.
-Sólo entre las piernas –apremió más que sugirió Falo.
Y, tonta de mí, cedí porque mi cabeza tampoco andaba muy lista en aquel momento.
Pero yo creí que no había pasado nada importante, porque no me enteré de la fiesta y no noté ningún cambio, ni en mi cuerpo ni en mi espíritu. Supuse que mi honor había quedado intacto. Pero en abril fui consciente de mi problema y en mayo decidimos casarnos, entre otras cosas porque el régimen no permitía dar clase a las madres solteras.
Yo estaba enamorada, esa es la verdad; pero no entraba en mis planes casarme tan pronto y con una responsabilidad tan grande. Así que, en el momento en que supe que estaba embarazada, me urgió porque en aquellos tiempos eso era lo último y el deshonor manchaba a toda la familia.
Organizamos una boda sin misa, sin invitados y casi sin novios. Mi madre se disgustó muchísimo y me echó una buena reprimenda; pero, cuando yo le dije que sabía desde hacía tiempo que se había visto en las mismas circunstancias no volvió a decir nada y se puso a coserme el vestido blanco de novia, tipo Jacqueline o Farah Diva, no recuerdo bien. Mis suegros exigieron confirmación de mi estado. Nunca me lo perdonaron: había embaucado a su hijo. Años más tarde, me enteré de que mi suegra también se había casado embarazada.
La boda fue por la tarde, no recuerdo bien la hora. El cura no nos dio otra alternativa para una boda tan estrafalaria.
Allí estábamos a la hora pactada, yo de blanco, Falo de esmoquin alquilado y siete invitados: mi madre, mis hermanas, los padres Falo y dos amigos que actuaron como testigos. Sobre la marcha se resolvió quiénes iban a ser los padrinos: uno de los amigos y mi hermana mayor, que muy previsora había llevado las arras y los anillos.
Terminada la ceremonia, nos fuimos a merendar a una cafetería cercana. Los clientes nos miraban asombrados: una novia de largo y de blanco y un novio de esmoquin tomando un café.
La conversación fue más o menos la siguiente:
-También, vaya día para casaros –argumentó Tony, uno de nuestros amigos.
-Ya estaba pactado antes, siento haberos hecho esta faena –se disculpó Falo
-Yo creo que ye el mejor equipu del mundo –dijo mi suegro que hasta entonces no había abierto la boca -, no hay duda de que Lev Yashine ye el mejor portero de todos los tiempos.
-Dicen que ye vasco –dijo mi suegra que era una gran forofa-, de los que se llevaron cuando la guerra.
-¡Ojalá ganen! –exclamó mi suegro que se consideraba ácrata, militó en la CNT y había luchado con los “rojos”.
-¿Quiénes? –se apresuró a preguntar mi hermana que tenía un novio franquista de pro, hijo de caído por Dios y por España y casi ingeniero industrial y estaba tan enamorada que se había hecho de derechas.
-¡Quién va a ser! Los rusos –contestó mi suegro de forma tajante.
-No tenían que haber permitido que se celebrase el partido. Solís convenció a Franco a pesar de que los demás ministros estaban en contra. Lo sé de muy buena tinta –afirmó mi hermana.
-¿Te gusta el fútbol? –le preguntó a mi hermana Sabino, el otro amigo.
-Nada –contestó ella-, es un divertimento absurdo.
-Entonces lo comprendo -dijo Sabino-. No entiendes la importancia de este partido.
-Es verdad, es lo más grande que nos ha pasado –confirma Falo-. Estoy pensando que podríamos ir todos al hotel donde tenemos reservada la habitación. Tienen un gran salón con televisión, no creo que pongan inconveniente.
-¡Estupendo! -se apresuró a opinar mi suegro, como si se le quitara una carga de encima.
-Pues vamos –dijo Falo.
-Nosotras nos marchamos a casa –comentó mi hermana un poco contrariada.
Con el entusiasmo de ver el partido, nadie se enteró de que mi madre y mis hermanas se iban. Y, la verdad, yo no sabía qué hacer, estaba desconcertada y apabullada. A mí, que era la novia, nadie me preguntó nada.
Tomamos un taxi, de aquellos que tenían “transportín” y nos fuimos al hotel. El recepcionista no puso inconveniente a que todos nos sentáramos en el salón. A los pocos minutos comenzó el partido.
El locutor, con la típica voz chillona de estos eventos y un entusiasmo poco común, comenzó a nombrar las alineaciones. Por España: Iríbar; Rivilla, Olivella, Calleja; Zoco, Fusté; Amancio, Pereda, Marcelino, Suárez y Lapetra. Los nombres de los rusos eran mayormente ininteligibles e inescribibles.
Con los primeros pases me disculpé y me fui para la habitación, dije que a cambiarme, pero en realidad estaba ofendida. Es verdad que la boda había sido algo anormal, pero no como para que el novio se fuera a ver un partido. Esperé horas, tres o cuatro por lo menos, y, cuando ya me había dormido, siento la puerta y oigo a Falo casi gritar:
-¡No sabes lo que te has perdido! ¡Hemos ganado! Gracias a Marcelino. ¡Qué tío! ¡Menudo cabezazo! Se adelantó a la defensa y le metió la cabeza por delante del ombligo para coger un centro de Pereda. ¡Oye! El balón salió como un rayo a la base del palo izquierdo de Yachin, que ni la olió.
-Ya sabes que el fútbol no me interesa.
-El portero nada de nada. Lo llaman la araña negra, pero todo nombre. ¡Qué va! No tiene nada que hacer al lado de Iríbar.
Se cayó un momento y al fin añadió: “¿Quieres salir a cenar?”.
-No. Merendé mucho y además tengo sueño. Acuéstate.
-Incluso era mejor Carmelo, en sus tiempos, claro. Franco, con la sonrisa en la boca, le entregó la Copa a Olivella, y eso que el muy gilipollas dudó de si participar en la final. Y Luis Suárez… lo hizo muy bien, la alineación fue perfecta. Marcelino regaló la camiseta a Gerardo García, ¡Oye! Gerardo estaba entusiasmado… Hasta mi padre salió encantado, aunque perdieran los rusos. Esto del fútbol es muy grande, es lo máximo…
Falo siguió y siguió y yo me dormí. El gol de Marcelino fue lo único glorioso de esa noche.

