domingo, 4 de julio de 2010

YA ESTAMOS EN VERANO

Ya estamos en verano y el jardín comienza a estar arrebatado de macizos de flores por aquí y por allá. Una delicia para los sentidos.

BEGONIAS



PETUNIAS

HORTENSIAS

sábado, 3 de julio de 2010

INVITACIÓN

EL VERDADERO AMOR

La pasión se sosiega
Y comienza el camino del verdadero amor
El que aguanta la convivencia, las primeras canas, los problemas con los hijos…
Y tú ya no estabas
Y mi espacio se fue haciendo grande y distante.
Lo siento.

domingo, 13 de junio de 2010

A pesar de todo SIGUE LA PRIMAVERA

A pesar de que el otoño, perdido y desorientado, ha venido a invadir a la primavera.
A pesar de que la naturaleza, a la deriva, llora desesperadamente por su desconcierto.
A pesar de que parece que todo nuestro mundo está sumido en el caos.
Han florecido los gladiolos, y las adormideras, y las hortensias…







sábado, 12 de junio de 2010

PILAR CARDÍN NIETO. Empresaria ejemplar.

Pilar Cardín Nieto nació en Panes ( Arriondas) y empezó con esto de las plantas al casarse con un técnico agrícola. Comenzaron con un invernadero de tomate y lechuga de unos mil metros y en poco tiempo, con trabajo y esfuerzo, llegaron a uno de tres mil metros, en Hevia, a tres kilómetros del Berrón . Ahí comenzaron con flor cortada : clavel y gladiolo, y luego pasaron a plantas ornamentales.
“Nos mudamos a San Andrés de los Tacones porque, cuando llegamos a cierto nivel de producción, había muchas dificultades con el transporte. Nos vinimos hacia la costa porque los tres o cuatro grados de diferencia de temperatura media se nota mucho en este tipo de cultivos. Y aún así en invierno tenemos que calentar con gasóleo o con biomasa.” Ahora nos hemos venido a La Granda porque en San Andrés nos han expropiado para construir un centro logístico.
Digamos que ella es la “comercial” de la empresa, el resto de la familia, y muy en especial su hijo que es ingeniero agrícola, se dedican más a la producción y al estudio de los posibles cultivos y de las condiciones óptimas para cada especie. Por otra parte,además de los viveros propios, traen planteles del Sur, principalmente de Almería, de Cataluña y sobre todo de Holanda.
“Yo no sabía nada, pero con el tiempo voy aprendiendo, aunque sólo sea para orientar a los particulares que, como tú, buscan consejos. Aunque no lo creas, la gente a la que le gustan las plantas son los menos. Da pena, hasta algunos de los que tienen floristería lo ven únicamente como un negocio, sin disfrutar de la belleza de lo que compran y venden. Y te aseguro que las plantas son caprichosas y agradecen mucho el buen trato”
A mí en gusta ir a comprarle petunias, alegrías, begonias, margaritas… y un sinfín de plantas. Suelo ir en abril, todo lo más en mayo, porque, como aún son muy pequeñas las compro a muy buen precio y Pilar me orienta en todo. Es una mujer encantadora a la que no le importa perder el tiempo con compradores como yo, de pequeñas cantidades, aunque su negocio esté dedicado principalmente a las floristerías y a las empresas distribuidoras de plantas.
Así que agradezco a Pilar sus atenciones y me acuerdo de ella en el verano, cuando el jardín se ve cuajado de flores.




jueves, 10 de junio de 2010

SIGUE LA PRIMAVERA

Los tajetes y las begonias están comenzando a florecer, dentro de poco formarán grandes matos cuajados de flores. Son una delicia.

martes, 8 de junio de 2010

LOS COLORES DE LA NATURALEZA. Fotografía de Fernando Moreno Díaz

Jardin submarino

EL DÍA QUE MURIÓ FRANCO.. Por Xana Espinosa.

El veinte de noviembre me levanté con poco espíritu. Llevaba diez o doce días con la duda de si ir o no ir a la facultad y al final había clase y volvíamos a casa con la convicción de que Franco se iba a morir y adiós clases por una pequeña temporada…, o larga, vete tú a saber, pero al fin no pasaba nada. Así que el “no sé qué hacer” era ya casi una rutina.
Cuando me dirigía a la ducha, Tina, la “empleada de hogar”, era el apelativo que estaba de moda para estas profesionales, se acercó a mí y con voz llorosa me dijo:
-Creo que se ha muerto Franco.
-Ya Tina. Con esas estamos desde hace más de un mes.
-No. Esta vez es de verdad. Lo dijeron por Radio Nacional a las seis y pico. Ya sabe que yo me despierto con la radio. No creo que lo soñara.
-¿A quien le podría preguntar yo para asegurarme? No se puede andar llamando por teléfono a estas horas.
-Yo estoy casi segura, señora.
-Pues mire. ¿Sabe qué? No voy a la facultad. Si después de estar allí hay que dar la vuelta es que me tiro de los pelos. De momento no levante a las niñas. Si no van al colegio que no vayan.
-He pensado en llamar a la tienda para que traigan el pedido a primera hora. Si luego tienen que cerrar por lo menos que nos hayan servido.
-Mejor voy yo. Por si acaso.
-¿Usted señora?
-Sí Tina. No se me van a caer los anillos. Se lo aseguro.
Es que Tina era una empleada de hogar de categoría. Anteriormente había servido en Madrid en una casa importante. El señor era militar y amigo personal del príncipe Juan Carlos y esto la marcó. Volvió a Gijón porque toda su familia vivía en Vega y con sus ahorros había comprado una casa en Pumarín, pero constantemente hacía referencia a sus antiguos amos y a lo importantes que eran. Eso sí, se había prometido que ella sólo trabajaría en una casa donde los señores fueran unos verdaderos señores.
Fui a la tienda y todo eran rumores. Nadie sabía qué hacer ni que decir. Todos nos mirábamos expectantes, esperando que el otro dijera algo, pero nada.
-¿Me vais a llevar el pedido?
-No lo sabemos doña Teresa. Estamos esperando a saber si hay que cerrar.
-No importa, no es mucho. Lo llevo yo misma.
-Lo sentimos, pero es lo mejor.
Constantino, el tendero, estaba como anonadado. Así que cogí las bolsas como pude y paré en la cafetería de al lado de mi casa porque a la hora del desayuno estaba repleta de hombres de negocios y alguna ama de casa. ¡Vacía!
-Oye Luis –le pregunté al camarero- ¿Sabes algo?
-¿Algo de qué?
-De lo de Franco. ¿Sabes si se ha muerto de verdad?
-Pues no estoy seguro. Pero ya ve que no hay nadie. Desde luego pasa algo muy gordo.
Como no había manera de enterarse de nada, volví a casa. Tina se escandalizó al verme cargada de paquetes.
-¿Señora! ¡Vaya por Dios! Ya le dije que iba yo.
-Vale Tina. ¿Se ha levantado Ramón?
-No. El señor no se levanta hasta las once o así. ¿Quiere que despierte al señor?
Por no morirme de risa me dirigí al cuarto de baño. ¡Y no había manera! Cuantas veces le dije: “Tina, deje esas tonterías de señor”, pero me miraba como si fuera a matarme.
Me senté en la sala y encendí la tele. Eran las diez cuando Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno, apareció con la voz entrecortada y quejumbrosa y los ojos hinchados, el color no se veía porque la tele era en blanco y negro.
-“Españoles: Franco ha muerto”. El hombre de excepción que ante Dios y ante la Historia asumió la inmensa responsabilidad del más exigente y sacrificado servicio a España ha entregado su vida, quemada día a día, hora a hora, en el cumplimiento de una misión trascendental. Yo sé que en estos momentos mi voz llegará a vuestros hogares entrecortada y confundida por el murmullo de vuestros sollozos y vuestras plegarias. Es natural. Es el llanto de España, que siente como nunca la angustia infinita de su orfandad. Es la hora del dolor y de la tristeza…
Y siguió largo y tendido en el mismo plan. La verdad es que a mí no me producía ninguna tristeza, pero me angustiaba la imagen que estaba viendo. Casi lloré. Además me sentía como huérfana. ¿Y ahora qué? Sonó el teléfono.
-Residencia de los señores de Expósito –dijo Tina con tono ceremonial- ¡Dígame!... Le paso… Señora es su madre.
-¡Hola mamá! ¿Ya te has enterado?
-¡Claro! Ahora lo que tenemos que hacer es ir a la tienda a comprar provisiones.
-Yo ya fui.
-Y, ¿cuánto compraste?
-Tengo algo en el congelador, quitando el pan y la leche me dará para tres o cuatro días.
-Con eso no haces nada. Tenemos que ir a comprar de todo por si viene una guerra. Tú de eso no sabes nada, pero te aseguro que lo más importante es tener comida.
-¡No exageres! Aquí no va a pasar nada así.
-¿Tú qué sabes! Después de comer vamos a por toda clase de víveres –su tono y hasta su vocabulario era prebélico.
-Supongo que cerrarán todos los comercios.
-¡Mecachis! Teníamos que haberlo previsto. En cuanto abran va a ser lo primero que hagamos.
-Bueno mamá, iremos.
En el fondo no lo dije por compromiso. De pronto, me pareció que tenía su lógica.
Cuando se levantó Ramón le di la noticia. No pareció sorprenderse nada. A mí me daba un poco de miedo lo que pudiera hacer o decir. Mi cuñado le llamaba “el metralleta” porque era muy de izquierdas y él todo lo solucionaba a tiros. Se me ocurrió cómo entretenerlo.
-Oye Ramón. Como va a estar todo cerrado, ¿qué te parece si invito a Carlos y a Chelo a tomar un café y luego echamos un mus?
Ramón hizo una especie de rugido afirmativo y se metió en el baño. Todos sabíamos que no podríamos contar con él en unas dos horas.
Carlos llegó a las tres en punto.
-¿Qué os ha parecido la noticia? –preguntó por decir algo.
-Ya se sabía. Si no era hoy sería mañana –y también contesté por contestar algo.
-Ese lleva fiambre más de una semana -aseguró Ramón-. Necesitaban tiempo para organizarlo todo y que nada se desmande ¿Qué ibas a esperar de estos cabrones?
-Desde el tres de noviembre, cuando lo operaron en el Pardo, era de esperar; pero, al alargarse tanto, uno no sabía qué pensar.
En esto llegó Chelo.
-¿Visteis? Era sabido que se moría –dijo mientras se quitaba la ropa.
-Señora. ¿Puedo servir ya el café? –Tina tan ceremoniosa como siempre.
-Sí. Gracias –le contesté con gran corrección.
-¿Empezamos? –preguntó Ramón.
Todos afirmamos y nos sentamos en la mesa que yo ya había organizado. Siempre jugábamos chicas contra chicos. A ellos les daba mucha rabia que ganaran unas simples mujeres. Cuando Ramón estaba dando la primera mano apareció Tina con el juego de café de plata que nos había regalado la tía, aunque yo creo que era de alpaca. También traía unas tacitas de porcelana de Macao que sólo se usaban en las grandes ocasiones.
-Dicen que Arias Navarro secuestró todo lo que se publicaba al respecto –afirmó Carlos que era muy discreto y nunca opinaba de nada-. No quería especulaciones sobre el futuro.
-En mi casa están todos hechos polvo -dijo Chelo que, aunque venía de una familia de gente humilde, últimamente les había ido muy bien y se habían hecho socios del Club Hípico.
Tina me había puesto una campanita de bronce, que ella misma me había regalado, para que llamara y no se me ocurriera levantarme para llevar las tazas sucias a la cocina. Ese era su reino y allí yo no podía entrar. Toqué la campana, vino a por el servicio y nosotros volvimos al mus. Empezó Ramón:
-Mus.
-Mus -dije mientras le pasaba a Chelo la señal de par de reyes.
-Mus.
-No hay mus –afirmó Chelo categóricamente. Envido a la grande.
-Pasamos.
-A la chica envida tú –me sugirió mi compañera.
-Envido.
-Envido más –dijo Ramón y yo hice un signo de afirmación.
-Tengo pares.
-Pares no.
-Pares sí.
-Pares sí.
-Siete a los pares.
- ¿Qué llevas? –le preguntó Ramón a Carlos.
-Un par de reyes.
-Queremos.
-Tengo juego.
-Juego sí.
-Juego no.
-Juego no. ¿Ves? Si son unas faroleras.
Pero no. Chelo tenía medias de ases. Total ganamos doce chichos y ellos dos.
-¿Qué creéis que va a pasar? –pregunté mientras Chelo barajaba.
-Pues nada. Que Juan Carlos asumirá la Jefatura del Estado y todo como siempre –aseguró Chelo. Ya lo ha dicho en su testamento político. Pidió para el Rey el mismo afecto y lealtad que habíamos tenido con él.
-Coronar lo coronarán, pero va a durar menos que un pastel a la puerta de un colegio –dijo Ramón muy convencido.
Y seguimos con nuestro juego.

