miércoles, 19 de febrero de 2014

EL MENSAJE DE QUERUBINA

   
   Querubina, una doctora extremadamente agradable, nos decía el otro día en una charla sobre fibromialgia :
    -Tenemos que levantarnos, mirarnos al espejo y si no estamos conformes con nuestra imagen arreglarnos hasta que nos veamos como nos gusta, piropearnos a nosotros mismos y ponernos en marcha con espíritu positivo, aunque las cosas no vayan muy bien, porque así, sube la serotonina y las endorfinas y todo resulta menos doloroso
  -Es por nuestro bien -decía   con una sonrisa sincera y una alegría contagiosa-, todo es mejorable, no dejéis que el dolor os abata.
  - Ponernos en marcha y fijarnos e las pequeñas cosas que nos rodean y son agradables: el desayuno que nos gusta, el paisaje, las flores..., hasta la lluvia e inclusive el viento es agradable si nos preparamos convenientemente para recibirlo.

  Hace mucho tiempo que profeso la religión que Querubina nos proponía con entusiasmo, y sí, es verdad,  el talante con el que nos enfrentamos a la bueno y a lo malo hace mucho por nosotros mismos.
   Vivimos en un país en donde  lo que se espera de nosotros es que vivamos entre penas, remordimientos, amarguras y actitudes prefijadas ante determinadas situaciones - la enfermedad, la muerte, el abandono, el fracaso... etc  y si no respondemos según los prototipos esperados "está mal visto" .... No se puede penar eternamente por lo irremediable, por eso, por que no se puede remediar, hay que seguir viviendo...  y lo mejor posible, digan lo que digan los demás.
  

sábado, 15 de febrero de 2014

MI JARDÍN. Más flores


  Sé que se siente gran alegría ver flores en pleo invierno, cuando hace frío y uno está metido en casa esperando a la primavera con impaciencia. Por eso os pongo de nuevo las flores de mi jardín. Es increíble que a  15 de febrero luzca como en pleno verano, y que pueda ir casi todos los días a la playa, no me baño porque el agua está un poco fría para mis maltrechos huesos, pero no está mas fría que en el cantábrico en pleno verano.




jueves, 13 de febrero de 2014

MI JARDÍN


                                  

 
 
Ya os lo he contado en alguna ocasión. En verano mi infancia era azul y verde, azul de cielo y de mar y verde de campos… y de mar. También estaban las sensaciones multicolores de las petunias de los jardines del Náutico, los alhelíes de los jardines de la Reina y las rosaledas del parque de Isabel la Católica. Era una sensación de vivir en plenitud en un marco de libertad y alegría. En invierno mi vida era gris. Gris de nubes y lluvia y noche… Y gris oscuro, casi negro, de monjas y  rezos y “eso es pecado” y “eso es de mala educación”. Una sensación de ahogo en un marco de “ infierno” y represión.

Luego vino el amor,  la maternidad y el trabajo. Un jardín multicolor interno, espiritual, que no precisaba de nada más. Era vivir con mayúsculas. Pero un día descubrí la infidelidad y empecé a cultivar mi primer jardín físico. Poca cosa, cuatro macetas en aquel quinto piso del centro de Gijón. Y las macetas fueron aumentando a medida que aumentó el desamor, sin duda,  para paliar aquella sensación de impotencia y de fracaso en un mundo de convencionalismos e hipocresía. Hasta que todo estalló y vino la separación y la ruptura de la familia. “Mi familia” algo para lo que había vivido y por lo que había soportado muchas humillaciones.

Pero pronto encontré un nuevo amor y un nuevo jardín; inmensos y por ello no exentos de malas hierbas. Y la vida continuó de forma agridulce. Mi jardín se hacía más y más  intenso de forma inversamente proporcional a  mi amor. Mis hijos se independizaron. Llegó la jubilación… Era una atmósfera asfixiante en un marco de rutina y abandono.

Un día comprendí que estaba sola y busqué otro lugar y otro jardín más pequeño en el que se podían controlar las malas hierbas. Y,  a pesar de mi soledad, volví a sentirme libre y viva.

Y al poco vino de nuevo el milagro. Un nuevo amor, sosegado, sin aspavientos, sin alardes... Un nuevo lugar,  muy lejos,  y un nuevo jardín, más pequeño, pero compartido con mi nueva pareja, con mis hijos, con mis nietos.  Y vuelvo a sentirme como en los veranos de mi infancia, verde y azul de mar y de cielo, con mi pequeño jardín abigarrado de flores….Una sensación de vivir plenamente en un marco libertad y  alegría, esperando plácidamente el fin.