martes, 17 de noviembre de 2009

A SECAR A CASTILLA




Cuando tenía siete años, como mi salud no era muy buena por las secuelas de la pulmonía y de las sulfamidas, mis padres me mandaron al pueblo de mi padre, a secar, porque en aquellos tiempos todo se curaba mandándote a Castilla, de la misma forma que ahora todo se cura caminando: ¿que tienes tensión?, a caminar; ¿osteoporosis?, a caminar; ¿artrosis?, a caminar.

Yo vivía en Gijón, en la calle Corrida (la columna vertebral de la ciudad) en una casa con ascensor, calefacción, agua caliente, salón, comedor, despacho, parqué encerado, alfombras, edredones, cuadros… Un lujazo, cuando tanta gente vivía de realquiler. Mi familia estaba bien situada, así que comíamos de todo y variado a pesar del estraperlo. Por entonces los españoles teníamos racionamiento, como ahora los cubanos. No recuerdo bien lo que nos daban: una cosa así como un cuarto de litro de aceite por persona para todo el mes, lentejas, garbanzos, azúcar, pan, tabaco, etc. Todo en cantidades míseras y de ínfima calidad. Estos alimentos no se podían comprar en el mercado libre a no ser de estraperlo es decir, sin permiso de la autoridad y fraudulentamente, y, por ello, estaban carísimos.