domingo, 6 de junio de 2010

LÁGRIMAS SECAS. Por Marisa Valledor

Hoy quiero escribirte; lejos de tú mirada desafiante.
Mis ideas se rasgan pensando en ti, no puedo concentrarme.
Aún retumban en mi mente, los lamentos y lagrimas de tu madre.
Su mirada de un deseo oscuro contra mí.
Abrazos, besos, llantos, duelo.
Mis lágrimas están secas,
Adopto con las yemas de mis dedos las que derrama el espejo del baño cada mañana.
Te has ido sin saber que tu fuerza crece en mí ser.
Las rosas suplicantes de tu último perdón están marchitas; sus pétalos salpican el libro con el que cada noche olvidaba tú rabia, abrazada a su relato.

sábado, 5 de junio de 2010

NACIERON JUNTAS . Por Amparo Santana Infante

Estamos en Junio, en plena campaña electoral. El ambiente que se respira es de júbilo, las caras de la gente lo reflejan. Es emocionante pasear por las calles, mezclarse entre las personas, ver todo lo que está pasando y sentir esa sensación de libertad, que tanto nos ha costado conseguir.
Me acerco a mi Ayuntamiento para ver si estoy en las listas del censo. Busco Santana Infante, cuento cuatro y, ¡menudo susto!, es el nombre de mi hermana y no el mío. Me pongo nerviosa, miro a mi hermana y ésta me dice que vuelva a repasar la lista, que por mi nombre debería ser la primera y no la cuarta... miro y respiro: sí puedo votar.
Hoy es la víspera de las votaciones y, como no quiero esperar a última hora, estoy preparando mi voto y el documento de identidad. Me embarga la emoción: no puedo imaginar la sensación de poder depositar mis esperanzas, mis ideas, mis ilusiones, en una pequeña urna. Es la primera vez y estoy nerviosa. La primera vez en demasiados años. Pero, por fin, podríamos ser gobernados por las personas que íbamos a elegir.
Pero la vida da muchas vueltas. Miles de imprevistos. Al final, no pudo ser: todo quedó en un deseo. Tenía que estar inexcusablemente en otro sitio y no podía aplazarlo: tenía que ser... ya. El motivo fue que una personita no quiso esperar más. No pensaba perderse el acontecimiento. Deseaba estar aquí con todos nosotros y ser partícipe de la democracia que se iba a estrenar. Ahora esa personita está entre mis brazos.
Hoy jueves, quince de junio de 1977, a las cuatro y treinta nació mi hija. Sí, esperó lo justo para nacer en libertad, esa libertad que era y es un derecho fundamental para todo ser humano, y que a los españoles y españolas se nos había negado durante demasiado tiempo.
Mi voto sigue en el bolso.

viernes, 4 de junio de 2010

TE QUIERO


Te quiero
Qué simple y qué difícil
Y si te lo dicen los hijos cuando ya tienen hijos
¡Qué felicidad!
¡Qué sensación de de plenitud y de sosiego!
El del deber cumplido y el amor correspondido.

martes, 1 de junio de 2010

SIGUE LA PRIMAVERA


No doy a basto. La primavera empieza a desbordarse, aunque en Asturias es un poco tardía.
Los bulbos comienzan a florecer y hasta septiembre se irán sucediendo los distintos tipos.
Estos primeros alcanzan un desarrollo de más de quice centímetros de radio.
Estos otros solían florecer en agosto, pero este año he empleado un abono nuevo y me han sorprendido gratamente. ¿Habrá otra floración en agosto? ¿Alguién lo sabe?
Esto del blog me encanta, me ayudaís a conocer más y mejor los tiempos, nombres, etc. porque los libros dan condiciones distintas de las que tenemos en nuestra tierra.

MI PRIMERA COMUNIÓN Por ängeles Montero García

Cuenca del Nalón

Corría el año sesenta y dos, cuando hubo una gran huelga minera de dos meses más o menos. Mi madre estaba muy preocupada porque mi hermano y yo íbamos a tomar la primera comunión y quería celebrarlo con amigos y familiares. Yo era una niña de nueve años y tenía toda la ilusión del mundo. A mi hermano le compraron un traje de segunda mano y a mí género para hacerme un vestido blanco y vaporoso que, al mirarme con él puesto, me parecía el de una princesa.
Un día, cuando aún faltaba un mes para el gran momento, ocurrió algo que jamás podré olvidar. Mi padre, como todos los días, salió a dar un paseo, pero con cuidado, ya que la calle estaba llena de policías: los temibles grises. Yo no había ido a la escuela, porque estaba enferma y mi abuela me acompañaba, así que me entretenía mirando por la ventana.
De repente, se oyó un gran estruendo en la calle. Abrí la ventana y me asomé. Me llevé un gran susto, no veía a mi padre por ninguna parte, los grises estaban dando palos a diestro y siniestro y los mineros corrían de un lado para otro.
De pronto, una vecina de enfrente que estaba asomada a una ventana del segundo piso gritaba:
-¡Si tenéis cojones venir a por mí! ¡Sois unos cobardes!
Ellos, enfurecidos, subieron la escalera y, mientras tanto, se tiró por la ventana. No se mató pero quedó destrozada para toda la vida. Fueron horas de verdadera angustia. Al atardecer, volvió mi padre y nos dijo que se tuvo que tirar al monte.
La huelga siguió y las cosas se complicaron mucho. Ya no había dinero para el pollo del convite ni casi para comer todos los días.
El día de la comunión, como siempre, comimos los cuatro lo que había por casa.

LOS COLORES DE LA NATURALEZA


Los paisajes submarinos siempre nos sorpenden, aunque la fotografía no resulte muy nítida.

domingo, 30 de mayo de 2010

OLVIDO Y JESÚS.

