miércoles, 25 de noviembre de 2009

EL GOL DE MARCELINO. Por Xana Espinosa

Foto extraída de Internet.



El 21 de junio de 1964 amaneció encapotado y yo nerviosa. Al fin llegó el día, el día de mi boda. Creí que nunca llegaría, me invadía una gran ansiedad y una sensación agridulce.
Yo no quería casarme por la iglesia, hacía cuatro años que había “apostatado”, al menos en mi fuero interno, y esta concesión a la dictadura me fastidiaba. No me quedó más remedio que hacerlo.
-Para casarse sólo por el juzgado tendrá que hacer una declaración de ateismo que la incapacita para realizar cualquier trabajo público -Me anunció de forma sumaria el funcionario, después de echarme una mirada inquisitiva.
Pues tendría que aguantarme, porque yo era maestra y eso me inhabilitaba para ejercer mi profesión y necesitaba trabajar.
También era necesario que me casara y por las mismas razones: me había quedado embarazada. Si digo que no sé cómo, no miento. Bueno si lo sé, pero fue casi un milagro. En Madrid nunca habíamos tenido la oportunidad de intimar a esos niveles; la facultad, las cafeterías, los comedores universitarios, e incluso el cine, no eran lugares adecuados, siempre había gente. No teníamos coche ni en el pensamiento y en nuestras respectivas pensiones no admitían a nadie del otro género. Sí es verdad que nos “magreábamos” hasta donde la discreción del lugar nos lo permitía, pero nada más.
Cuando vinimos de vacaciones a casa, un jueves aciago del mes de marzo, nos fuimos de excursión con mi más íntima amiga y su novio. Llegado el momento, el novio de mi amiga (un suramericano que estudiaba en una Facultad de Oviedo, y que tenía mucha cara, porque luego se descubrió que estaba casado y tenía dos hijos) sugirió que nos separásemos para dar un paseo, y a todos nos pareció bien. Así que entre los eucaliptos comenzamos el juego al que ya estábamos más o menos acostumbrados. La falta de gente hizo lo demás.
-Sólo entre las piernas –apremió más que sugirió Falo.
Y, tonta de mí, cedí porque mi cabeza tampoco andaba muy lista en aquel momento.
Pero yo creí que no había pasado nada importante, porque no me enteré de la fiesta y no noté ningún cambio, ni en mi cuerpo ni en mi espíritu. Supuse que mi honor había quedado intacto. Pero en abril fui consciente de mi problema y en mayo decidimos casarnos, entre otras cosas porque el régimen no permitía dar clase a las madres solteras.
Yo estaba enamorada, esa es la verdad; pero no entraba en mis planes casarme tan pronto y con una responsabilidad tan grande. Así que, en el momento en que supe que estaba embarazada, me urgió porque en aquellos tiempos eso era lo último y el deshonor manchaba a toda la familia.
Organizamos una boda sin misa, sin invitados y casi sin novios. Mi madre se disgustó muchísimo y me echó una buena reprimenda; pero, cuando yo le dije que sabía desde hacía tiempo que se había visto en las mismas circunstancias no volvió a decir nada y se puso a coserme el vestido blanco de novia, tipo Jacqueline o Farah Diva, no recuerdo bien. Mis suegros exigieron confirmación de mi estado. Nunca me lo perdonaron: había embaucado a su hijo. Años más tarde, me enteré de que mi suegra también se había casado embarazada.
La boda fue por la tarde, no recuerdo bien la hora. El cura no nos dio otra alternativa para una boda tan estrafalaria.
Allí estábamos a la hora pactada, yo de blanco, Falo de esmoquin alquilado y siete invitados: mi madre, mis hermanas, los padres Falo y dos amigos que actuaron como testigos. Sobre la marcha se resolvió quiénes iban a ser los padrinos: uno de los amigos y mi hermana mayor, que muy previsora había llevado las arras y los anillos.
Terminada la ceremonia, nos fuimos a merendar a una cafetería cercana. Los clientes nos miraban asombrados: una novia de largo y de blanco y un novio de esmoquin tomando un café.
La conversación fue más o menos la siguiente:
-También, vaya día para casaros –argumentó Tony, uno de nuestros amigos.
-Ya estaba pactado antes, siento haberos hecho esta faena –se disculpó Falo
-Yo creo que ye el mejor equipu del mundo –dijo mi suegro que hasta entonces no había abierto la boca -, no hay duda de que Lev Yashine ye el mejor portero de todos los tiempos.
