domingo, 30 de mayo de 2010

OLVIDO Y JESÚS.

Hace algún tiempo que me aseguraron que Olvido producía unas “fabes” excelentes y como era tiempo de cosecha decidí comprobar la bondad de sus productos. Me acompañó Meri que conocía a Olvido porque de vez en cuando le compraba huevos, fabes patatas y cosas así.
Nos dirigimos a casa de Olvido por un camino estrecho que se empinaba loma arriba por .una zona desconocida para mí. Al llegar a la cima del pequeño montículo se abrió ante nosotros un paisaje maravilloso, una vista increíble, un cerrado y jugoso valle poblado de casas dispersas ornadas aún de alguna que otra flor y rematado en la otra orilla por un frondoso bosque. Es verdad que Asturias es así pero todavía me sorprende.
A medida que nos acercábamos a la casa tenía la sensación de traspasar el umbral del tiempo cincuenta años atrás. Era de arquitectura cuadrada, mezcla de piedra y cemento, sin ningún revoque ni pintura, con una galería de madera absolutamente desvencijada y dos ventanas pequeñas, tan llenas de trastos que casi se adivinaban unos escuálidos geranios en lo que aún afloraban tímidamente, confundidos entre hojas y ramas secas, los restos rojos de las flores ya mustias.
La puerta de madera deslucida por el tiempo estaba entreabierta. Mi amiga llamó pero no contestó nadie. Dimos vuelta hacia la parte trasera y apareció una estancia que podía ser la cuadra, o un almacén, o la tenada, o no se sabe qué, en la que las telarañas, el polvo y las gallinas se había apoderado de enseres y aperos. Sentado a la puerta y cabruñando la guadaña se encontraba un hombre de entre sesenta o setenta años, de pelo aún oscuro, abundante, mirada huidiza y bastante corpulento.
Meri se dirigió a él:
- Buenas tardes Jesús. ¿Por dónde anda Olvido?
El hombre contestó algo que yo no alcancé a comprender, era como si hablara para dentro. Yo miré a Meri con cara de interrogación y ella me explicó:
- Dice que está en la cocina. Voy a ver. Espérame aquí.
A los pocos segundos de desaparecer mi amiga, una mujer de unos setenta años vino hacia mí. Me miró con cara de pocos amigos. Era alta y corpulenta a pesar de la edad, de pelo abundante, pocas canas y restos de una permanente abandonada a su suerte. No es que fuera fea, pero si mal encarada. A la vista de su expresión inmediatamente le expliqué:
- Soy amiga de Meri
Silencio.
-Vinimos por fabes.
Silencio.
-Su marido le dijo a Meri que estaba en la cocina y ha ido a buscarla.
- No ye mi marido, ye el mi fiu -me dijo airadamente.
¡Vaya metedura de pata! Intenté arreglar las cosas.
-Bueno, no lo parece. La verdad es que usted no representa tanta edad como para ser su madre.
La tal Olvido me siguió mirando con cara hosca y yo tratando de ser amable añadí:
-Claro, es que antes en la aldea se casaban muy jóvenes.
-Yo nunca me casé. Soy soltera.
La verdad es que me “descolocó” de tal forma que no sabía que añadir. La situación era muy embarazosa. Gracias que en ese momento llegó Meri.
-Buenas tardes Olvido. Fui a la cocina a buscarte. Jesús me dijo que estabas allí. Mira , queríamos fabes.
-No tengo - contestó secamente.
-¡No me digas que ya las vendiste todas!
-No. Entovía no les escogí.
-¡Ah! Bueno. No hay prisa. Ya volveremos otro día.
Meri se dio la vuelta con la intención de irse pero yo me resistía a marcharme de aquella forma tan destemplada así que añadí:
-Estaba hablando con Olvido. Me ha dicho que fue madre soltera y me gustaría que me contase algo más. Verá Olvido, es que yo escribo historias y la suya me interesa.