Salimos de Gijón a las siete de la mañana y llegamos al pueblo a las ocho de la tarde, después de dos trasbordos de tren y tres kilómetros en burro. Eso de montar en el Negro, que así se llamaba el burro de mis tíos, me pareció algo excitante: las cosas comenzaban bien.


















(Esta fué la primera imagen que divisé, porque los cardos siempre son los mismos. )


La casa era de adobe y estaba dividida en dos zonas separadas por un corral. En la parte delantera, estaba la cocina y el dormitorio de los tíos y, en la trasera, el dormitorio comunal del resto de la familia. Había tres camas con colchones de lana, sábanas de lienzo y muchas mantas hechas a mano. El suelo era de tierra, pero a base de mojarlo y pisarlo resultaba duro y confortable.



(Este era el aspecto de la mayoría de las casa en aquellos tiempos)


A la mañana siguiente, me despertó mi tía Adela, hermana de mi padre, que, además de pobre, era madre de seis hijos: cuatro chicas y dos chicos. Me dijo que mi madre ya se había ido muy temprano y allí me quedé, totalmente descolocada. Me acogieron y me trataron como a uno más, es verdad; es decir, no me hicieron ni caso, como al resto de la chiquillería.

Mi primer desayuno resultó espectacular: sopas de ajo picantes. Me dieron un pucherico de barro muy caliente y una cuchara e hice lo que los demás, poner las manos en el culo del puchero, supongo que para calentarlas, salir a la calle y sentarme en el banco que ocupaba toda la parte delantera de la casa.

-¡La puta parió! –gritó mi primo Manuel.

Todos se rieron a carcajadas, mientras que él hacía muecas abriendo y cerrando la boca. Yo no entendía nada.

Comencé a comer mis sopas y, a cada cucharada, me entraban unos calores que me recorrían todo el cuerpo. En esto mordí algo que no era pan y que abrasaba. Empecé a llorar y abría y cerraba la boca desmesuradamente.

-La puta parió –gritaron todos mientras se reían de mis sufrimientos.

Mi tía se apiadó de mí y me extrajo del puchero otra guindilla, muy pequeña y muy roja. Un mes más tarde, yo también me reía cuando me caía en suerte la guindilla y, hoy en día, siempre que puedo, como sopas de ajo al estilo del pueblo.

Mi tío y mi primo Manuel, cuando acabaron las sopas, bebieron un vasito de agua. Yo, que tenía la lengua abrasada, pedí un poco, todos se miraron y mi tío me dio el final de su vaso. Yo pensé que con aquel poco era como si nada, pero al entrar le agua en la boca creí que me moría, que había ingresado en los infiernos. Nunca más he bebido aguardiente, en mi vida, fue algo impactante.

Una vez terminado el ritual del desayuno, desapareció todo el mundo y me quedé sola con otra prima, hija de un hermano de mi padre, muerto cuando la guerra, que tenía un año años más que yo y vivía en la casa contigua.

Por lo que se ve era la encargada de entretenerme y acompañarme. Fue mi compañera de juegos durante un año y aún es para mí una verdadera hermana.

-Vamos –dijo mi prima.

Yo estaba como atontada, la guindilla y el aguardiente me habían dejado fuera de juego. La seguí sin decir palabra. Caminamos unos cuantos metros hasta una huerta en la que había un palomar de adobe medio derruido. Allí estaban unos cuantos chiquillos y chiquillas de nuestra edad más o menos; de los nueve en adelante trabajaba todo el mundo.

-Esta es mi prima Carmen, es de la capital.

Todos me miraron con el ceño fruncido.

-Es hija del Pernales.

Yo llevaba puesto un vestido de organdí blanco, almidonado y encañonado, la enagua tenía un volante de encaje que también estaba almidonado y encañonado y calzaba calcetines blancos y zapatos de charol negros.

Me había vestido sola porque nadie fue a decirme lo que me tenía que poner.

Ellos me miraban sin decir ni pío.

-Parece una pichona –dijo un chaval de unos ocho años.