-Dicen que ye vasco –dijo mi suegra que era una gran forofa-, de los que se llevaron cuando la guerra.
-¡Ojalá ganen! –exclamó mi suegro que se consideraba ácrata, militó en la CNT y había luchado con los “rojos”.
-¿Quiénes? –se apresuró a preguntar mi hermana que tenía un novio franquista de pro, hijo de caído por Dios y por España y casi ingeniero industrial y estaba tan enamorada que se había hecho de derechas.
-¡Quién va a ser! Los rusos –contestó mi suegro de forma tajante.
-No tenían que haber permitido que se celebrase el partido. Solís convenció a Franco a pesar de que los demás ministros estaban en contra. Lo sé de muy buena tinta –afirmó mi hermana.
-¿Te gusta el fútbol? –le preguntó a mi hermana Sabino, el otro amigo.
-Nada –contestó ella-, es un divertimento absurdo.
-Entonces lo comprendo -dijo Sabino-. No entiendes la importancia de este partido.
-Es verdad, es lo más grande que nos ha pasado –confirma Falo-. Estoy pensando que podríamos ir todos al hotel donde tenemos reservada la habitación. Tienen un gran salón con televisión, no creo que pongan inconveniente.
-¡Estupendo! -se apresuró a opinar mi suegro, como si se le quitara una carga de encima.
-Pues vamos –dijo Falo.
-Nosotras nos marchamos a casa –comentó mi hermana un poco contrariada.
Con el entusiasmo de ver el partido, nadie se enteró de que mi madre y mis hermanas se iban. Y, la verdad, yo no sabía qué hacer, estaba desconcertada y apabullada. A mí, que era la novia, nadie me preguntó nada.
Tomamos un taxi, de aquellos que tenían “transportín” y nos fuimos al hotel. El recepcionista no puso inconveniente a que todos nos sentáramos en el salón. A los pocos minutos comenzó el partido.
El locutor, con la típica voz chillona de estos eventos y un entusiasmo poco común, comenzó a nombrar las alineaciones. Por España: Iríbar; Rivilla, Olivella, Calleja; Zoco, Fusté; Amancio, Pereda, Marcelino, Suárez y Lapetra. Los nombres de los rusos eran mayormente ininteligibles e inescribibles.
Con los primeros pases me disculpé y me fui para la habitación, dije que a cambiarme, pero en realidad estaba ofendida. Es verdad que la boda había sido algo anormal, pero no como para que el novio se fuera a ver un partido. Esperé horas, tres o cuatro por lo menos, y, cuando ya me había dormido, siento la puerta y oigo a Falo casi gritar:
-¡No sabes lo que te has perdido! ¡Hemos ganado! Gracias a Marcelino. ¡Qué tío! ¡Menudo cabezazo! Se adelantó a la defensa y le metió la cabeza por delante del ombligo para coger un centro de Pereda. ¡Oye! El balón salió como un rayo a la base del palo izquierdo de Yachin, que ni la olió.
-Ya sabes que el fútbol no me interesa.
-El portero nada de nada. Lo llaman la araña negra, pero todo nombre. ¡Qué va! No tiene nada que hacer al lado de Iríbar.
Se cayó un momento y al fin añadió: “¿Quieres salir a cenar?”.
-No. Merendé mucho y además tengo sueño. Acuéstate.
-Incluso era mejor Carmelo, en sus tiempos, claro. Franco, con la sonrisa en la boca, le entregó la Copa a Olivella, y eso que el muy gilipollas dudó de si participar en la final. Y Luis Suárez… lo hizo muy bien, la alineación fue perfecta. Marcelino regaló la camiseta a Gerardo García, ¡Oye! Gerardo estaba entusiasmado… Hasta mi padre salió encantado, aunque perdieran los rusos. Esto del fútbol es muy grande, es lo máximo…
Falo siguió y siguió y yo me dormí. El gol de Marcelino fue lo único glorioso de esa noche.

2 comentarios:

  1. Eres mujer, elegancia genuina
    de esplendida y natural belleza
    denotas amor, paz, delicadeza
    vigor, valor, integridad divina.

    Hoy me propongo homenajearte
    por ser de tu cumpleaños el día
    que lo pases con más que alegría
    felicidades te van de mi parte.

    Que hoy nada te haga enfadarte
    que algo te anime a otra historia
    que se encumbre en tu memoria
    que otro gol venga a inspirarte.

    miércoles 25 de noviembre de 2009

    ResponderEliminar
  2. el gol de marcelino fue lo único glorioso de esa noche...que buena me quedo con ¨A mi nadie me pregunto nada¨ manda narices!! ahora estaré más en contacto y sabré algo mas de ti querida miaaa!vuestra visita fué un encanto y siempre es un placer hablar contgo y escuchar tus historias que no son pocas...un beso y un abrazo muy grande os queremos mucho!Fran.

    ResponderEliminar