Hace algún tiempo que me aseguraron que Olvido producía unas “fabes” excelentes y como era tiempo de cosecha decidí comprobar la bondad de sus productos. Me acompañó Meri que conocía a Olvido porque de vez en cuando le compraba huevos, fabes patatas y cosas así.
Nos dirigimos a casa de Olvido por un camino estrecho que se empinaba loma arriba por .una zona desconocida para mí. Al llegar a la cima del pequeño montículo se abrió ante nosotros un paisaje maravilloso, una vista increíble, un cerrado y jugoso valle poblado de casas dispersas ornadas aún de alguna que otra flor y rematado en la otra orilla por un frondoso bosque. Es verdad que Asturias es así pero todavía me sorprende.
A medida que nos acercábamos a la casa tenía la sensación de traspasar el umbral del tiempo cincuenta años atrás. Era de arquitectura cuadrada, mezcla de piedra y cemento, sin ningún revoque ni pintura, con una galería de madera absolutamente desvencijada y dos ventanas pequeñas, tan llenas de trastos que casi se adivinaban unos escuálidos geranios en lo que aún afloraban tímidamente, confundidos entre hojas y ramas secas, los restos rojos de las flores ya mustias.
La puerta de madera deslucida por el tiempo estaba entreabierta. Mi amiga llamó pero no contestó nadie. Dimos vuelta hacia la parte trasera y apareció una estancia que podía ser la cuadra, o un almacén, o la tenada, o no se sabe qué, en la que las telarañas, el polvo y las gallinas se había apoderado de enseres y aperos. Sentado a la puerta y cabruñando la guadaña se encontraba un hombre de entre sesenta o setenta años, de pelo aún oscuro, abundante, mirada huidiza y bastante corpulento.
Meri se dirigió a él:
- Buenas tardes Jesús. ¿Por dónde anda Olvido?
El hombre contestó algo que yo no alcancé a comprender, era como si hablara para dentro. Yo miré a Meri con cara de interrogación y ella me explicó:
- Dice que está en la cocina. Voy a ver. Espérame aquí.
A los pocos segundos de desaparecer mi amiga, una mujer de unos setenta años vino hacia mí. Me miró con cara de pocos amigos. Era alta y corpulenta a pesar de la edad, de pelo abundante, pocas canas y restos de una permanente abandonada a su suerte. No es que fuera fea, pero si mal encarada. A la vista de su expresión inmediatamente le expliqué:
- Soy amiga de Meri
Silencio.
-Vinimos por fabes.
Silencio.
-Su marido le dijo a Meri que estaba en la cocina y ha ido a buscarla.
- No ye mi marido, ye el mi fiu -me dijo airadamente.
¡Vaya metedura de pata! Intenté arreglar las cosas.
-Bueno, no lo parece. La verdad es que usted no representa tanta edad como para ser su madre.
La tal Olvido me siguió mirando con cara hosca y yo tratando de ser amable añadí:
-Claro, es que antes en la aldea se casaban muy jóvenes.
-Yo nunca me casé. Soy soltera.
La verdad es que me “descolocó” de tal forma que no sabía que añadir. La situación era muy embarazosa. Gracias que en ese momento llegó Meri.
-Buenas tardes Olvido. Fui a la cocina a buscarte. Jesús me dijo que estabas allí. Mira , queríamos fabes.
-No tengo - contestó secamente.
-¡No me digas que ya las vendiste todas!
-No. Entovía no les escogí.
-¡Ah! Bueno. No hay prisa. Ya volveremos otro día.
Meri se dio la vuelta con la intención de irse pero yo me resistía a marcharme de aquella forma tan destemplada así que añadí:
-Estaba hablando con Olvido. Me ha dicho que fue madre soltera y me gustaría que me contase algo más. Verá Olvido, es que yo escribo historias y la suya me interesa.
-No hay na que contar. Lo que pasó, pasó.
-Ya, lo comprendo. No le gusta recordarlo.
Olvido me miró de arriba abajo.
- Son coses de la vida. De siempre vivimos aquí aunque no ye nuestru. Nosotros semos los arrendatarios
-Ya..
- Enantes el dueñu era Don Jaime, el padre. –Y como vio que no quedaba muy claro añadió- Sí, el médicu de Ovieu. Pero murrió na guerra.
-Ya.
- Cuando pasó yo tenía trece años, diba pa catorce y el fiu de Don Jaime, el señoritu Jaime tenía vente. El también diba pa médicu.
- ¿El hijo del médico es el padre?
- Bueno era. Murrió hace cinco años. El casu ye que… Un día contrelu caminu del chigre. Yo diba buscar a padre, que siempre taba n’el chigre y ¡ pescaba unes!. Topelu y díxome que si taba muy bien, que si era una muyer. Yo ni casu, pero diba tras mío hasta que llegamos al prau del calvu, allí cogiome pola fuerza y fízome… - se quedó callada , como si no supiera o no quisiera explicar lo que había pasado - Bueno ya se sabe, yo d’aquella no sabía na.
- Y usted ¿qué hizo?
- Na más que me soltó fui pa casa corriendo a contalo a mi ma, pero no me creyó, o no quiso creeme. Díxome que no lo contara, que podía ser una gran desgracia. Podien dexanos na calle. Asína que yo no fice ni dixe na.
- ¿Qué paso después?
- De seguío creciome la barriga. Padre y los mis hermanos preguntáronme pol padre, pero yo callada.
- ¡Claro! En aquellos tiempos ser madre soltera estaba muy mal visto.
- Sí. -Se le aguaron los ojos- No m’echaron de casa, pero prohibiéronme salir y relacioname con otra xente. El día que nació Jesús cristianáronlu allí mesmamente, no queríen que lu viera la xente y tos ficieron como si no tuviera aquí, como si no naciera. Sólo tábamos él pa mí y yo pa él. Acuérdome bien de que tardó en andar porque, al llevalu yo siempre arreblagau n'a cadera, porque facíalo to col neñu a cuestes, el criu tenía les piernes muy torcies. Lo cierto ye que nunca nos separamos.
- Bueno, pero Jesús iría a la escuela, como todos los niños.
- Nunca fue. Cuando tenía tres años pasó lo de la guerra. Fue una gran desgracia. Mataron a dos de los mis hermanos y el otru migró, y mi padre tamién murrió, dixeron que d’un infartu, pero yo creo que de pena y tristeza. En el cuarentiuno sólo tábamos n’a casa la mi ma, el neñu y yo. Pensamos que los amos divan chanos, pero desque el señoritu Jaime, el padre de Jesús, fízose cargu de la casa no volvieron a la casona ni supimos más nada. Creo que quiso ayudame, chame una mano, porque él bien sabía que era el padre del neñu. El casu ye que como Jesús tenía nueve años y ya podía trabayar no pudo facer otra cosa, asína que no tuvo tiempu pa dir a la escuela.
- Y ¿ nunca salió de casa ?
- No. No fue a la mili por ser fiu de soltera. La verdad ye que nunca nos separamos si no fuera cuando me operaron del fibroma.
-Y ¿nunca pensó en casarse? - pregunté osadamente.
- ¿Quier decir que si Jesús tuvo moza?
- Bueno no, quería decir que si usted nunca pensó en buscar un marido.
-¡ Pa que diba casame yo!, ¡ni Jesús! Él y yo semos una familia, no necesitamos más.- dijo de muy mal talante- Y, ¡ya va bien! Nunca conté estes coses. No sé pa que digo na.
La verdad es que era difícil seguir preguntando sin herir la sensibilidad de aquella mujer de trágico destino y a su vez era cruel hacer cualquier comentario sobre las circunstancias sociales y políticas que permitieron aquellas cosas Y como ella dio por terminadas sus confidencias nos despedimos sin fabes pero con una historia interesante.

viernes, 28 de mayo de 2010

Este era mi precioso rosal floribundo. Hubo qut talarlo porque la estructura que lo sostenía estaba en ruinas y era muy peligroso.
Tenía más de treinta años. Ahí queda para el recuerdo.

jueves, 27 de mayo de 2010

SIGUE LA PRIMAVERA

El saúco está en flor, no lo admiramos suficientemente porque en Asturias es un árbol invasivo, pero si nos fijamos bien también tiene su belleza.
El rosal floribundo de mi vecina también está en flor. Yo tenía uno de flores rosa que hubo que talar porque la estructura en la que se apoyaba estaba en ruina. Todavía lo lloro.

miércoles, 26 de mayo de 2010

EL DOLOR DE LA INOCENCIA

A pesar de que han pasado cuarenta y cinco años, durante sus dieciséis mil doscientas veinticinco noches, al apagar la luz y durante el duermevela previo al sueño, María tiene siempre la misma visión:
Está llamando por teléfono. Se pone al habla una voz infantil.
-¿Quién ye?
Sorprendida pregunta de forma tímida y titubeante:
-Por favor ¿Estará por ahí Fonso?
-No. Aquí no hay ningún Fonso -dice la voz infantil y sin más cuelga.
Vuelve a marcar
-Dígame… -Esta vez era una voz de mujer madura.
- Por favor, ¿está José ?
- ¿Qué José?, ¿padre o hijo?
No sabe qué contestar, el silencio resulta inquietante.
-Quiero decir que si pregunta por Jose hijo…
-Pues, ni padre ni hijo –contesta María.- Disculpe… No sé… Vamos a ver, pregunto por Don José Rendueles Ordiales.
- !Ah!, bueno…, ya … Ye el mi hombre. No está ¿Qué ye lo que quier?
María cuelga el teléfono. Está desconcertada.
Al poco rato vuelve a llamar de nuevo.
-Dígame -Otra vez la voz adulta.
-Disculpe que insista de nuevo. Me ha dicho que Don José Rendueles Ordiales es su marido, pero, ¿realmente es su marido? Es que, perdone que lo ponga en duda porque la persona por la que pregunto es mi marido.
-¡Naturalmente que soy su mujer! Y para más datos nos casamos el veintitrés de julio de mil novecientos cincuenta y tres, en la Iglesia de la Trinidad. Y tenemos cuatro hijos, dos chicos y dos chicas y...
María suelta el teléfono como si le quemara. Suena un tiro seco. Llora sin lágrimas y sin consuelo. Le duele la cabeza.

(Continuará)

lunes, 24 de mayo de 2010

SIGUE LA PRIMAVERA


El jardín empieza a estar cuajado de flores.
Éstas están arrebatadas y cuando las está dando el sol son una preciosidad. No sé cómo se llaman, si alguién lo sabe le agradecería que me lo dijese.






