sábado, 8 de mayo de 2010

LEONOR Y ¡TANTAS LEONORES! Por Blanca Nieves Pérez Francia

Hace unos días, paseando por el Concejo, por eso de la osteoporosis, el reuma, la artrosis etc. porque ahora todo se cura paseando, me encontré con un antiguo alumno. Me alegre hacía unos cuantos años que no lo veía. Ya es un hombre hecho y derecho. Está casado y tiene un niño de dos años, aunque no creo que él pase de los veintitrés. En la quintana estaba el pequeñín jugando con una señora.
-Ye mi bisabuela y la tatarabuela del neñu -me dijo muy orgulloso Miguel.
-¡Caray!, parece imposible. Buenas tardes. Soy una antigua profesora de Miguel.
La señora levantó la cara y pude verla bien. Por su vestimenta parecía muy mayor, pero de cara nadie diría que llegaba a los setenta. Tenía el pelo entrecano, muy corto y rizado, la piel curtida pero tersa, la mirada triste y los labios desdibujados.
-¡Ah! –dijo y me echó una mirada franca y abierta.
-Perdone la indiscreción, pero Miguel me ha dicho que es la tatarabuela del niño. ¡Parece imposible! ¿No es usted muy joven?
-Bueno, tengo ochenta y un - me miró para er el efecto que me hacía su confesión-, cumplidos en enero.
-¿Se casó muy joven no?
-Ye que enantes les coses eren d’otru modu. De bien rapacina dexé l’escuela pa dir a llindiar les vaques. Pin, el mi hombre, también era un rapacín y diba a les vaques como yo. Tábamos xuntos to’l día, así que, cuando Pin tenía catorce añinos, dexome preñá. Yo era un añu más mayor, pero, pa los tiempos que corren, una neña.
-Sí qué corrió y ¿cuántos hijos tuvo?
Ella continuó como si no hubiera terciado la pregunta.
-Así que na de cortejar ni na de na. N’un santiamén, vino la boda, la neña y otres cuatro más. La verdad ye que, después de cinco neñas, el quintu embarazu cayonos más que mal, pero n’aquellos tiempos eso de “la planificación familiar” era cosa de la naturaleza: destetaba una cría y quedaba preñá d’otra. Pero llegó el “machu” y Pin púsose tan contentu que tomó l’asuntu con muches ganes. Parí quince fios, pero algunos muriéronme de crios, antes del añu. Ye que d’aquella les enfermedaes… Criáronseme cinco hembres y cuatro machos.
-Ya tendría que trabajar para criar y educar a una familia tan grande
-¡Uf! ¡Muncho trabayé! Ye verdad que Pin sudaba lo suyo, pero por les tardes diba p’al chigre. Ya se sabe, pa les muyeres ye otra cosa. Entre el trabayu de la cuadra y el de la casa no paraba un momentu. Aunque los fíos, desque podíen ayudar también trabayaben lo suyo. Los nenos diben con su padre y les nenes ayudábenme n'a casa . D’aquella, pa l’ascuela díbase poco. Si teníen un tiempu libre campaben onde queríen.
-Bueno, ¿volvería a casarse tan joven? -pregunté por preguntar.
-No sé. No me fue tan mal. Eso sí, Pin venía muy borrachu y ¡ dábanos unes palices! Así que les tres mayores, en cuantu pudieron marcharon pa servir n’a capital... no tendríen los trece años. Les otres dos quedáronse pa’n casa, p’ayudame con los sus hermanos. Menos mal que Tino, el mayor, era muy formal y saconos les castañes del fuegu. Nolo, no: desque pudo, libróse de les palices: fue a cumplir el serviciu militar y no volvió. Los gemelos quedáronse: el trabayu taba difícil. Bueno, casáronse y luego ya se sabe. Pero no tuve mala vida, no. Lo peor fue lo de Pin.
-¿Qué pasó?
-Na, que como taba alcolizau, marchó a pulpos y tragolu la mar. Hace diez años.
-Esta muyer ye boba -afirmo su biznieto, y añadió-,desde que murió el güelu vive como una marquesa: tien perres, que antes no tenía un duru, porque no veía nada de la paga, toda se la bebía el mi güelu, y, además, está la mar de tranquila sin que nadie le pegue.
-Eso ye verdá -contestó Leonor – Pero… ¿qué ye una muyer sin un paisanu?

1 comentario:

  1. ¡Qué historias tan interesantes y reales cuentas, Blanca!. Da gusto leerlas.

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