Yo levanté los ojos del suelo y lo miré: tenía el pelo rubio, muy corto, como a tijeretazos, los ojos azules y unos mocos verdes que sorbía de forma intermitente. La camisa era de color indefinido entre marrón, negro y gris, aunque por la espalda se adivinaban algunas rayas azules sobre un fondo que algún día debió de ser blanco. Los pantalones eran marrones y en los laterales aún se podían adivinar los surcos típicos de la pana. Los sujetaba a la cintura con un cordón hecho de lana marrón y blancuzca. Se calzaba con unas alpargatas deshilachadas y llenas de agujeros.

Todos se rieron y comenzaron a canturrear:

-Pichona…, pichona…

A partir de aquel momento dejé de llamarme Carmen y pasé a ser la Pichona. Me integré en el pueblo: ¡ya tenía mote!

Mi libertad era total, me pasaba el día jugando a las cosas más inverosímiles, por ejemplo: a ver quien meaba más lejos (y siempre ganaba una chica a todos los chicos, no sé lo que hacía, pero el chorrillo salía disparado). Nunca me regañaban, y comer, lo que se dice comer, comía bien: además de las sopas de ajo para desayunar, garbanzos, un trozo de pan con tocino y un poco de chorizo para comer; patatas asadas al fuego para merendar y patatas picantes guisadas con sebo para cenar. Todo, menos las patatas de la cena, me sabía a gloria. Alguna vez se sustituían los garbanzos por alubias regadas con vinagre y muy de vez en cuando, si el tío cazaba una liebre, comíamos arroz (dos o tres veces en el año que estuve).

Por el invierno fui a la escuela con el resto de los niños y niñas del pueblo. Eran dos aulas, una para chicos y otra para chicas. De la enseñanza me acuerdo poco, sé que cada día volvía del colegio escalabrada porque todos eran muy brutos y las pedradas y los empujones eran la forma más común de divertirse.

Naturalmente, no había cuarto de baño, ni retrete ni nada de nada. Para hacer las necesidades estaba la cuadra o un paredón cercano a la casa de mis tíos. Ir a la cuadra era un tormento porquelas gallinas acosaban mi trasero y me daban pavor. Además estaba el Negro que, a veces, me daba la sensación de que tenía cinco patas. Para limpiarse había que buscar una piedra que no se hubiera usado anteriormente con idéntico fin.


(Esto es lo que queda de tan indigno paredón)

Cada diez o quince días íbamos a la panadería a por el pan. Mi familia le entregaba a los panaderos el suficiente trigo para hacer el pan del año y un exceso para pagar su trabajo. Así funcionaban las cosas, el dinero era escaso y se guardaba para algo de ropa, alpargatas, medicinas y ciertos alimentos: aceite, arroz, etc., todo lo que ellos no producían y necesitaban. Cuando íbamos a por el pan era una fiesta, porque la panadera nos regalaba una torta de aceite que tenía anises: el pastel más exquisito.

Fui para dos meses y estuve casi un año. A veces pensaba que mis padres se habían olvidado de mí, pero tampoco me importaba demasiado. Y la verdad es que un poco sí se habían olvidado: no me mandaron ni ropa de invierno, ni me fueron a ver ni me llamaron e incluso no sé si escribirían alguna vez porque yo leía poco y mal. Así que mis tíos, que no tenían ni un duro, me tuvieron que comprar un vestido de abrigo y unas alpargatas y mi tía me hizo una chaqueta de punto con lana de oveja que picaba enormemente aunque abrigaba.

Los domingos íbamos al baile con las primas mayores. Era una nave destartalada en la que un músico tocaba una especie de flauta a la que llamaban dulzaina. Después, como a una de mis amigas de juegos se le murió la tía y no podía ir a bailes, íbamos a las eras es decir, donde se trillaba el trigo y las habas en verano. Allí paraban todos los que estaban de lutos (a partir de los dieciocho años casi todos tenían algún luto: por los abuelos, por los padres, por los tíos, por los hermanos, y hasta por los primos). Claro, cuando empezaba a oscurecer, se formaban parejitas que se hacían arrumacos y otras cosas porque muchas salían preñadas. Yo de aquella no entendía bien el significado de esa palabra, pero sabía que era algo malo que ocurría mucho, aunque tengo que aceptar que se asumía con cierta naturalidad.