EL OJO MAGI. Por Delia Blanco Tamargo

Ramón y Hermelinda, por un lado, y Covadonga y Olivo, por el otro, eran nuestros vecinos. Olivo se celaba de Ramón y Covadonga de Hermelinda. Nosotros, en el medio, fuimos testigos de estos celos.
Hermelinda y Ramón vivían ajenos a todo esto. Tenían un vetusto camión con el que se ganaban la vida llevando leche que compraban por los alrededores hasta Mieres, en donde la vendían. A la vuelta, traían el camión cargado de carbón para la misma gente a la que compraban la leche. Por aquel entonces la reglamentación alimentaria no era muy estricta que digamos.
Olivo estaba jubilado de las minas de caolín, debido a una cojera que le quedó como secuela de un accidente, y completaba su pensión con el trabajo en el campo. Tenía dos vacas y un burrito malo como un demonio, que mordía a poco que te descuidaras.
Los celos de Olivo eran tormentosos y, a menudo, descargaba su ira contra Covadonga con insultos y palizas. Ella, con frecuencia, huía refugiándose en nuestra casa y desde allí contestaba a sus insultos con gracia e ingenio. Esto enfurecía aún más a Olivo y ponía a mis padres en grave aprieto, al verse como árbitros en un pleito de pareja que tenía difícil solución; pues, tan pronto intercambiaban insultos, como arrumacos. Por una parte, Covadonga tenía la teoría de que lo que le pasaba a Olivo era que estaba enamorado de Hermelinda y como no era correspondido, pagaba con ella su frustración. Mi madre, aunque nunca dudó de su honestidad, le costaba mucho creerla. Para apoyar su versión, Covadonga explicaba a mi madre:
-Es muy fácil. Tú observa. ¿Ves lo que hace? ¿Ves cómo mira? ¿Ves acaso que esté ahí alguien más?
Efectivamente, mientras descargaba el burro con parsimonia, Olivo miraba una y otra vez a Hermelinda, que trasteaba con los bidones de la leche delante de casa.
-Ahora, se meterá en la cuadra a mirar por el ojo magi, y sabe Dios cuándo saldrá. Se mete ahí y la observa a través de un agujero que hizo en la puerta aprovechando un nudo de la madera. Yo lo tapé, primero con corcho, después con un trozo de madera que pulí hasta lograr acoplarlo en el agujero, y todos me los fue quitando sin decir ni pío. Pero de hoy no pasa...
Mi madre la miró con preocupación:
-¡No estás en lo que celebras! ¿Cómo va Olivo a pasar las horas mirando por un agujero como si fuera un crío imberbe? ¡Tú soñaste!
Ella, sin más, salió resuelta y se metió en su casa para volver a salir al momento, armada con una gran plancha de hierro, de aquellas de antaño, que antes de usar se debían de calentar encima de la chapa de la cocina. Se paró y, dedicando una mirada al tendido, cogió impulso y lanzó la plancha, estrellándola contra la puerta de la cuadra. No pasó nada. Covadonga siguió como si tal cosa, canturreando por allí y regando las plantas. Como a la media hora, salió Olivo de la cuadra con la cara como un eccehomo y, sin rechistar, pasó junto a Covadonga mirándola con odio.
Santo remedio. Nunca más volvió a usar el ojo magi.

sábado, 22 de mayo de 2010

LOS ELEMENTOS. Por Marisa Valledor

Siembras la huerta
temprano , sin sol.

Recoges la fruta
de tarde, sin luna.

Te enredas en el microcosmos
de las hiervas silvestres,
que nacen de las baladas de los arroyos.

Orientas las manos caducas,
y envasas la luz
en el cuarto de los conjuros.

Cortejas una juventud olvidada.

Y en cada sueño rejuvenecen
las semillas de tus conocimientos.

miércoles, 19 de mayo de 2010

LA VERDADERA VIDA

Un día descubrí la verdadera vida
Las gallinas, los conejos, los cerdos, los burros…
Los montes, el río, las huertas…
El aire, el frío, el calor…
El molino, los palomares, las cuadras…
Las peleas, las pedradas, las travesuras…
Sí, un día fui feliz
Me llevaron al pueblo y me dejaron allí.

martes, 18 de mayo de 2010

BENIGNO DELMIRO COTO .Admirable coordinador de talleres literarios

Por casualidad, contarlo ahora se saldría de mi objetivo, me apunté para participar en un taller literario en Sotrondio, patrocinado por la agrupación de mujeres Alameda y coordinado por Benigno Delmiro Coto. De esto hace cinco años. Toda mi gente me aseguró que no me iba a compensar recorrer tantos kilómetros una vez por semana pero se equivocaron de medio a medio. El taller fue una delicia, y asistí durante cuatro años, y si no he seguido es porque en este curso la asociación Alameda se ha propuesto dedicar el dinero a publicar algunos de los textos habidos en el taller.
Benigno estimuló mi creatividad como no lo había echo nadie y mis compañeras de taller son hoy en día verdaderas amigas con las que disfruto enormemente.

Benigno es profesor de Literatura y Lengua en el instituto de enseñanzas medias de Llanera, escritor y coordinador de talleres literarios. Nacido en la cuenca minera y con la mina metida en el alma, en su juventud no estaba seguro de si su vocación literaria era superior a su afición al futbol o al revés
“ Mi vinculación a la literatura viene de mi gran afición a la lectura desde la niñez. Empecé con los cómics de El Jabato y El Capitán Trueno para pasar a las aventuras de Tintín, y de ahí a Salgari, Julio Verne, Stevenson y media biblioteca de El Entrego y del Instituto Virgen de Covadonga que devoré en raciones diarias (lo que me suponía ganar más libros como premio al lector más persistente). Lo de comenzar a escribir fue más tarde (quien lee está llamado a escribir irremediablemente) y de la mano de mi profesor de Literatura del Instituto: Elías García Domínguez, un maestro de la vida (siempre quise ser como el profesor que él era), del lenguaje y del texto literario. La primera vez que me sentí escritor bien pagado fue a los catorce años, cuando don Elías me mandó a competir a Colloto en el Concurso regional que promovía Coca-Cola: me inflé a tomar “fantas”, así que luego la redacción, que iba de vuelos y aviones, para mí que se resintió y no acabó de tomar tierra y asentar"
Parece que ganó la partida la literatura y desde entonces es su vida profesional, y uno de sus entretenimientos, aunque no hay que menospreciar al futbol del que sigue siendo un forofo incondicional

Parece ser que comenzó con los talleres literarios como profesor de los cursos de Creación Literaria que ofertaba la Universidad Popular Municipal de Gijón, allá a principios de los años ochenta.
“Resultó una experiencia muy gratificante y novedosa: en España, al contrario de USA y Sudamérica, no eran bien conocidos estos modos de acercarse a lo literario en grupos de personas de diferente condición social, formación e ideología. Lectores que a la vez escriben y comentan los escritos propios y ajenos sin descartar las aportaciones de los clásicos y demás escritores y escritoras profesionales. Y de esto ya han pasado casi treinta años coordinando talleres literarios en Asturias y conociendo a personas entrañables que hacen crecer a uno más cada día. Así que tengo una visión bastante amplia del pasado y el futuro de la Literatura tanto dentro como fuera de las aulas de Secundaria y Bachillerato"
Es verdad, yo también he conocido a personas entrañables, entre otras al propio Benigno, he crecido con él y con mis compañeras y esperó seguir creciendo con ellos en los años venideros.
Gracias Benigno por haberme hecho la vida tan agradable en los cinco últimos años.

EL CINAMOMO ESTÁ EN FLOR



El cinamomo esta en flor y en olor. ¡Un placer anual para los sentidos.
Y esta otra no sé como se llama, es viajera y caprichosa, sale donde quiere, ahora se ha instalado en la escalera de mi casa y adorna un montón, no huele pero alegra la escalera.

domingo, 16 de mayo de 2010

AVELINA

Avelina contempla el paisaje. Ha dejado de llover y está escampando. La luz fría de febrero ilumina los tejados rojos que salpican aquí y allá el verde rabioso de los prados. A lo lejos la boca estéril de la mina. Desde su corredor, caldeado por la cocina de carbón, es primavera.
También llovía en diciembre del treinta y seis, cuando los aviones surcaban el cielo y su madre la obligó a bajar al sótano después de ser alcanzada por la explosión. Al salir del sótano, a pesar de la desgracia, la tarde era primaveral.
Y en octubre del treinta y nueve, cuando la vil jactancia del vencedor rompió su vientre de quince años, aún virgen, después de raparle la cabeza y hacerle tomar aquel bebedizo maloliente. Y se le quedaron las entrañas secas y germinadas. Sí, también llovía; pero, al día siguiente, la luz y el color lo inundaba todo.
Y llovía el trece de abril del cuarenta y uno, cuando se casó con aquel minero rudo: el único que la quiso a pesar de tener una hija de otro hombre. Ella lo aceptó porque no le quedaba más remedio, pero ya se había arrepentido la misma noche de bodas. Y cuando se levantó, magullada por fuera y por dentro, y salió a la quintana a respirar aire puro, el olor de la hierba emergiendo le recordó que ahí estaba la primavera.
Y en julio del cuarenta y nueve, cuando corrió y corrió entre la lluvia por la ladera del monte porque aquel mal nacido intentó violarla. ¡Claro! ella trabajaba en la madera, como un hombre, y eso no se podía consentir. No paró hasta llegar a su corredor, y cuando, exhausta y llorosa, se sentó en su silla y miró al frente, ya era otra vez primavera.
Sí, Avelina es como nuestra tierra, siempre llorando y siempre brotando.

Güelita! ¿Estas ahí?
-Sí. Toy n’el corredor. Ties la merienda n’a mesa.
-Cuéntame algo, ¡anda!... De esas cosas tuyas.
-Yes como tu madre, y como tu güela. Téngolo contao más de mil veces.
-¡Anda!
-¿Qué quiés que te cuente?
-No sé, lo de la guerra, o lo del armario, o lo de mis tres güelitos, lo que tú quieras.
-Bueno, pero siéntate y merienda.

sábado, 15 de mayo de 2010

Pulpín de Lanzarote



jueves, 13 de mayo de 2010

ARRASTRANDO CADENAS, SOLTANDO LASTRE. Por Delia Blanco Tamargo.