-No hay na que contar. Lo que pasó, pasó.
-Ya, lo comprendo. No le gusta recordarlo.
Olvido me miró de arriba abajo.
- Son coses de la vida. De siempre vivimos aquí aunque no ye nuestru. Nosotros semos los arrendatarios
-Ya..
- Enantes el dueñu era Don Jaime, el padre. –Y como vio que no quedaba muy claro añadió- Sí, el médicu de Ovieu. Pero murrió na guerra.
-Ya.
- Cuando pasó yo tenía trece años, diba pa catorce y el fiu de Don Jaime, el señoritu Jaime tenía vente. El también diba pa médicu.
- ¿El hijo del médico es el padre?
- Bueno era. Murrió hace cinco años. El casu ye que… Un día contrelu caminu del chigre. Yo diba buscar a padre, que siempre taba n’el chigre y ¡ pescaba unes!. Topelu y díxome que si taba muy bien, que si era una muyer. Yo ni casu, pero diba tras mío hasta que llegamos al prau del calvu, allí cogiome pola fuerza y fízome… - se quedó callada , como si no supiera o no quisiera explicar lo que había pasado - Bueno ya se sabe, yo d’aquella no sabía na.
- Y usted ¿qué hizo?
- Na más que me soltó fui pa casa corriendo a contalo a mi ma, pero no me creyó, o no quiso creeme. Díxome que no lo contara, que podía ser una gran desgracia. Podien dexanos na calle. Asína que yo no fice ni dixe na.
- ¿Qué paso después?
- De seguío creciome la barriga. Padre y los mis hermanos preguntáronme pol padre, pero yo callada.
- ¡Claro! En aquellos tiempos ser madre soltera estaba muy mal visto.
- Sí. -Se le aguaron los ojos- No m’echaron de casa, pero prohibiéronme salir y relacioname con otra xente. El día que nació Jesús cristianáronlu allí mesmamente, no queríen que lu viera la xente y tos ficieron como si no tuviera aquí, como si no naciera. Sólo tábamos él pa mí y yo pa él. Acuérdome bien de que tardó en andar porque, al llevalu yo siempre arreblagau n'a cadera, porque facíalo to col neñu a cuestes, el criu tenía les piernes muy torcies. Lo cierto ye que nunca nos separamos.
- Bueno, pero Jesús iría a la escuela, como todos los niños.
- Nunca fue. Cuando tenía tres años pasó lo de la guerra. Fue una gran desgracia. Mataron a dos de los mis hermanos y el otru migró, y mi padre tamién murrió, dixeron que d’un infartu, pero yo creo que de pena y tristeza. En el cuarentiuno sólo tábamos n’a casa la mi ma, el neñu y yo. Pensamos que los amos divan chanos, pero desque el señoritu Jaime, el padre de Jesús, fízose cargu de la casa no volvieron a la casona ni supimos más nada. Creo que quiso ayudame, chame una mano, porque él bien sabía que era el padre del neñu. El casu ye que como Jesús tenía nueve años y ya podía trabayar no pudo facer otra cosa, asína que no tuvo tiempu pa dir a la escuela.
- Y ¿ nunca salió de casa ?
- No. No fue a la mili por ser fiu de soltera. La verdad ye que nunca nos separamos si no fuera cuando me operaron del fibroma.
-Y ¿nunca pensó en casarse? - pregunté osadamente.
- ¿Quier decir que si Jesús tuvo moza?
- Bueno no, quería decir que si usted nunca pensó en buscar un marido.
-¡ Pa que diba casame yo!, ¡ni Jesús! Él y yo semos una familia, no necesitamos más.- dijo de muy mal talante- Y, ¡ya va bien! Nunca conté estes coses. No sé pa que digo na.
La verdad es que era difícil seguir preguntando sin herir la sensibilidad de aquella mujer de trágico destino y a su vez era cruel hacer cualquier comentario sobre las circunstancias sociales y políticas que permitieron aquellas cosas Y como ella dio por terminadas sus confidencias nos despedimos sin fabes pero con una historia interesante.

