jueves, 13 de febrero de 2014

MI JARDÍN


                                  

 
 
Ya os lo he contado en alguna ocasión. En verano mi infancia era azul y verde, azul de cielo y de mar y verde de campos… y de mar. También estaban las sensaciones multicolores de las petunias de los jardines del Náutico, los alhelíes de los jardines de la Reina y las rosaledas del parque de Isabel la Católica. Era una sensación de vivir en plenitud en un marco de libertad y alegría. En invierno mi vida era gris. Gris de nubes y lluvia y noche… Y gris oscuro, casi negro, de monjas y  rezos y “eso es pecado” y “eso es de mala educación”. Una sensación de ahogo en un marco de “ infierno” y represión.

Luego vino el amor,  la maternidad y el trabajo. Un jardín multicolor interno, espiritual, que no precisaba de nada más. Era vivir con mayúsculas. Pero un día descubrí la infidelidad y empecé a cultivar mi primer jardín físico. Poca cosa, cuatro macetas en aquel quinto piso del centro de Gijón. Y las macetas fueron aumentando a medida que aumentó el desamor, sin duda,  para paliar aquella sensación de impotencia y de fracaso en un mundo de convencionalismos e hipocresía. Hasta que todo estalló y vino la separación y la ruptura de la familia. “Mi familia” algo para lo que había vivido y por lo que había soportado muchas humillaciones.

Pero pronto encontré un nuevo amor y un nuevo jardín; inmensos y por ello no exentos de malas hierbas. Y la vida continuó de forma agridulce. Mi jardín se hacía más y más  intenso de forma inversamente proporcional a  mi amor. Mis hijos se independizaron. Llegó la jubilación… Era una atmósfera asfixiante en un marco de rutina y abandono.

Un día comprendí que estaba sola y busqué otro lugar y otro jardín más pequeño en el que se podían controlar las malas hierbas. Y,  a pesar de mi soledad, volví a sentirme libre y viva.

Y al poco vino de nuevo el milagro. Un nuevo amor, sosegado, sin aspavientos, sin alardes... Un nuevo lugar,  muy lejos,  y un nuevo jardín, más pequeño, pero compartido con mi nueva pareja, con mis hijos, con mis nietos.  Y vuelvo a sentirme como en los veranos de mi infancia, verde y azul de mar y de cielo, con mi pequeño jardín abigarrado de flores….Una sensación de vivir plenamente en un marco libertad y  alegría, esperando plácidamente el fin.

 

1 comentario:

  1. Y tus jardines, como tu vida, siempre han sido espectaculares, reflejando tu personalidad, llenos de color, dinamismo, fuerza y siempre dispuestos a renacer de las cenizas. xxx

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