Feminismo: doctrina social que concede a la mujer capacidades y derechos reservados hasta ahora a los hombres.
A Sagrario y a Herminia, nacidas a principio de la segunda década del pasado siglo, esta filosofía les fue completamente ajena. Fueron dos mujeres de reconocida bondad y, de algún modo, sus vidas guardaron cierto paralelismo.
Sagrario era buena moza. Hija única, heredó de sus padres un pequeño capital, era, lo que se suele decir, un buen partido. Se casó con Fausto, alias “Asgaya”, apodado así por su costumbre de apelar de continuo a esta palabra. No era muy alto, pero sí guapo y con mucha chispa, según Sagrario.
Herminia, buena moza también, pero viuda y sin posibles, tuvo que conformarse con Nero, viudo a su vez, y con tres hijos. Nero era de todo menos guapo. Le llegaba a Herminia a la altura del pecho. Tenía una pierna más corta que otra, a consecuencia de lo cual cojeaba ostensiblemente.
Fausto y Nero no fueron maridos ejemplares.
Fausto era muy popular en todos los chigres de la contorna. Borrachín y jaranero enseguida montaba la fiesta. Acompañándose de palmas y taconeo solía cantar un estribillo de su invención que decía: Trin, triquitriquitrín, tía María Manuela, tía María Martín, no me toques del que me duel, ten. Así con estas y otras juergas fue dilapidando, poco a poco, la herencia de Sagrario. Pero esa no fue la peor de sus costumbres, la peor era la vuelta del chigre. Al entrar en casa, el humor se le volvía del revés.
-Si contestabas, eras una loba y, si callabas, una zorra. Así que, pusiéraste como te pusieras, si venía con gana armála, de los palos nun te salvaba ni clavería -decía Sagrario sin el menor asomo de rencor, tal como si estuviera hablando del hijo díscolo al que se disculpa cualquier trastada.
Nero tampoco le fue a la zaga a Fausto en cuanto a borracho. Su discapacidad no le permitía llegar muy lejos por lo que se limitaba a ir al chigre del pueblo. Después de horas bebiendo, su estado de embriaguez no le permitía volver a casa por sus medios, por lo que era Herminia la que se encargaba de su transporte. Echándolo a sus espaldas, emprendía la vuelta aguantando estoicamente el peso y los insultos con los que Nero le agradecía el servicio.
Sagrario crió con bastantes penurias económicas los cinco hijos que tuvo con Fausto.
Herminia no tuvo hijos propios. Sacó adelante los de su marido, tratando de atemperar los efectos del carácter de un padre irascible y despótico.
Así, entre palizas y vejaciones, tiraron ambas por la vida hasta que un día… tuvo lugar un hecho que dio un giro cualitativo a su existencia.
Fausto entró en casa borracho y con ganas de armar follón una vez más. Cogiendo un hacha se fue hacia Sagrario y se abalanzó sobre ella que, viéndose perecer, le arrebató el hacha con una mano, mientras con la otra lo agarró por el cuello y, sujetándoselo debajo del brazo, le dijo:
-¡Si estimas tu vida, respeta la mía! -Esto último siempre lo contaba Sagrario declamando al mejor estilo clásico.
A partir de ese día, nunca más volvió Fausto a levantarle la voz y mucho menos la mano.
El vaso de la paciencia de Herminia rebosó un día, en el que subiendo con su humanoide carga una empinada cuesta de las que abundan por El Colláu Escobal, oye a Nero que dice, en el paroxismo de su monólogo:
-¡Mecagüen la patoletona! ¡Nun hay muyer como la primera!, ¡pósame, hija puta, que te voy dar dos osties!
Herminia no se hizo de rogar. Aprovechando que pasaban por el borde de un pequeño desnivel, bajó los hombros ligeramente, y con un golpe seco de caderas lo basculó en un matorral plagado de ortigas y artos. Apurando el paso dicen que la vieron, sin volver la vista atrás, desoyendo los aullidos de Nero, que vomitaba insultos sin parar. Lo que nadie volvió a ver fue aquel transporte tan particular. Se ignora quién rehusó primero.
Siempre me he preguntado por qué estas mujeres, habiendo podido evitarlo, aguantaron tanto tiempo una situación tan humillante. Se lo planteé a Sagrario en una ocasión:
-¿Por qué, si con una mano te sobraba para dominar a Fausto, consentiste que te machacara de esa manera?
-Ella me miró con cara despavorida, igual que si hubiese dicho una blasfemia, y contestó:
-¡Ay non guapina, ay guapina non!¿Nun sabes que al home que se-y revuelve la muyer ya nun tien más créditu?¿Cómo iba yo a falta-y así al respetu al mio Fausto?
Me quedé sin palabras…

miércoles, 12 de mayo de 2010

LOS COLORES DE LA NATURALEZA


El sábado, cámara en mano, fui al parque de Isabel la Católica a cazar imágenes de las rosaledas que en este tiempo suelen estar cuajadas de flores. Pues no, una rosa aquí y otra allá, así que me metí dentro de una de ellas y éste es el resultado.

lunes, 10 de mayo de 2010

LO MÁS HERMOSO QUE UNA HIJA PUEDE DECIR DE SU MADRE. Por Beatriz de la Iglesia

(Extraído de un comentario)

La amistad es ciertamente una de las cosas más hermosas que existe, cuando es profunda y verdadera. Hablo de la amistad incondicional, de esos pocos seres humanos que uno de vez en cuando se encuentra por la vida con los que uno sabe que puede contar al 100% cuando las cosas se ponen feas. Mis amistades también han sido en mi vida una de la mayores fuentes de satisfacción y de fuerza externa cuando todo se derrumba por dentro. Sin embargo, hay una fuerza muy superior a esa, constante e infinita, completamente incondicional y que nunca falla. Para los seres realmente afortunados, hay una persona que está ahí siempre, y que te permite descargar todas las responsabilidades cuando empiezan a pesar demasiado, abdicar todas las decisiones cuando son decisiones imposibles, o recogerte en un nudo y volver a ese punto en que no todo dependía de ti. Esa persona es una buena madre.

Lo realmente extraño es que a veces cuando hablamos de nuestras madres con otras personas, les contamos lo muchísimo que las queremos, lo importantes que son en nuestras vidas, les relatamos las maravillas de su inteligencia, su buen hacer, su admirable presencia física, su gusto por la ropa, su capacidad de relación con los demás, su fortaleza, las hazañas que han realizado en su vida, su habilidad para todo tipo de cosas, cómo nos han inspirado, cómo nos han hecho las personas que somos y nos han dado todo lo que ahora nos produce orgullo propio. Sin embargo, cuando hablamos con ellas, por motivos que no llego a comprender, nos resulta difícil expresar todos esos pensamientos y emociones directamente. Quizás sea porque como dicen “donde hay confianza da asco”, y parece que no es necesario expresar lo que se siente con alguien que es como una extensión de ti mismo.

A veces pienso que si mi madre me oyese hablar de ella se quedaría atónita del orgullo con el que hablo, de cómo la describo, de cómo creo realmente que hay poquísimas mujeres que le lleguen a los talones (y no porque sea mi madre). No es que sea perfecta, que errores a cometido un ciento, pero yo sé desde lo más profundo de mi corazón que si un día ella no está ahí, uno de los eslabones mas grandes que me une a este mundo se romperá y me sentiré completamente a la deriva. Y el mundo se volverá un sitio infinitamente mas oscuro y vacío, no solamente porque yo la eche de menos, sino también porque habrá perdido a alguien con infinitas cualidades

sábado, 8 de mayo de 2010

LEONOR Y ¡TANTAS LEONORES! Por Blanca Nieves Pérez Francia

Hace unos días, paseando por el Concejo, por eso de la osteoporosis, el reuma, la artrosis etc. porque ahora todo se cura paseando, me encontré con un antiguo alumno. Me alegre hacía unos cuantos años que no lo veía. Ya es un hombre hecho y derecho. Está casado y tiene un niño de dos años, aunque no creo que él pase de los veintitrés. En la quintana estaba el pequeñín jugando con una señora.
-Ye mi bisabuela y la tatarabuela del neñu -me dijo muy orgulloso Miguel.
-¡Caray!, parece imposible. Buenas tardes. Soy una antigua profesora de Miguel.
La señora levantó la cara y pude verla bien. Por su vestimenta parecía muy mayor, pero de cara nadie diría que llegaba a los setenta. Tenía el pelo entrecano, muy corto y rizado, la piel curtida pero tersa, la mirada triste y los labios desdibujados.
-¡Ah! –dijo y me echó una mirada franca y abierta.
-Perdone la indiscreción, pero Miguel me ha dicho que es la tatarabuela del niño. ¡Parece imposible! ¿No es usted muy joven?
-Bueno, tengo ochenta y un - me miró para er el efecto que me hacía su confesión-, cumplidos en enero.
-¿Se casó muy joven no?
-Ye que enantes les coses eren d’otru modu. De bien rapacina dexé l’escuela pa dir a llindiar les vaques. Pin, el mi hombre, también era un rapacín y diba a les vaques como yo. Tábamos xuntos to’l día, así que, cuando Pin tenía catorce añinos, dexome preñá. Yo era un añu más mayor, pero, pa los tiempos que corren, una neña.
-Sí qué corrió y ¿cuántos hijos tuvo?
Ella continuó como si no hubiera terciado la pregunta.
-Así que na de cortejar ni na de na. N’un santiamén, vino la boda, la neña y otres cuatro más. La verdad ye que, después de cinco neñas, el quintu embarazu cayonos más que mal, pero n’aquellos tiempos eso de “la planificación familiar” era cosa de la naturaleza: destetaba una cría y quedaba preñá d’otra. Pero llegó el “machu” y Pin púsose tan contentu que tomó l’asuntu con muches ganes. Parí quince fios, pero algunos muriéronme de crios, antes del añu. Ye que d’aquella les enfermedaes… Criáronseme cinco hembres y cuatro machos.
-Ya tendría que trabajar para criar y educar a una familia tan grande
-¡Uf! ¡Muncho trabayé! Ye verdad que Pin sudaba lo suyo, pero por les tardes diba p’al chigre. Ya se sabe, pa les muyeres ye otra cosa. Entre el trabayu de la cuadra y el de la casa no paraba un momentu. Aunque los fíos, desque podíen ayudar también trabayaben lo suyo. Los nenos diben con su padre y les nenes ayudábenme n'a casa . D’aquella, pa l’ascuela díbase poco. Si teníen un tiempu libre campaben onde queríen.
-Bueno, ¿volvería a casarse tan joven? -pregunté por preguntar.
-No sé. No me fue tan mal. Eso sí, Pin venía muy borrachu y ¡ dábanos unes palices! Así que les tres mayores, en cuantu pudieron marcharon pa servir n’a capital... no tendríen los trece años. Les otres dos quedáronse pa’n casa, p’ayudame con los sus hermanos. Menos mal que Tino, el mayor, era muy formal y saconos les castañes del fuegu. Nolo, no: desque pudo, libróse de les palices: fue a cumplir el serviciu militar y no volvió. Los gemelos quedáronse: el trabayu taba difícil. Bueno, casáronse y luego ya se sabe. Pero no tuve mala vida, no. Lo peor fue lo de Pin.
-¿Qué pasó?
-Na, que como taba alcolizau, marchó a pulpos y tragolu la mar. Hace diez años.
-Esta muyer ye boba -afirmo su biznieto, y añadió-,desde que murió el güelu vive como una marquesa: tien perres, que antes no tenía un duru, porque no veía nada de la paga, toda se la bebía el mi güelu, y, además, está la mar de tranquila sin que nadie le pegue.
-Eso ye verdá -contestó Leonor – Pero… ¿qué ye una muyer sin un paisanu?

martes, 4 de mayo de 2010

JULIÁN PELÁEZ CRESPO. El mejor profesional que he conocido en mi vida.