viernes, 28 de mayo de 2010

Este era mi precioso rosal floribundo. Hubo qut talarlo porque la estructura que lo sostenía estaba en ruinas y era muy peligroso.
Tenía más de treinta años. Ahí queda para el recuerdo.

jueves, 27 de mayo de 2010

SIGUE LA PRIMAVERA

El saúco está en flor, no lo admiramos suficientemente porque en Asturias es un árbol invasivo, pero si nos fijamos bien también tiene su belleza.
El rosal floribundo de mi vecina también está en flor. Yo tenía uno de flores rosa que hubo que talar porque la estructura en la que se apoyaba estaba en ruina. Todavía lo lloro.

miércoles, 26 de mayo de 2010

EL DOLOR DE LA INOCENCIA

A pesar de que han pasado cuarenta y cinco años, durante sus dieciséis mil doscientas veinticinco noches, al apagar la luz y durante el duermevela previo al sueño, María tiene siempre la misma visión:
Está llamando por teléfono. Se pone al habla una voz infantil.
-¿Quién ye?
Sorprendida pregunta de forma tímida y titubeante:
-Por favor ¿Estará por ahí Fonso?
-No. Aquí no hay ningún Fonso -dice la voz infantil y sin más cuelga.
Vuelve a marcar
-Dígame… -Esta vez era una voz de mujer madura.
- Por favor, ¿está José ?
- ¿Qué José?, ¿padre o hijo?
No sabe qué contestar, el silencio resulta inquietante.
-Quiero decir que si pregunta por Jose hijo…
-Pues, ni padre ni hijo –contesta María.- Disculpe… No sé… Vamos a ver, pregunto por Don José Rendueles Ordiales.
- !Ah!, bueno…, ya … Ye el mi hombre. No está ¿Qué ye lo que quier?
María cuelga el teléfono. Está desconcertada.
Al poco rato vuelve a llamar de nuevo.
-Dígame -Otra vez la voz adulta.
-Disculpe que insista de nuevo. Me ha dicho que Don José Rendueles Ordiales es su marido, pero, ¿realmente es su marido? Es que, perdone que lo ponga en duda porque la persona por la que pregunto es mi marido.
-¡Naturalmente que soy su mujer! Y para más datos nos casamos el veintitrés de julio de mil novecientos cincuenta y tres, en la Iglesia de la Trinidad. Y tenemos cuatro hijos, dos chicos y dos chicas y...
María suelta el teléfono como si le quemara. Suena un tiro seco. Llora sin lágrimas y sin consuelo. Le duele la cabeza.

(Continuará)

lunes, 24 de mayo de 2010

SIGUE LA PRIMAVERA


El jardín empieza a estar cuajado de flores.
Éstas están arrebatadas y cuando las está dando el sol son una preciosidad. No sé cómo se llaman, si alguién lo sabe le agradecería que me lo dijese.






EL OJO MAGI. Por Delia Blanco Tamargo

Ramón y Hermelinda, por un lado, y Covadonga y Olivo, por el otro, eran nuestros vecinos. Olivo se celaba de Ramón y Covadonga de Hermelinda. Nosotros, en el medio, fuimos testigos de estos celos.
Hermelinda y Ramón vivían ajenos a todo esto. Tenían un vetusto camión con el que se ganaban la vida llevando leche que compraban por los alrededores hasta Mieres, en donde la vendían. A la vuelta, traían el camión cargado de carbón para la misma gente a la que compraban la leche. Por aquel entonces la reglamentación alimentaria no era muy estricta que digamos.
Olivo estaba jubilado de las minas de caolín, debido a una cojera que le quedó como secuela de un accidente, y completaba su pensión con el trabajo en el campo. Tenía dos vacas y un burrito malo como un demonio, que mordía a poco que te descuidaras.
Los celos de Olivo eran tormentosos y, a menudo, descargaba su ira contra Covadonga con insultos y palizas. Ella, con frecuencia, huía refugiándose en nuestra casa y desde allí contestaba a sus insultos con gracia e ingenio. Esto enfurecía aún más a Olivo y ponía a mis padres en grave aprieto, al verse como árbitros en un pleito de pareja que tenía difícil solución; pues, tan pronto intercambiaban insultos, como arrumacos. Por una parte, Covadonga tenía la teoría de que lo que le pasaba a Olivo era que estaba enamorado de Hermelinda y como no era correspondido, pagaba con ella su frustración. Mi madre, aunque nunca dudó de su honestidad, le costaba mucho creerla. Para apoyar su versión, Covadonga explicaba a mi madre:
-Es muy fácil. Tú observa. ¿Ves lo que hace? ¿Ves cómo mira? ¿Ves acaso que esté ahí alguien más?
Efectivamente, mientras descargaba el burro con parsimonia, Olivo miraba una y otra vez a Hermelinda, que trasteaba con los bidones de la leche delante de casa.
-Ahora, se meterá en la cuadra a mirar por el ojo magi, y sabe Dios cuándo saldrá. Se mete ahí y la observa a través de un agujero que hizo en la puerta aprovechando un nudo de la madera. Yo lo tapé, primero con corcho, después con un trozo de madera que pulí hasta lograr acoplarlo en el agujero, y todos me los fue quitando sin decir ni pío. Pero de hoy no pasa...
Mi madre la miró con preocupación:
-¡No estás en lo que celebras! ¿Cómo va Olivo a pasar las horas mirando por un agujero como si fuera un crío imberbe? ¡Tú soñaste!
Ella, sin más, salió resuelta y se metió en su casa para volver a salir al momento, armada con una gran plancha de hierro, de aquellas de antaño, que antes de usar se debían de calentar encima de la chapa de la cocina. Se paró y, dedicando una mirada al tendido, cogió impulso y lanzó la plancha, estrellándola contra la puerta de la cuadra. No pasó nada. Covadonga siguió como si tal cosa, canturreando por allí y regando las plantas. Como a la media hora, salió Olivo de la cuadra con la cara como un eccehomo y, sin rechistar, pasó junto a Covadonga mirándola con odio.
Santo remedio. Nunca más volvió a usar el ojo magi.

sábado, 22 de mayo de 2010

LOS ELEMENTOS. Por Marisa Valledor

Siembras la huerta
temprano , sin sol.