Lo dicho, fui absolutamente feliz; aunque, cuando volví a casa, estaba irreconocible. Recuerdo que, al poco de llegar, mi madre me empezó a preguntar:

-¿Qué desayunabas?

-Sopas de la puta parió.

-¿Pero qué dices niña? ¿Qué barbaridades son esas?

A mi madre le costó mucho tiempo reconducir mi educación por los derroteros de lo que era deseable en una niña bien de una ciudad de provincias, es más creo que nunca lo consiguió del todo, de lo cual me alegro.


domingo, 15 de noviembre de 2009

MARIANO ÁLVAREZ IGLESIAS Y JESÚS ÁNGEL GONZÁLEZ LASTRA: El deporte es su vida.


Mis monitores de "aquagym"



El “aquagym” es una variedad aeróbica dentro del medio acuático, con música, sin grandes impactos, sin sentir tanto cansancio y manteniendo el agua entre 29 y 31 ºC . Es un ejercicio estupendo, relajante y agradable que, en mi caso, me facilita la movilidad mermada por la artrosis, y otras enfermedades de columna, que padezco.

En mi caso voy a la piscina que la Mancomunidad del Cabo Peñas tiene en Antromero y mis monitores son Mariano y Jesús.
























































Mariano Álvarez Iglesias siempre ha hecho deporte. Como viene de una familia de deportistas, de pequeño se hizo socio del Club de Natación Santa Olaya y practicaba la natación y otros deportes: atletismo, futbol, baloncesto, montaña. Su vida se ha canalizado alrededor del ejercicio físico de una u otra forma. Dejó los estudios al acabar el BUP y, como su tío tenía una empresa de fontanería, se puso a aprender el oficio de fontanero y trabajó en ello algún tiempo, aunque pronto se dio cuenta de que aquello no era lo suyo. Se decidióa entrar en el ejército y estuvo siete años en Infantería de Marina en La Armada de Cádiz.

“ Eso me gustó más porque en cierto sentido está vinculado al deporte: tienes que mantenerte en forma porque en ese cuerpo la forma física es muy importante. Fue una buena experiencia, pero en un momento dado me apetecía más volver a Asturias con mi familia y lo dejé definitivamente. Volví a la fontanería, pero no es lo mío”

A partir de ese momento decide dedicarse al deporte profesionalmente y comienza a formarse primero como socorrista y luego como monitor de gimnasio, de natación, de actividades de sala y otros.

“ Me gusta la natación y todo lo relacionado con el ejercicio en el agua, pero, sobre todo, me gusta trabajar con niños.” y ahora, además soy monitor de “aquagym” .

El “aquagym” es un ejercicio agradable, ayuda a relajarse y el tiempo se nos pasa volando, aunque hemos tenido diversos monitores y monitoras, cada uno tiene su estilo y con unos es más agradable que con con otros.

"Es que es una disciplina muy novedosa y todavía no se ha desarrollado un protocolo muy estricto, de forma que hay muy pocas oportunidades de formación. Fundamentalmente se aprende de otros compañeros y adaptas otras actividades que hacías en sala. Es un ejercicio muy completo, aunque parezca que es muy femenino, porque mayoritariamente lo practican mujeres, no es cierto, puede ser muy exigente, depende de cómo se haga. Mis clases, en parte, las enfoco hacia el publico femenino y meto un poco de baile y un poco de diversión para que resulte atractivo”

Y doy fe de eso, sus clases son muy divertidas. Desde que está como monitor en la piscina ha aumentado considerablemente el número de participantes, y yo creo que él tiene algo que ver en eso.