Cuando iba a cumplir sesenta años decidí acogerme a la jubilación voluntaria porque muchas mañanas me costaba moverme lo suficiente como para ir a trabajar. Así que cuando salió la convocatoria me hice con la documentación y comencé a preparar el papeleo. Yo siempre he sido partidaria de eso de “zapatero a tus zapatos” y cuando comprobé que aquello era un poco complicado me puse a buscar un profesional al que encargarle el asunto. Una compañera me sugirió a Julián, que trabajaba en una habilitación de Oviedo, así que pedí una cita y a los dos días estaba hablando con él.
El resultado de mi consulta fue increíble. Me gestionó todo el papeleo y lo presentó en la administración. Luego tuve que firmar unos papeles, volví a hablar con él y en la conversación salió que me quería jubilar, aunque no me convenía mucho, porque mi deteriorada salud me impedía acudir al trabajo de forma regular. Rescató la solicitud que había cursado y preparó todo lo habido y por haber para solicitar una jubilación por incapacidad, más ventajosa para mí. Me gestionó dos juicios con la administración, que por cierto ganamos, y aquí estoy, en la mejor de las situaciones posible.
Y todo esto, siempre con la sonrisa en la boca, informándome puntualmente de cómo iban las cosas y sin casi tener que moverme de mi casa.
Si de algo estoy satisfecha es de haberme decidido a poner en manos de una persona tan competente mi futuro y le estaré eternamente agradecida.

Especie de lirios ( tipo azucena)



Las he puesto nuevas este año y dan una flor impresionante. No sé cuanto durarán ni tan siquiera si son anuales.

domingo, 2 de mayo de 2010

LA HIGUERA Y LA CARRETILLA


La higuera está deprimida, llora por las heridas anuales que le dan su porte majestuoso. ¿Cómo se puede superar esta desgracia? Ya no es la más bella del jardín. Treinta años de reinado indiscutible… y… ahora… aquella carretilla plebeya, fea, vieja y lisiada le ha quitado el puesto. Se quiere morir y se niega a superar el dolor de la poda.
A su sombra acogedora han pasado mil cosas: bodas, fiestas de San Juan, comidas en familia, celebraciones de cumpleaños, barbacoas con los amigos… Y Luego esos higos dulces y sabrosos que salen de sus entrañas… ¡Más de sesenta años al servicio de sus amos! Ella los quiere y ellos siempre le han agradecido sus servicios proclamándola la mejor, la más hermosa… Y eso casi era un milagro entre tantas flores y arbustos. Ahí está el boj, tiene tantos años como ella, impresiona, pero nunca la ha llegado a la suela de los zapatos. ¿Y el manzano del fondo que ya de viejo se adorna con vistosas rosas rojas y blancas? muy bonito, pero lo miran una vez y se olvidan de él.
Acostumbrada a ser la estrella indiscutible no puede soportar el nuevo protagonismo de la carretilla, que luce su hermosura a cuatro escasos metros de la higuera.
Hace dos años, los amos dejaron la vieja carretilla en una esquina, compraron otra nueva y flamante y se olvidaron de ella durante todo el invierno. La carretilla lloró y lloró su desgracia. Olvidado su aseo, fue recogiendo todo lo que volaba en los días de viento y al finalizar la primavera empezaron a salir de su mugriento vientre unas preciosas flores de adormidera. Los amos se fijaron en ella, y, cuando la adormidera murió, la asearon, la pintaron, la cargaron de tierra vegetal y fertilizantes y sembraron montones de begonias rosas. La colocaron frente a la mesa donde se come a la sombra de la higuera, y su nueva belleza deja asombrados a propios y ajenos.
-Muy bonita, sí –le dijo la higuera- pero no sirves para nada, antes eras fea, pero útil.
-¿Te parece poco? -contestó la carretilla- Sé que ya no sirvo para cargar nada, pero todos se embelesan contemplándome. Sé que no me queda mucho tiempo de vida, mi esqueleto de hierro se está corroyendo, yo no estoy hecha para esto, pero no esperaba esta nueva juventud que hace felices a los que me rodean. Sin duda estoy pasando la época más venturosa de mi vida.
La higuera reaccionó. La carretilla tenía razón, su reinado duraría poco y luego ella volvería a ser la más apreciada, la más hermosa. Al fin y al cabo, una higuera, a nivel humano, es casi eterna. Y volvió a superar sus heridas, como siempre, esperando salir de su letargo invernal para lucir su frondosa copa, y volver a madurar los higos exquisitos que todo el mundo aprecia.

viernes, 30 de abril de 2010

jueves, 29 de abril de 2010

EMILIO MILIO Y MILÍN. Por blanca Nieves Pérez Francia

Emilio estaba casado con Florentina, a la que todos llamaban simplemente Tina y tenían un único hijo, que también se llamaba Emilio pero al que llamaban Milio para diferenciarlo del padre. Tina estaba del corazón y por eso no pudo arriesgarse a más embarazos. Era una familia entrañable y acogedora, yo los visitaba muy frecuentemente y ellos siempre me recibían con alegría .
Cuando iba a su casa, les llevaba una licoreta y ellos me obsequiaban con delicias que hoy son impensables: buen jamón y chorizo de casa, requesón, unas deliciosas galletas de huevo y mantequilla, unos hojaldrados hechos por Tina y mojados en la miel que ellos mismos cultivaban…, bueno... ¡una maravilla! Las tardes en su compañía eran dulces y agradables y pasaban con rapidez. En Navidades les llevaba turrones, vino, coñac, champaña y café y ellos me regalaban un hermoso pollo capón de más de cinco kilos que habían criado para mí.
Me enorgullecía su amistad por su grandeza personal y también por su cultura profesional que yo envidiaba sanamente. Porque, la verdad sea dicha, la gente de campo acumula una enorme sabiduría. Además de dominar su profesión de ganaderos y agricultores, son albañiles, fontaneros mecánicos y muchas cosas más. El mismo Emilio, con una bici vieja y otros artefactos inservibles, había construido una eficaz sembradora que dosificaba sabiamente el maíz y les fabes. ¿ Y ellas ? Saben más que nadie de la conservación de alimentos y sus habilidades culinarias son casi insuperables.
Pues bien, así estaban las cosas hasta que un día de otoño Tina se puso a asar unas manzanas que nunca acabó, de forma rápida y silenciosa se marchó para siempre. Cuando sus seres queridos llegaron a casa ya no hubo nada que hacer. El infarto es así de rápido, no da tiempo a nada. Emilio y Milio se quedaron desorientados y confundidos, al margen de tristes.
De repente, Milio , que ya rondaba los cuarenta años, se enamoró de una vecina de toda la vida, de su misma edad o algo más, a la que los vecinos llamaban “ María la Fea”. No es que fuera especialmente fea: era muy delgada, no muy alta y de nariz aguileña, pero tenía unos bonitos ojos orlados por unas hermosas pestañas. En su juventud, como era hija de una familia relativamente acomodada para aquellos tiempos, había ido a Gijón para aprender “de modista”, profesión que nunca ejerció, pero su estancia en la capital le confirió una “ cierta distinción” que la indujo a autoproclamarse la señorita del pueblo y mirar a sus convecinos por encima del hombro. En suma, tenía cara de “fedor” y de ahí el mote.
Cuando María se hizo cargo de la casa puso todo patas arriba, consiguió, no se cómo ni de quién, una recomendación y un puesto para Milio en Ensidesa y al cabo de muy poco tiempo ya no criaban ni vacas, ni cerdos ni gallinas ni nada. Cuando ibas de visita te obsequiaban con aceitunas, jamón de York y pastas de “Reglero”. Y del pito de Navidad, nada de nada. Además, yo ya me sentía incómoda, María no me veía con buenos ojos porque consideraba que ensombrecía durante un corto periodo de tiempo su indiscutible reinado intelectual y, por otra parte, no la secundaba en sus aspiraciones ciudadanas porque siempre he considerado que la vida en la aldea es mucho más plena y rica que en la ciudad. Así que mis visitas quedaron reducidas a la época de Navidad.
Milio y María tuvieron un hijo al que también llamaron Emilio, pero que respondía a Milín para distinguirlo de su padre y de su abuelo. El chiquillo parecía nacido de la piel del diablo, era más malo que la tiña, y, cuando un rapacín es estravieso, en la aldea tiene muchas más oportunidades de ejercer. A su madre no le preocupaba demasiado la conducta de su hijo, lo que realmente le inquietaba era que se andaba hurgando continuamente en la nariz y la tenía siempre inflamada y con pupas y en su opinión, esto le confería un aspecto tosco y rural nada deseable. Así que, en una Navidad en la que fui a verlos, había encargado a su suegro que llamara al niño haciendo de rey mago para decirle que no se tocara las narices.
El abuelo fue a casa del vecino y llamó a su casa. Cuando sonó el teléfono todos llamaron a Milín para que se pusiera advirtiéndole de que le llamaba un Rey Mago. El niño tenía unos seis o siete años, se puso pálido. Emilio dijo con voz ronca y profunda
-¿Yes Milín ?
-Si… El sonido era casi imperceptible.
-Soy el Rey Magu Melchor
-Si
-Recibí la tu carta y tengo lo que pides, el balón de reglamentu, el camión, el volquete,
-Si
-Doite les coses si me prometes que non te vas meter más el deu n’es ñarices
-Si
-Ye que, dime ¿ qué saques con eso?
- Mocos.
Emilio no supo que contestar y Milín siguió a lo suyo.
Pasados unos años, cuando el rapacín tenía unos diez u once, me encontré al nieto y al abuelo que iban en el ALSA a Gijón camino del dentista. Me alegré mucho. Emilio y yo nos sentamos juntos para charlar y el crío, que simulaba tener una metralleta en la mano, no hacía otra cosa que correr de un lado para otro, gritar y molestar al resto del personal. Todos miraban para nosotros con cara reprobatoria, así que Emilio se vio en la necesidad de regañar a su nieto de forma patente.
-¡Milín! ¡Tate quietu y pórtate bien o digo-y a tu ma lo malu que yes!
- ¡Si dices eso yo voy decile que te tiraste peos! -contestó el chaval a voz en grito de forma que se enteró todo el mundo.
Y es que el pobre Emilio era ya mayor, no controlaba bien sus esfínteres y su nuera lo recriminaba constantemente por ello, pues consideraba que eso era propio de aldeanos y palurdos.
Hace unos tres años Milio se fue como su madre, de un infarto, rápidamente, en silencio y de forma discreta y triste, tal y como había vivido después de la muerte de Tina. Su mujer no tardó nada en hacer realidad el sueño de su vida; vendió la casería y se compró un piso en Gijón llevándose con ella a su hijo y a su suegro.
El año pasado fui a felicitarles las pascuas a su piso de La Calzada, Emilio no estaba.
-Está ya completamente chochu, desde que vinimos del pueblo no quiere estar en casa, diz que se afuega dentro y se pasa el día sentado en un banco de ese parque de ahí enfrente, ¡con el frío que hace! Te aseguro que me tiene loca, no se que hacer, estoy pensando en meterlo en una residencia -dijo María.
Milín, que ya es un hombre hecho y derecho se río simplonamente mirando a su madre y luego afirmó:
-¡No hay quién lu aguante! ¡Menos mal que al viellu no le queda mucho!
Me alegré de que no estuviera, no me hacía ninguna gracia pasar dos horas aguantando a aquellos imbéciles. Fui al parque. Allí estaba Emilio sentado en un banco, con la mirada triste y perdida. No me reconoció. Yo creo que sólo anhela el momento de ir a reunirse con sus queridos Tina y Milio, en su casa de la aldea, con sus vacas, sus cerdos…..