Recoges la fruta
de tarde, sin luna.

Te enredas en el microcosmos
de las hiervas silvestres,
que nacen de las baladas de los arroyos.

Orientas las manos caducas,
y envasas la luz
en el cuarto de los conjuros.

Cortejas una juventud olvidada.

Y en cada sueño rejuvenecen
las semillas de tus conocimientos.

miércoles, 19 de mayo de 2010

LA VERDADERA VIDA

Un día descubrí la verdadera vida
Las gallinas, los conejos, los cerdos, los burros…
Los montes, el río, las huertas…
El aire, el frío, el calor…
El molino, los palomares, las cuadras…
Las peleas, las pedradas, las travesuras…
Sí, un día fui feliz
Me llevaron al pueblo y me dejaron allí.

martes, 18 de mayo de 2010

BENIGNO DELMIRO COTO .Admirable coordinador de talleres literarios

Por casualidad, contarlo ahora se saldría de mi objetivo, me apunté para participar en un taller literario en Sotrondio, patrocinado por la agrupación de mujeres Alameda y coordinado por Benigno Delmiro Coto. De esto hace cinco años. Toda mi gente me aseguró que no me iba a compensar recorrer tantos kilómetros una vez por semana pero se equivocaron de medio a medio. El taller fue una delicia, y asistí durante cuatro años, y si no he seguido es porque en este curso la asociación Alameda se ha propuesto dedicar el dinero a publicar algunos de los textos habidos en el taller.
Benigno estimuló mi creatividad como no lo había echo nadie y mis compañeras de taller son hoy en día verdaderas amigas con las que disfruto enormemente.

Benigno es profesor de Literatura y Lengua en el instituto de enseñanzas medias de Llanera, escritor y coordinador de talleres literarios. Nacido en la cuenca minera y con la mina metida en el alma, en su juventud no estaba seguro de si su vocación literaria era superior a su afición al futbol o al revés
“ Mi vinculación a la literatura viene de mi gran afición a la lectura desde la niñez. Empecé con los cómics de El Jabato y El Capitán Trueno para pasar a las aventuras de Tintín, y de ahí a Salgari, Julio Verne, Stevenson y media biblioteca de El Entrego y del Instituto Virgen de Covadonga que devoré en raciones diarias (lo que me suponía ganar más libros como premio al lector más persistente). Lo de comenzar a escribir fue más tarde (quien lee está llamado a escribir irremediablemente) y de la mano de mi profesor de Literatura del Instituto: Elías García Domínguez, un maestro de la vida (siempre quise ser como el profesor que él era), del lenguaje y del texto literario. La primera vez que me sentí escritor bien pagado fue a los catorce años, cuando don Elías me mandó a competir a Colloto en el Concurso regional que promovía Coca-Cola: me inflé a tomar “fantas”, así que luego la redacción, que iba de vuelos y aviones, para mí que se resintió y no acabó de tomar tierra y asentar"
Parece que ganó la partida la literatura y desde entonces es su vida profesional, y uno de sus entretenimientos, aunque no hay que menospreciar al futbol del que sigue siendo un forofo incondicional

Parece ser que comenzó con los talleres literarios como profesor de los cursos de Creación Literaria que ofertaba la Universidad Popular Municipal de Gijón, allá a principios de los años ochenta.
“Resultó una experiencia muy gratificante y novedosa: en España, al contrario de USA y Sudamérica, no eran bien conocidos estos modos de acercarse a lo literario en grupos de personas de diferente condición social, formación e ideología. Lectores que a la vez escriben y comentan los escritos propios y ajenos sin descartar las aportaciones de los clásicos y demás escritores y escritoras profesionales. Y de esto ya han pasado casi treinta años coordinando talleres literarios en Asturias y conociendo a personas entrañables que hacen crecer a uno más cada día. Así que tengo una visión bastante amplia del pasado y el futuro de la Literatura tanto dentro como fuera de las aulas de Secundaria y Bachillerato"
Es verdad, yo también he conocido a personas entrañables, entre otras al propio Benigno, he crecido con él y con mis compañeras y esperó seguir creciendo con ellos en los años venideros.
Gracias Benigno por haberme hecho la vida tan agradable en los cinco últimos años.