“Los hombres, en general solo buscan “machacarse” y no les importa la música o la diversión, pero el público femenino es más exigente en ese tema, quieren venir aquí a desconectarse un poco de la rutina diaria y pasar un rato agradable”

El grupo es muy heterogéneo en lo que a edades se refiere y aunque se asegura que es un ejercicio muy adecuado para personas mayores por sus beneficios respecto a la movilidad, somos pocas, yo creo que soy la mayor de todas.

“No tiene edad. En un grupo heterogéneo como éste, cada uno hace lo que puede, no todos los ejercicios los tienen que seguir todos con la misma intensidad, depende de la fuerza, la movilidad o la coordinación de cada uno, pero todo es adaptable a los componentes del grupo. Lo único que se precisa es tener unas ideas básicas sobre flotabilidad, que si no se tienen se pueden adquirir en unos días en un curso de natación"

¡Hay que animarse!

"Estoy muy agradecido a la gente que viene a mis clases, cada día hay más afluencia y aunque a mí me paguen lo mismo por una que por cincuenta, es muy agradable ver que a la gente le gusta. Desde que estoy en la piscina de Antromero estoy encantado"

Y nosotras


Jesús Angel González Lastra siempre se ha dedicado al deporte. Desde muy pronto tuvo muy claro que la actividad física y la enseñanza iban a ser los motores de su vida.

“He utilizado el deporte como una forma de relajación, de evasión e incluso me ha servido para relacionarme con los demás. El deporte es salud, es vida y es alegría. Es muy placentero ver como la gente se marcha de la piscina con una sonrisa porque se siente bien, y es que cualquier actividad física es alegría y es salud”

Comenzó con atletismo y yudo, al acabar el COU se decantó por la carrera de maestro de educación física y más tarde hizo el grado de técnico superior en actividades físicas y se especializó en algunas disciplinas deportivas.

“No fue la mejor opción, tenía que haber hecho la carrera superior en deportes, el INEF, porque la salida con el magisterio está dificultosa. Me hubiera gustado especializarme en todo, pero es imposible, hay que escoger y opté por: baloncesto, acondicionador físico, fitness y actividades físicas en piscina. Me gusta contribuir a que la gente haga deporte y se encuentre bien.

El deporte hay que planteárselo como una forma de vida, como salud… Algunos creen que si están “cachas” ligan más, y es verdad, pero sólo durante la adolescencia, o como mucho en la primera juventud, luego lo que de verdad importa son otras cosas. No hay que olvidar que el ejercicio físico contribuye a estar bien psíquicamente”

Jesús Ángel es un claro ejemplo de que los “tios buenos” a la vez pueden ser muy interesantes en el plano intelectual.

“Antes el hombre fuerte era el guerrero, muchos no sabían ni leer y, por otra parte, el intelectual no se cuidaba de estar en forma física. Hoy en día está muy claro que cuerpo y mente son un todo, que el ejercicio provoca una buena oxigenación que facilita el proceso intelectual. Ese mito no tiene nada que ver con la realidad.”

Fue alumno mío, buen alumno, educado, agradable, siempre de buen humor… Desde entonces he mantenido una cordial relación con su madre y con él. Estoy orgullosa de Jesús Ángel aunque el otro día me dijera :

“Oye Blanca, tú eras una profesora muy exigente, pero… en esto no te esfuerzas lo suficiente”

Si me esfuerzo, pero soy mayor y tengo la columna vertebral destrozada, así que hago lo que puedo, no obstante intentaré hacerlo mejor.



Despúes del ejercicio y de ducharnos y arreglarnos, Charo y yo, y a veces Marcelino ( el único "chico" que hace aquagyn con el grupo) vamos a la cafetería a tomar un cafetín y cuando pueden, se unen nuestros monitores ( siempre con prisa). Erika es muy atenta y los tertulianos muy agradables. Un buen momento.