lunes, 10 de mayo de 2010

LO MÁS HERMOSO QUE UNA HIJA PUEDE DECIR DE SU MADRE. Por Beatriz de la Iglesia

(Extraído de un comentario)

La amistad es ciertamente una de las cosas más hermosas que existe, cuando es profunda y verdadera. Hablo de la amistad incondicional, de esos pocos seres humanos que uno de vez en cuando se encuentra por la vida con los que uno sabe que puede contar al 100% cuando las cosas se ponen feas. Mis amistades también han sido en mi vida una de la mayores fuentes de satisfacción y de fuerza externa cuando todo se derrumba por dentro. Sin embargo, hay una fuerza muy superior a esa, constante e infinita, completamente incondicional y que nunca falla. Para los seres realmente afortunados, hay una persona que está ahí siempre, y que te permite descargar todas las responsabilidades cuando empiezan a pesar demasiado, abdicar todas las decisiones cuando son decisiones imposibles, o recogerte en un nudo y volver a ese punto en que no todo dependía de ti. Esa persona es una buena madre.

Lo realmente extraño es que a veces cuando hablamos de nuestras madres con otras personas, les contamos lo muchísimo que las queremos, lo importantes que son en nuestras vidas, les relatamos las maravillas de su inteligencia, su buen hacer, su admirable presencia física, su gusto por la ropa, su capacidad de relación con los demás, su fortaleza, las hazañas que han realizado en su vida, su habilidad para todo tipo de cosas, cómo nos han inspirado, cómo nos han hecho las personas que somos y nos han dado todo lo que ahora nos produce orgullo propio. Sin embargo, cuando hablamos con ellas, por motivos que no llego a comprender, nos resulta difícil expresar todos esos pensamientos y emociones directamente. Quizás sea porque como dicen “donde hay confianza da asco”, y parece que no es necesario expresar lo que se siente con alguien que es como una extensión de ti mismo.

A veces pienso que si mi madre me oyese hablar de ella se quedaría atónita del orgullo con el que hablo, de cómo la describo, de cómo creo realmente que hay poquísimas mujeres que le lleguen a los talones (y no porque sea mi madre). No es que sea perfecta, que errores a cometido un ciento, pero yo sé desde lo más profundo de mi corazón que si un día ella no está ahí, uno de los eslabones mas grandes que me une a este mundo se romperá y me sentiré completamente a la deriva. Y el mundo se volverá un sitio infinitamente mas oscuro y vacío, no solamente porque yo la eche de menos, sino también porque habrá perdido a alguien con infinitas cualidades

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