EL CINAMOMO ESTÁ EN FLOR



El cinamomo esta en flor y en olor. ¡Un placer anual para los sentidos.
Y esta otra no sé como se llama, es viajera y caprichosa, sale donde quiere, ahora se ha instalado en la escalera de mi casa y adorna un montón, no huele pero alegra la escalera.

domingo, 16 de mayo de 2010

AVELINA

Avelina contempla el paisaje. Ha dejado de llover y está escampando. La luz fría de febrero ilumina los tejados rojos que salpican aquí y allá el verde rabioso de los prados. A lo lejos la boca estéril de la mina. Desde su corredor, caldeado por la cocina de carbón, es primavera.
También llovía en diciembre del treinta y seis, cuando los aviones surcaban el cielo y su madre la obligó a bajar al sótano después de ser alcanzada por la explosión. Al salir del sótano, a pesar de la desgracia, la tarde era primaveral.
Y en octubre del treinta y nueve, cuando la vil jactancia del vencedor rompió su vientre de quince años, aún virgen, después de raparle la cabeza y hacerle tomar aquel bebedizo maloliente. Y se le quedaron las entrañas secas y germinadas. Sí, también llovía; pero, al día siguiente, la luz y el color lo inundaba todo.
Y llovía el trece de abril del cuarenta y uno, cuando se casó con aquel minero rudo: el único que la quiso a pesar de tener una hija de otro hombre. Ella lo aceptó porque no le quedaba más remedio, pero ya se había arrepentido la misma noche de bodas. Y cuando se levantó, magullada por fuera y por dentro, y salió a la quintana a respirar aire puro, el olor de la hierba emergiendo le recordó que ahí estaba la primavera.
Y en julio del cuarenta y nueve, cuando corrió y corrió entre la lluvia por la ladera del monte porque aquel mal nacido intentó violarla. ¡Claro! ella trabajaba en la madera, como un hombre, y eso no se podía consentir. No paró hasta llegar a su corredor, y cuando, exhausta y llorosa, se sentó en su silla y miró al frente, ya era otra vez primavera.
Sí, Avelina es como nuestra tierra, siempre llorando y siempre brotando.

Güelita! ¿Estas ahí?
-Sí. Toy n’el corredor. Ties la merienda n’a mesa.
-Cuéntame algo, ¡anda!... De esas cosas tuyas.
-Yes como tu madre, y como tu güela. Téngolo contao más de mil veces.
-¡Anda!
-¿Qué quiés que te cuente?
-No sé, lo de la guerra, o lo del armario, o lo de mis tres güelitos, lo que tú quieras.
-Bueno, pero siéntate y merienda.

sábado, 15 de mayo de 2010

Pulpín de Lanzarote



jueves, 13 de mayo de 2010

ARRASTRANDO CADENAS, SOLTANDO LASTRE. Por Delia Blanco Tamargo.

Feminismo: doctrina social que concede a la mujer capacidades y derechos reservados hasta ahora a los hombres.
A Sagrario y a Herminia, nacidas a principio de la segunda década del pasado siglo, esta filosofía les fue completamente ajena. Fueron dos mujeres de reconocida bondad y, de algún modo, sus vidas guardaron cierto paralelismo.
Sagrario era buena moza. Hija única, heredó de sus padres un pequeño capital, era, lo que se suele decir, un buen partido. Se casó con Fausto, alias “Asgaya”, apodado así por su costumbre de apelar de continuo a esta palabra. No era muy alto, pero sí guapo y con mucha chispa, según Sagrario.
Herminia, buena moza también, pero viuda y sin posibles, tuvo que conformarse con Nero, viudo a su vez, y con tres hijos. Nero era de todo menos guapo. Le llegaba a Herminia a la altura del pecho. Tenía una pierna más corta que otra, a consecuencia de lo cual cojeaba ostensiblemente.
Fausto y Nero no fueron maridos ejemplares.
Fausto era muy popular en todos los chigres de la contorna. Borrachín y jaranero enseguida montaba la fiesta. Acompañándose de palmas y taconeo solía cantar un estribillo de su invención que decía: Trin, triquitriquitrín, tía María Manuela, tía María Martín, no me toques del que me duel, ten. Así con estas y otras juergas fue dilapidando, poco a poco, la herencia de Sagrario. Pero esa no fue la peor de sus costumbres, la peor era la vuelta del chigre. Al entrar en casa, el humor se le volvía del revés.
-Si contestabas, eras una loba y, si callabas, una zorra. Así que, pusiéraste como te pusieras, si venía con gana armála, de los palos nun te salvaba ni clavería -decía Sagrario sin el menor asomo de rencor, tal como si estuviera hablando del hijo díscolo al que se disculpa cualquier trastada.
Nero tampoco le fue a la zaga a Fausto en cuanto a borracho. Su discapacidad no le permitía llegar muy lejos por lo que se limitaba a ir al chigre del pueblo. Después de horas bebiendo, su estado de embriaguez no le permitía volver a casa por sus medios, por lo que era Herminia la que se encargaba de su transporte. Echándolo a sus espaldas, emprendía la vuelta aguantando estoicamente el peso y los insultos con los que Nero le agradecía el servicio.
Sagrario crió con bastantes penurias económicas los cinco hijos que tuvo con Fausto.
Herminia no tuvo hijos propios. Sacó adelante los de su marido, tratando de atemperar los efectos del carácter de un padre irascible y despótico.
Así, entre palizas y vejaciones, tiraron ambas por la vida hasta que un día… tuvo lugar un hecho que dio un giro cualitativo a su existencia.
Fausto entró en casa borracho y con ganas de armar follón una vez más. Cogiendo un hacha se fue hacia Sagrario y se abalanzó sobre ella que, viéndose perecer, le arrebató el hacha con una mano, mientras con la otra lo agarró por el cuello y, sujetándoselo debajo del brazo, le dijo:
-¡Si estimas tu vida, respeta la mía! -Esto último siempre lo contaba Sagrario declamando al mejor estilo clásico.
A partir de ese día, nunca más volvió Fausto a levantarle la voz y mucho menos la mano.
El vaso de la paciencia de Herminia rebosó un día, en el que subiendo con su humanoide carga una empinada cuesta de las que abundan por El Colláu Escobal, oye a Nero que dice, en el paroxismo de su monólogo:
-¡Mecagüen la patoletona! ¡Nun hay muyer como la primera!, ¡pósame, hija puta, que te voy dar dos osties!
Herminia no se hizo de rogar. Aprovechando que pasaban por el borde de un pequeño desnivel, bajó los hombros ligeramente, y con un golpe seco de caderas lo basculó en un matorral plagado de ortigas y artos. Apurando el paso dicen que la vieron, sin volver la vista atrás, desoyendo los aullidos de Nero, que vomitaba insultos sin parar. Lo que nadie volvió a ver fue aquel transporte tan particular. Se ignora quién rehusó primero.
Siempre me he preguntado por qué estas mujeres, habiendo podido evitarlo, aguantaron tanto tiempo una situación tan humillante. Se lo planteé a Sagrario en una ocasión:
-¿Por qué, si con una mano te sobraba para dominar a Fausto, consentiste que te machacara de esa manera?
-Ella me miró con cara despavorida, igual que si hubiese dicho una blasfemia, y contestó:
-¡Ay non guapina, ay guapina non!¿Nun sabes que al home que se-y revuelve la muyer ya nun tien más créditu?¿Cómo iba yo a falta-y así al respetu al mio Fausto?
Me quedé sin palabras…

