sábado, 12 de diciembre de 2009

ERNESTINA Y EL DESTAPE. Por Xana Espinosa.

Después de tantos años con este hombre, sigo sin comprenderlo. ¡Mira que lo tengo mimado!
Se empeñó en ir a vivir a Gijón porque cuando hizo la mili le pareció un sitio estupendo donde se podía prosperar. Y allí me fui. Lo que pasó es que era un sitio horrible que no me gustó nada, me encontraba muy solica, yo estaba muy enmadrada y echaba de menos la vida del pueblo. Así que, cuando vine a parir al mayor, no volví a Gijón. Allí se quedó el Pepe, pero, la verdad, y no es por criticar, siempre fue un blando, y, aunque el trabajo del campo no le gustaba nada, se vino pitando.
Y como no hacía otra cosa que quejarse de la oportunidad que habíamos perdido, le animé para que se fuera a Suiza, que los que estaban allí hacían buenos ahorros. Fue comió, cagó y volvió porque no duró ni tres meses. ¿Yo me quejé o le dije algo? Nada. ¡Siempre tuve un tacto con él! Por eso somos unos pobretacos, que, los que aguantaron, todos tienen unos chales de miedo y nosotros una casa antigua mal reparada.
Y no se lo echo en cara, no, porque en algo tenía razón: aquí vivimos muy ricamente y desde entonces no nos hemos separado nunca, sin lujos, eso sí, pero el tiempo fue pasando entre la siembra, la siega, la vendimia, la caza, la matanza y todo lo demás. Bueno, para decir la verdad, Pepe también trabajaba en la temporada de la azucarera. Todo marchaba divinamente. Porque yo me conformo con cualquier cosa y siempre le doy la razón.
Sí, hasta que vino la democracia y con ella el destape y el “libertinaje”.
El Pepe, que nunca había ido más que al bar del pueblo, empezó a ir cada poco camino de Zamora para ver un teatrillo, no recuerdo el nombre, uno de esos donde unas guarras se destapaban y lo enseñaban todo. No perdía ni una noche, estaba embobadico.
Pero eso no era lo peor, encima llegaba muy contentico y pidiendo cada cosa que no podía ser.
Pase por que viniera con ganas de “bailar”, bueno ya se comprende, , de…, aunque la verdad de Dios es que a mí eso me costaba más que apañar un costal de habas fanega a fanega. Si no fuera por las criaturas, yo nunca habría hecho tantas…, bueno eso, ya se comprende…, tantas cochinadas. Di que dura poco, ¡pero mientras dura!
La verdad es que si naces mujer, ¡tienes que tener una pacencia! Por eso me alegro de haber parido nada más que machos. ¿A que tengo razón?
Yo no soy una de esas cochinas a las que les gustan esas cosas. Yo lo consentía por lo del “débito conyugal” que así se dice, me lo dijo Don Claudio, el antiguo párroco que en paz descanse. Él dijo que tenía que consentir y lo hacía, no que tenía que gustarme. Pero lo que pretendía Pepe, ¡eso si que no!, que no está en lo del débito. ¡Hay de mi!, quería que “presentase cuerpo” como esas guarras.
Me dijo con muchos remilgos, anda Ernestina, quítate el camisón ¿Se puede creer? ¡Vete viendo! Tenía cuarenta y dos años y en mi vida había presentado cuerpo, ¡como debe ser!, y a esas alturas me vino con semejante rollo. ¡Que fuera a ver las teticas y los culicos de esas pendonas que lo que es el mío!… De esto va para veinticinco años y él sigue insistiendo, cada vez menos, eso es verdad, pero yo no he presentado cuerpo. ¡Faltaría más! ¿A qué tengo razón?

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