LOS COLORES DE LA NATURALEZA. Fotografía de Fernando Moreno Díaz


Estrella de mar del cantábrico


lunes, 26 de abril de 2010

MARISA VALLEDOR.Jardinera de palabras

El 23 de abril, día del libro, en Sotrondio se celebró un homenaje a Miguel Hernández y, entre otras actuaciones, algunas de las componentes del Grupo Literario Alameda leímos unos poemas de Marisa Valledor.
Considero que los poemas de Marisa merecen un puesto de honor en mi blog “arte, artesanía y caxigalines” y los iré publicando poco a poco, para saborearlos con detenimiento y dedicación. Espero que os gusten.

sábado, 24 de abril de 2010

Mi preciosa "anthuriun"


Ésta es mi preciosa “anthuriun”. Lleva conmigo doce años y tiene más de un metro de diámetro. Está en floración desde diciembre y como se puede apreciar es un prodigio: 17 flores, de las que alguna pasan de 20 centímetros de largas y 15 centímetros de anchas. Aunque parezca increíble nos comprendemos. Yo la mimo, casi en exceso: siempre tiene la humedad que le gusta y la abono un poco cada año, no le apetecen en exceso los nutrientes, me costó mucho llegar a comprenderla en este sentido. Sólo la he cambiado de tiesto en dos ocasiones, pero mientras se vea que está a gusto no la toco, aunque parece que la casita que tiene ahora ya le queda un poco pequeña. La giro cada quince días para que reciba su correspondiente ración de calorcito y luz en cada una de sus partes. Le digo una y otra vez lo hermosa que es y le doy algún besito y ella me devuelve los mimos con esas flores exuberantes y casi permanentes. ¿Y qué voy a hacer yo? La quiero.











PAULA ECHEVARRIA. Dignidad y pundonor.

Fue mi alumna cuando estaba en 3ª de ESO. Nuestra relación fue la más normal entre una profesora de Física y Química exigente y una jovencita cumplidora a la que no le gustaban mucho las fórmulas y los algoritmos. También le di clase a su cuñada Nati durante cuatro deliciosos años. Nati era, y sigue siendo, un prodigio de sensibilidad y ternura que dejó una huella muy profunda en mi corazón.
Cuando finalizó el curso, o al año siguiente, no recuerdo bien, fui a Candás a las fiestas del Cristo y, para mi sorpresa, allí estaba Paula, en lo alto de una carroza, bellísima y con una sonrisa madura de profesional de toda la vida, una reina de las fiestas a la altura de las circunstancias. Me dio un pálpito, supe que llegaría muy lejos.
Siempre que me encontraba con su padre, ahora parece que lo veo menos, le preguntaba por la chiquilla, lo hago con las madres y padres de todos mis exalumnos. Así fui siguiendo su carrera profesional. Siempre que podía, veía sus intervenciones y cómo prosperaba día a día, con cierto orgullo de exprofe, para qué negarlo.
Luego se casó con Bustamante, un chico muy agradable por su sencillez y cercanía, una pareja estupenda, y ambos potenciaron su popularidad.
Y Paula sigue creciendo con dignidad y pundonor, sin intentar ganar famoseo vendiendo su vida o su físico en revistas y televisiones, manteniendo ese candor de provincias, no ordinariez y desvergüenza, ese algo que me invita a decir con orgullo: yo fui profesora de Paula y de Nati.

jueves, 22 de abril de 2010

LA CLASE DE GEOGRAFÍA. Por Benigno Delmiro Coto

--Me estrené a los cinco años, previo pago al maestro (obligatoria a los seis), en una Escuela Nacional en la que convivíamos niños y muchachos desde los cinco años a los catorce o quince.
--Una Escuela Nacional en el corazón de la cuenca minera (huelgas del 57 en adelante: conseguir carbón de los vagones recargados con “llábanes fines” y vivir el día a día de una familia minera: el miedo a los accidentes y a la muerte del padre –grisú, derrabes, inundaciones- siempre constantes).
--Pocos íbamos, a los diez años, al examen de ingreso al bachillerato.
--El maestro reunía “por rincones” cada grupo y recuerdo las dificultades para acabar aprendiendo la división (no había asentado bien la operación de la resta) porque al maestro se le ocurría leerles a los mayores noticias del periódico (“La Nueva España”) y les pedía que las resumiesen en sus pizarras. Antes del maestro ya tenía yo compañeros “mayores” muy avispados que sabían de mis artes como redactor: me hacían las cuentas en un periquete y yo les escribía sus redacciones. Como tardaba en arrancar a dividir, el maestro comenzó a preocuparse y yo, al saberlo preocupado, me fui fijando para el rincón de los que restaban y di con la clave de la resta. De pronto, al restar bien: también sabía dividir.
--Separados chicos y chicas (las chicas eran un universo aparte).
--El fútbol y toda clase de juegos: todo el día en la calle (la pandilla era fundamental).
--El catecismo, para la primera comunión, en la Iglesia (a dos kilómetros): excursiones y más pandilla.
--He aquí un cuento que ilustra bien esa época:

Lecciones de Geografía
(Para el profesor Pedro Caballero Jurado del IES Rosario de Acuña. Gijón)
Llovía. Llovía sin cesar. Los cordones de agua se abatían desde el cielo gruesos, uniformes y persistentes. El patio de tierra apisonada presentaba un aspecto de laguna impracticable para toda cosa ajena a la natación entre el fango. Un recreo más habría que pasarlo a resguardo. En estas ocasiones el maestro, don Fulgencio Llera, actuaba con manga ancha y permitía que los niños ocupasen libremente el espacio del aula-escuela con dos condiciones: no romper nada y no gritar demasiado. Él, por su parte, se recluía con fruición en el periódico, La Nueva España, al calor del fuego del hogar de leña que ardía en una esquina.
En un momento, los niños se apresuraban para repartirse los mapas que colgaban en vertical de las paredes: aquellos mapas de colores, hechos de cartón grueso, que representaban la España física, la España política, Europa, América y un mapa del mundo entero que entrelazaba los dos hemisferios. Los disponían en horizontal encima de aquellas mesas amplias de madera de castaño, formaban distintos corros ávidos de juego y de azar y comenzaba el espectáculo. De manera inopinada, uno de aquellos renacuajos extraía del bolsillo un frasco de vidrio (de aquellos que poco antes habían servido como inyectables de penicilina) lleno de moscas emboscadas entre azúcar, elegía una a la que le faltaba un ala y alguna de sus patas, la colocaba en el centro del mapa y la obligaba a deambular por éste. Josevalti, que siempre había tenido una voz diáfana de tiple, muy apreciada para cubrir los puestos de monaguillo de la parroquia, se hacía cargo de la retransmisión al modo de lo que se estilaba en las vueltas ciclistas a España o a Francia: “En este momento la bestia avanza con rapidez por la campiña francesa y se dispone, si Dios no lo remedia, a penetrar en la Península Ibérica... llega a la base de los Pirineos... duda, parece que se da la vuelta... no, no, sigue, sigue, asciende y asciende...” Y, justo en ese momento crucial, casi de éxtasis del locutor, el dedo índice proverbial del pequeñajo que suministraba el ganado para esa feria tan particular se colocaba encima del sufrido insecto para detener su desaforada ascensión.
—Hagan juego, señores, ¿cruzará los Pirineos o se dará media vuelta de nuevo hacia Francia? –medio chillaba el rapaz responsable de las moscas elevando la voz lo justo para no ser entendido por el maestro lector.
Allí todo se pagaba con banzones y canicas. Jamás fallaban las matemáticas. El comercio tenía unas reglas inflexibles: diez banzones de barro igual a una canica de cristal, una canica de bronce lo mismo que dos canicas de cristal; una de bronce: veinte banzones.
Y ardía de nuevo Troya: “¿Cuántos decís que se queda en Francia?... ¿Pepito, Pinón, Ricardito y Goyito?, vale... ¿Quiénes decís que pasa a España?... ¿Antonio, Ferre, Fuentes, Pepín y Salas?... vale, ¿y tú, Josevalti, por qué apuestas?... La mitad tenía que inclinarse por un bando y la otra mitad por el otro: no había vuelta de hoja.
El dedo del organizador dejaba por fin de oprimir el manoseado cuerpo de la mosca y ésta reanudaba a duras penas su itinerario para decidir el destino de la competición. La apuesta simple culminaba con la entrega a los ganadores de las canicas puestas en juego. Los momentos de mayor dolor sobrevenían cuando alguno de aquellos enanos salvajes, descontento con el resultado, le propinaba al inocente bicho un manotazo que ensangrentaba el cartón del mapa en un punto exacto, a veces en el que se señalaba el Valle de Arán, otras en Jaca, en Tudela o en Tarazona de Aragón.
Pasó el tiempo, y a aquellos lebreles les llegó la ocasión de mayor apuro de sus vidas. Tuvieron que presentarse en un colegio extraño para ser examinados de ingreso en el bachillerato. Les llegó el momento de verse colocados ante un mapa de similares características a los que tantas veces manejaran en su escuela.
—Veamos, señale usted el recorrido del Ebro –inquiría el examinador. Josevalti, Pinón, Pepín, Fuentes, Salas... no importaba a quien preguntase, ninguno experimentaba ni la más ligera duda: de soslayo marcaban con rapidez y precisión el itinerario de tan caudaloso río patrio.
Cádiz, Zaragoza, La Coruña, Bilbao... pan comido, la geografía era pan comido para aquellos estudiantes tan bien informados. Los profesores intercambiaban miradas de asombro, pero no conseguían desvelar el secreto de tanta sabiduría.
Y eso que jamás se les habría ocurrido desplegar ante ellos un mapa de Europa o de América para comprobar que con la misma suficiencia y naturalidad podían referirse al Volga, el Danubio, el Amazonas, los Andes o al mismísimo lago Titicaca.