miércoles, 12 de mayo de 2010

LOS COLORES DE LA NATURALEZA


El sábado, cámara en mano, fui al parque de Isabel la Católica a cazar imágenes de las rosaledas que en este tiempo suelen estar cuajadas de flores. Pues no, una rosa aquí y otra allá, así que me metí dentro de una de ellas y éste es el resultado.

lunes, 10 de mayo de 2010

LO MÁS HERMOSO QUE UNA HIJA PUEDE DECIR DE SU MADRE. Por Beatriz de la Iglesia

(Extraído de un comentario)

La amistad es ciertamente una de las cosas más hermosas que existe, cuando es profunda y verdadera. Hablo de la amistad incondicional, de esos pocos seres humanos que uno de vez en cuando se encuentra por la vida con los que uno sabe que puede contar al 100% cuando las cosas se ponen feas. Mis amistades también han sido en mi vida una de la mayores fuentes de satisfacción y de fuerza externa cuando todo se derrumba por dentro. Sin embargo, hay una fuerza muy superior a esa, constante e infinita, completamente incondicional y que nunca falla. Para los seres realmente afortunados, hay una persona que está ahí siempre, y que te permite descargar todas las responsabilidades cuando empiezan a pesar demasiado, abdicar todas las decisiones cuando son decisiones imposibles, o recogerte en un nudo y volver a ese punto en que no todo dependía de ti. Esa persona es una buena madre.

Lo realmente extraño es que a veces cuando hablamos de nuestras madres con otras personas, les contamos lo muchísimo que las queremos, lo importantes que son en nuestras vidas, les relatamos las maravillas de su inteligencia, su buen hacer, su admirable presencia física, su gusto por la ropa, su capacidad de relación con los demás, su fortaleza, las hazañas que han realizado en su vida, su habilidad para todo tipo de cosas, cómo nos han inspirado, cómo nos han hecho las personas que somos y nos han dado todo lo que ahora nos produce orgullo propio. Sin embargo, cuando hablamos con ellas, por motivos que no llego a comprender, nos resulta difícil expresar todos esos pensamientos y emociones directamente. Quizás sea porque como dicen “donde hay confianza da asco”, y parece que no es necesario expresar lo que se siente con alguien que es como una extensión de ti mismo.

