domingo, 2 de mayo de 2010

LA HIGUERA Y LA CARRETILLA


La higuera está deprimida, llora por las heridas anuales que le dan su porte majestuoso. ¿Cómo se puede superar esta desgracia? Ya no es la más bella del jardín. Treinta años de reinado indiscutible… y… ahora… aquella carretilla plebeya, fea, vieja y lisiada le ha quitado el puesto. Se quiere morir y se niega a superar el dolor de la poda.
A su sombra acogedora han pasado mil cosas: bodas, fiestas de San Juan, comidas en familia, celebraciones de cumpleaños, barbacoas con los amigos… Y Luego esos higos dulces y sabrosos que salen de sus entrañas… ¡Más de sesenta años al servicio de sus amos! Ella los quiere y ellos siempre le han agradecido sus servicios proclamándola la mejor, la más hermosa… Y eso casi era un milagro entre tantas flores y arbustos. Ahí está el boj, tiene tantos años como ella, impresiona, pero nunca la ha llegado a la suela de los zapatos. ¿Y el manzano del fondo que ya de viejo se adorna con vistosas rosas rojas y blancas? muy bonito, pero lo miran una vez y se olvidan de él.
Acostumbrada a ser la estrella indiscutible no puede soportar el nuevo protagonismo de la carretilla, que luce su hermosura a cuatro escasos metros de la higuera.
Hace dos años, los amos dejaron la vieja carretilla en una esquina, compraron otra nueva y flamante y se olvidaron de ella durante todo el invierno. La carretilla lloró y lloró su desgracia. Olvidado su aseo, fue recogiendo todo lo que volaba en los días de viento y al finalizar la primavera empezaron a salir de su mugriento vientre unas preciosas flores de adormidera. Los amos se fijaron en ella, y, cuando la adormidera murió, la asearon, la pintaron, la cargaron de tierra vegetal y fertilizantes y sembraron montones de begonias rosas. La colocaron frente a la mesa donde se come a la sombra de la higuera, y su nueva belleza deja asombrados a propios y ajenos.
-Muy bonita, sí –le dijo la higuera- pero no sirves para nada, antes eras fea, pero útil.
-¿Te parece poco? -contestó la carretilla- Sé que ya no sirvo para cargar nada, pero todos se embelesan contemplándome. Sé que no me queda mucho tiempo de vida, mi esqueleto de hierro se está corroyendo, yo no estoy hecha para esto, pero no esperaba esta nueva juventud que hace felices a los que me rodean. Sin duda estoy pasando la época más venturosa de mi vida.
La higuera reaccionó. La carretilla tenía razón, su reinado duraría poco y luego ella volvería a ser la más apreciada, la más hermosa. Al fin y al cabo, una higuera, a nivel humano, es casi eterna. Y volvió a superar sus heridas, como siempre, esperando salir de su letargo invernal para lucir su frondosa copa, y volver a madurar los higos exquisitos que todo el mundo aprecia.

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