miércoles, 21 de abril de 2010

LAS AMIGAS

Cuando la vida se sosegó y dejé de tener todo el día ocupado.
Cuando mis hijos ya tienen hijos, y me siguen queriendo, paro priorizan su propia vida, como es natural.
Cuando la rutina, o el desamor o la decepción hicieron un vacío en mi alma....

Mis hermanas y mis amigas, que me han devuelto multiplicado por mil el cariño que yo pude darles, han dado a mi vida nuevas ilusiones, nuevos estímulos, colmándome de atenciones y afecto.
Algunas son amigas de toda la vida, otras exalumnas, a otras las he conocido en los últimos doce años en cursillos, charlas y todo tipo de actividades:
Luisina, que aunque se nos haya ido siempre está ahí. Mary Sol, Pilar, Gene, Ofelia, Mary, Charo, Amelia, Isabel, María Jesús, Balbina, Yareli, Delia, Paquita, Elvirina, Geles, Marisa, Amparo, Libby... Gracias por vuestra amistad.

martes, 20 de abril de 2010

LOS LIRIOS DE MI MADRE.

Ya han brotado los lirios amarillos, impresionantes, cada uno mide más de 25 centímetros. No sé de donde salieron, sólo sé que, después de esparcir las cenizas de mi madre por el jardín que tanto le gustaba, aparecieron estos lirios. No es que crea yo que tiene algo que ver, desde luego que no, pero la coincidencia me los hace más queridos.

sábado, 17 de abril de 2010

LAS LIBRETAS DE PILARINA. Por Blanca Nieves Pérez Francia

Pilar tiene unos setenta años, es menuda, delgada, de pelo corto teñido de castaño y unos ojillos alegres y burlones que dan fe de su buen humor y jovialidad. Nunca ha sido guapa, pero a medida que han pasado los años se la ve más armoniosa.

Ahora vive en Piedras Blancas, con su hija y su yerno. Se siente útil porque, como su hija trabaja, ella se encarga prácticamente de sus dos nietos, pero no deja de echar de menos el trajín de su tienda.

Hace unos días fui a visitarla a su casa, “la suya”, una vecina me dijo que la había visto.

No puede pararse quieta, así que en cuento me saludó se puso a preparar una tortilla para merendar. Yo no proteste, era una hora estupenda para tomar algo.

Abrió la nevera y sacó los huevos. Tenía dos cajas de docena, las miró y me miró a mí con cara de complicidad. Se puso a batir los huevos y finalmente dijo:

-¡Como cambió España¡ Tengo más coses n’a casa que cuando tenía la tienda

d’ultramarinos.

-Claro que sí. Eran otros tiempos

-Lo que son les coses, n’aquellos tiempos, diben a comprar tres guevos, to lo más media docena. Teníamoslos dentro d’un caxón, amontonaos y mirábamoslos por una bombilla pa ver si taben bien y luego chabénse n’una cestina de hierro plegable que llevaben les clientes pa que no se rompieran, El café, vendíase de cien en cien gramos y molíase con un molinillu de “motor”, que no creas, en poques tiendes lu tenían. Pesábase n’una bolsa de papel, que taba muy caro, pero claro cobrábase a preciu de café. Asín que pa ganar un duro teníes que despachar mucha mercancía porque to era a poquitinos , no como ahora que to vien empaquetao y a lo grande. Y no teníamos horariu ni fiestes , hoy ties que tener la despensa llena pa´l domingu porque non abre nadie. D’aquella la xente compraba p’al día y veníen a cualquier hora.

- ¿No había una ley que prohibía abrir a partir de cierta hora y los días festivos?

- Si pero non facia nadie casu. Algunes veces pasaben los municipales, invitábeslos a un bocadillu de jamón y un tragu vino y to resuelto. Les coses eran d’otra manera, pero vivíase, tampoco voy decir que fue tan malo.

-Anda no te quejes Pilarina, que las que tenías comercio erais las ricas del pueblo -comenté sabiendo que iba a protestar.

-¡Riques!...¡En deudes! –exclamó rápidamente- Taría rica si me pagaren todes les libretes que tengo guardaes, de recuerdu, que pa otra cosa no sirven.

-¿Qué es eso de la libreta?

-Ven, verás , voy enseñáteles – dijo mientras se adentraba en un cuarto oscuro, que en sus tiempos debió ser la trastienda del comercio, y me invitaba a seguirla.

La tienda estaba igual que cuando Pilar dejó de trabajar, hace unos quince años una vez que murió Pepe, su marido. Oscura, con unas estanterías de madera semivacías, en las que aún quedaban vestigios de cajas y algunas latas. Las antiguas básculas dormían su vetustez en la penumbra. Los ganchos de los que antaño colgaban jamones, chorizos, calderos, candiles, madreñas etc. seguían adheridos al techo, inútiles. Múltiples objetos y artilugios se distribuían entre los mostradores de madera, blancos de tanta lejía y arena aunque llenos de polvo Unas cuantas piñas, inalteradas, permanecían el cajón y, a su lado, aún quedaban restos de arena en otro cajón deslucido

-De casualidad, tuve faciendo limpieza ayer y topeme con elles- aclaró mientras me enseñaba una maraña de papeles entre los que se encontraban un montón de libretas- Ya no les tenía en mente.

Se puso a meter los papeles en un cajón de cartón.

-Ye que voy preparar esto pa que los chiquillos jueguen, así no sirve pa na.

Cogió algunas libretas en una brazada, se dirigió de nuevo a la cocina y dejó que se desparramaran sobre la mesa. Eran unos cuadernos “de rayas” de un tamaño aproximado a la mitad de un folio. Tenían las tapas de cartulina azul–grisaceo mugrientas. Se leía con dificultas la palabra “ cuaderno” escrita de forma diagonal y con letra cursiva. En sus páginas interiores, amarillentas y llenas de manchas de todo color e índole, se podían leer, no sin cierta dificultad, fechas, números y cuentas, todo ello escrito con lápiz, unas veces más nítido y en otros casos tan borroso que era imposible saber lo que ponía. A veces estaban tachadas y ponían pagado, pero todas ellas acababan en una larga lista sin tachones y algunas, al final y en números más gordos, presentaban un total que oscilaba entre las tres mil y las veinte mil pesetas.

-¿Ves? -comentó mirándome a los ojos- Rica en pufos. Y si na más que fueren los pufos, ¡lo que tuve que aguantar!

Hojea desdeñosamente las añosas libretas, toma una entre las manos y comenta.

- Mira, ésta si que tien cara. La probe taba casada con un borrachin que`y dio una vida de perros. Tenía cuatro fios, tres nenos y una nena y pasolas canutas. D’un principio pagábame a primeros de mes, en cuanto cobraba el su hombre, pero poco a poco fue largando el pufo y mira -me enseña la libreta- tuvo dos años mandando a la neña a comprar de fiau. Ella no daba la cara no, venía la cría que ni miraba p’arriba, estiraba la mano con los ojos puestos n’el suelu y decía: “ que diz mi ma que lo apuntes”. Y…, ¿que diba facer yo?

Pilar me mira con los ojos anegados de lágrimas, sin duda busca mi aprobación y yo sólo supe contestar:

-¡Claro! ¿Qué otra cosa podías hacer ?

-Yo bien sabía que diba a otru sitiu a comprar con les perres en la mano y que sólo mandaba a la neña aquí cuando no tenía un duru. Pues el casu ye que pasó mucho tiempu y la cría no venía y ¡claro! extrañome, aunque debíame tantes perres que por otra parte no era d’extrañar. El casu ye que un día pasó por delante la tienda y yo taba a la puerta con la mi prima. Al veme mudó la cara pal otru llau y fízose como que diba a saludar a unos nenos que xugaben por la calle. Yo comenté con la mi prima: Non se lo que’y pasa, parez que no quier na conmigo. No dije na del pufu claro, que a nadie interesaba. La mi prima miróme y díjome: ¡Yes boba! , diz que descubrió que robabes nel pesu y que apuntabes de más na libreta ¿ No lo sabies?. ¡Cayome l’alma a los pies!

Pilar calla y se pone a cuajar la tortilla. Luego añade:

- Si, teníes que aguantar mucho. Quedeme con el pufu y con la mala fama y ella, ahora que los fios tán bien situaos y tien una gran paga del paisanu que murió haz unos años, pasa como una marquesa. ¡ Tanta fame que y’os quité!

Pone la tortilla en la mesa y empezamos a comer ¡qué rica!

-No sé si fuiste tendera lista o tonta, pero lo que es las tortillas las haces de maravilla…

Y seguimos comiendo como si nada. Pilar, como siempre, sonrió con sus ojos alegres aún humedecidos por las lágrimas.