A veces pienso que si mi madre me oyese hablar de ella se quedaría atónita del orgullo con el que hablo, de cómo la describo, de cómo creo realmente que hay poquísimas mujeres que le lleguen a los talones (y no porque sea mi madre). No es que sea perfecta, que errores a cometido un ciento, pero yo sé desde lo más profundo de mi corazón que si un día ella no está ahí, uno de los eslabones mas grandes que me une a este mundo se romperá y me sentiré completamente a la deriva. Y el mundo se volverá un sitio infinitamente mas oscuro y vacío, no solamente porque yo la eche de menos, sino también porque habrá perdido a alguien con infinitas cualidades

sábado, 8 de mayo de 2010

LEONOR Y ¡TANTAS LEONORES! Por Blanca Nieves Pérez Francia

Hace unos días, paseando por el Concejo, por eso de la osteoporosis, el reuma, la artrosis etc. porque ahora todo se cura paseando, me encontré con un antiguo alumno. Me alegre hacía unos cuantos años que no lo veía. Ya es un hombre hecho y derecho. Está casado y tiene un niño de dos años, aunque no creo que él pase de los veintitrés. En la quintana estaba el pequeñín jugando con una señora.
-Ye mi bisabuela y la tatarabuela del neñu -me dijo muy orgulloso Miguel.
-¡Caray!, parece imposible. Buenas tardes. Soy una antigua profesora de Miguel.
La señora levantó la cara y pude verla bien. Por su vestimenta parecía muy mayor, pero de cara nadie diría que llegaba a los setenta. Tenía el pelo entrecano, muy corto y rizado, la piel curtida pero tersa, la mirada triste y los labios desdibujados.
-¡Ah! –dijo y me echó una mirada franca y abierta.
-Perdone la indiscreción, pero Miguel me ha dicho que es la tatarabuela del niño. ¡Parece imposible! ¿No es usted muy joven?
-Bueno, tengo ochenta y un - me miró para er el efecto que me hacía su confesión-, cumplidos en enero.
-¿Se casó muy joven no?
-Ye que enantes les coses eren d’otru modu. De bien rapacina dexé l’escuela pa dir a llindiar les vaques. Pin, el mi hombre, también era un rapacín y diba a les vaques como yo. Tábamos xuntos to’l día, así que, cuando Pin tenía catorce añinos, dexome preñá. Yo era un añu más mayor, pero, pa los tiempos que corren, una neña.
-Sí qué corrió y ¿cuántos hijos tuvo?
Ella continuó como si no hubiera terciado la pregunta.
-Así que na de cortejar ni na de na. N’un santiamén, vino la boda, la neña y otres cuatro más. La verdad ye que, después de cinco neñas, el quintu embarazu cayonos más que mal, pero n’aquellos tiempos eso de “la planificación familiar” era cosa de la naturaleza: destetaba una cría y quedaba preñá d’otra. Pero llegó el “machu” y Pin púsose tan contentu que tomó l’asuntu con muches ganes. Parí quince fios, pero algunos muriéronme de crios, antes del añu. Ye que d’aquella les enfermedaes… Criáronseme cinco hembres y cuatro machos.
-Ya tendría que trabajar para criar y educar a una familia tan grande
-¡Uf! ¡Muncho trabayé! Ye verdad que Pin sudaba lo suyo, pero por les tardes diba p’al chigre. Ya se sabe, pa les muyeres ye otra cosa. Entre el trabayu de la cuadra y el de la casa no paraba un momentu. Aunque los fíos, desque podíen ayudar también trabayaben lo suyo. Los nenos diben con su padre y les nenes ayudábenme n'a casa . D’aquella, pa l’ascuela díbase poco. Si teníen un tiempu libre campaben onde queríen.
-Bueno, ¿volvería a casarse tan joven? -pregunté por preguntar.
-No sé. No me fue tan mal. Eso sí, Pin venía muy borrachu y ¡ dábanos unes palices! Así que les tres mayores, en cuantu pudieron marcharon pa servir n’a capital... no tendríen los trece años. Les otres dos quedáronse pa’n casa, p’ayudame con los sus hermanos. Menos mal que Tino, el mayor, era muy formal y saconos les castañes del fuegu. Nolo, no: desque pudo, libróse de les palices: fue a cumplir el serviciu militar y no volvió. Los gemelos quedáronse: el trabayu taba difícil. Bueno, casáronse y luego ya se sabe. Pero no tuve mala vida, no. Lo peor fue lo de Pin.
-¿Qué pasó?
-Na, que como taba alcolizau, marchó a pulpos y tragolu la mar. Hace diez años.
-Esta muyer ye boba -afirmo su biznieto, y añadió-,desde que murió el güelu vive como una marquesa: tien perres, que antes no tenía un duru, porque no veía nada de la paga, toda se la bebía el mi güelu, y, además, está la mar de tranquila sin que nadie le pegue.
-Eso ye verdá -contestó Leonor – Pero… ¿qué ye una muyer sin un paisanu?

martes, 4 de mayo de 2010

JULIÁN PELÁEZ CRESPO. El mejor profesional que he conocido en mi vida.

