jueves, 13 de mayo de 2010

ARRASTRANDO CADENAS, SOLTANDO LASTRE. Por Delia Blanco Tamargo.

Feminismo: doctrina social que concede a la mujer capacidades y derechos reservados hasta ahora a los hombres.
A Sagrario y a Herminia, nacidas a principio de la segunda década del pasado siglo, esta filosofía les fue completamente ajena. Fueron dos mujeres de reconocida bondad y, de algún modo, sus vidas guardaron cierto paralelismo.
Sagrario era buena moza. Hija única, heredó de sus padres un pequeño capital, era, lo que se suele decir, un buen partido. Se casó con Fausto, alias “Asgaya”, apodado así por su costumbre de apelar de continuo a esta palabra. No era muy alto, pero sí guapo y con mucha chispa, según Sagrario.
Herminia, buena moza también, pero viuda y sin posibles, tuvo que conformarse con Nero, viudo a su vez, y con tres hijos. Nero era de todo menos guapo. Le llegaba a Herminia a la altura del pecho. Tenía una pierna más corta que otra, a consecuencia de lo cual cojeaba ostensiblemente.
Fausto y Nero no fueron maridos ejemplares.
Fausto era muy popular en todos los chigres de la contorna. Borrachín y jaranero enseguida montaba la fiesta. Acompañándose de palmas y taconeo solía cantar un estribillo de su invención que decía: Trin, triquitriquitrín, tía María Manuela, tía María Martín, no me toques del que me duel, ten. Así con estas y otras juergas fue dilapidando, poco a poco, la herencia de Sagrario. Pero esa no fue la peor de sus costumbres, la peor era la vuelta del chigre. Al entrar en casa, el humor se le volvía del revés.
-Si contestabas, eras una loba y, si callabas, una zorra. Así que, pusiéraste como te pusieras, si venía con gana armála, de los palos nun te salvaba ni clavería -decía Sagrario sin el menor asomo de rencor, tal como si estuviera hablando del hijo díscolo al que se disculpa cualquier trastada.
Nero tampoco le fue a la zaga a Fausto en cuanto a borracho. Su discapacidad no le permitía llegar muy lejos por lo que se limitaba a ir al chigre del pueblo. Después de horas bebiendo, su estado de embriaguez no le permitía volver a casa por sus medios, por lo que era Herminia la que se encargaba de su transporte. Echándolo a sus espaldas, emprendía la vuelta aguantando estoicamente el peso y los insultos con los que Nero le agradecía el servicio.
Sagrario crió con bastantes penurias económicas los cinco hijos que tuvo con Fausto.
Herminia no tuvo hijos propios. Sacó adelante los de su marido, tratando de atemperar los efectos del carácter de un padre irascible y despótico.
Así, entre palizas y vejaciones, tiraron ambas por la vida hasta que un día… tuvo lugar un hecho que dio un giro cualitativo a su existencia.
Fausto entró en casa borracho y con ganas de armar follón una vez más. Cogiendo un hacha se fue hacia Sagrario y se abalanzó sobre ella que, viéndose perecer, le arrebató el hacha con una mano, mientras con la otra lo agarró por el cuello y, sujetándoselo debajo del brazo, le dijo:
-¡Si estimas tu vida, respeta la mía! -Esto último siempre lo contaba Sagrario declamando al mejor estilo clásico.
A partir de ese día, nunca más volvió Fausto a levantarle la voz y mucho menos la mano.
El vaso de la paciencia de Herminia rebosó un día, en el que subiendo con su humanoide carga una empinada cuesta de las que abundan por El Colláu Escobal, oye a Nero que dice, en el paroxismo de su monólogo:
-¡Mecagüen la patoletona! ¡Nun hay muyer como la primera!, ¡pósame, hija puta, que te voy dar dos osties!
Herminia no se hizo de rogar. Aprovechando que pasaban por el borde de un pequeño desnivel, bajó los hombros ligeramente, y con un golpe seco de caderas lo basculó en un matorral plagado de ortigas y artos. Apurando el paso dicen que la vieron, sin volver la vista atrás, desoyendo los aullidos de Nero, que vomitaba insultos sin parar. Lo que nadie volvió a ver fue aquel transporte tan particular. Se ignora quién rehusó primero.
Siempre me he preguntado por qué estas mujeres, habiendo podido evitarlo, aguantaron tanto tiempo una situación tan humillante. Se lo planteé a Sagrario en una ocasión:
-¿Por qué, si con una mano te sobraba para dominar a Fausto, consentiste que te machacara de esa manera?
-Ella me miró con cara despavorida, igual que si hubiese dicho una blasfemia, y contestó:
-¡Ay non guapina, ay guapina non!¿Nun sabes que al home que se-y revuelve la muyer ya nun tien más créditu?¿Cómo iba yo a falta-y así al respetu al mio Fausto?
Me quedé sin palabras…

2 comentarios:

  1. Lo increíble es que hoy conocemos a un montón de Sagrarios, Herminias, Faustos y Neros.
    Y todavía oyes comentar por ahí lo de "les muyeres de ahora nun aguantáis na" :)
    Increíble. ¡¡¡Cuánto nos queda por conquistar, Blanca!!!

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  2. Pues si Paz, desgraciadamente hay muchas mujeres que aceptan estas cosas como normales y así se las transmiten a sus hijas e hijos además,y hay muchos individuos, jóvenes y mayores, que cuando planteas estas cuestiones te ponen comentarios vejatorios e insultantes. Queda muchísimo pero no vamos a desfallecer, lo conseguiremos, nosotras o nuestras hijas, o las hijas de nuestras hijas, pero lo conseguiremos.

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