Cuando iba a cumplir sesenta años decidí acogerme a la jubilación voluntaria porque muchas mañanas me costaba moverme lo suficiente como para ir a trabajar. Así que cuando salió la convocatoria me hice con la documentación y comencé a preparar el papeleo. Yo siempre he sido partidaria de eso de “zapatero a tus zapatos” y cuando comprobé que aquello era un poco complicado me puse a buscar un profesional al que encargarle el asunto. Una compañera me sugirió a Julián, que trabajaba en una habilitación de Oviedo, así que pedí una cita y a los dos días estaba hablando con él.
El resultado de mi consulta fue increíble. Me gestionó todo el papeleo y lo presentó en la administración. Luego tuve que firmar unos papeles, volví a hablar con él y en la conversación salió que me quería jubilar, aunque no me convenía mucho, porque mi deteriorada salud me impedía acudir al trabajo de forma regular. Rescató la solicitud que había cursado y preparó todo lo habido y por haber para solicitar una jubilación por incapacidad, más ventajosa para mí. Me gestionó dos juicios con la administración, que por cierto ganamos, y aquí estoy, en la mejor de las situaciones posible.
Y todo esto, siempre con la sonrisa en la boca, informándome puntualmente de cómo iban las cosas y sin casi tener que moverme de mi casa.
Si de algo estoy satisfecha es de haberme decidido a poner en manos de una persona tan competente mi futuro y le estaré eternamente agradecida.

Especie de lirios ( tipo azucena)



Las he puesto nuevas este año y dan una flor impresionante. No sé cuanto durarán ni tan siquiera si son anuales.

domingo, 2 de mayo de 2010

LA HIGUERA Y LA CARRETILLA


La higuera está deprimida, llora por las heridas anuales que le dan su porte majestuoso. ¿Cómo se puede superar esta desgracia? Ya no es la más bella del jardín. Treinta años de reinado indiscutible… y… ahora… aquella carretilla plebeya, fea, vieja y lisiada le ha quitado el puesto. Se quiere morir y se niega a superar el dolor de la poda.
A su sombra acogedora han pasado mil cosas: bodas, fiestas de San Juan, comidas en familia, celebraciones de cumpleaños, barbacoas con los amigos… Y Luego esos higos dulces y sabrosos que salen de sus entrañas… ¡Más de sesenta años al servicio de sus amos! Ella los quiere y ellos siempre le han agradecido sus servicios proclamándola la mejor, la más hermosa… Y eso casi era un milagro entre tantas flores y arbustos. Ahí está el boj, tiene tantos años como ella, impresiona, pero nunca la ha llegado a la suela de los zapatos. ¿Y el manzano del fondo que ya de viejo se adorna con vistosas rosas rojas y blancas? muy bonito, pero lo miran una vez y se olvidan de él.
Acostumbrada a ser la estrella indiscutible no puede soportar el nuevo protagonismo de la carretilla, que luce su hermosura a cuatro escasos metros de la higuera.
Hace dos años, los amos dejaron la vieja carretilla en una esquina, compraron otra nueva y flamante y se olvidaron de ella durante todo el invierno. La carretilla lloró y lloró su desgracia. Olvidado su aseo, fue recogiendo todo lo que volaba en los días de viento y al finalizar la primavera empezaron a salir de su mugriento vientre unas preciosas flores de adormidera. Los amos se fijaron en ella, y, cuando la adormidera murió, la asearon, la pintaron, la cargaron de tierra vegetal y fertilizantes y sembraron montones de begonias rosas. La colocaron frente a la mesa donde se come a la sombra de la higuera, y su nueva belleza deja asombrados a propios y ajenos.
-Muy bonita, sí –le dijo la higuera- pero no sirves para nada, antes eras fea, pero útil.
-¿Te parece poco? -contestó la carretilla- Sé que ya no sirvo para cargar nada, pero todos se embelesan contemplándome. Sé que no me queda mucho tiempo de vida, mi esqueleto de hierro se está corroyendo, yo no estoy hecha para esto, pero no esperaba esta nueva juventud que hace felices a los que me rodean. Sin duda estoy pasando la época más venturosa de mi vida.
La higuera reaccionó. La carretilla tenía razón, su reinado duraría poco y luego ella volvería a ser la más apreciada, la más hermosa. Al fin y al cabo, una higuera, a nivel humano, es casi eterna. Y volvió a superar sus heridas, como siempre, esperando salir de su letargo invernal para lucir su frondosa copa, y volver a madurar los higos exquisitos que todo el mundo aprecia.