martes, 12 de febrero de 2013

PARA OLAYA



No había duda.  ¡Estaba embarazada! La rana, (que era el predictor de los tiempos) y mis continuas nauseas lo atestiguaban. Sentí una extraña sensación de alegría y temor, pensaba en ello a todas horas, sin tregua, pero poco a poco me fui identificando con aquella cosita que crecía dentro de mí. Es más, llegué a creer de forma inconsciente que aquel ser con el que hablaba en silencio formaba parte de mi misma y nunca saldría. Pero en una fría y húmeda madrugada de enero fui consciente de que pujaba por salir y dolor a dolor se abría camino por mis entrañas. Cuando creí que era imposible aguantar un  sufrimiento más intenso, la comadrona me dijo. ¡Ya está aquí! Y tras unos segundos eternos ¡Es una niña!  Fue algo difícil de describir, de pronto la vi, ensangrentada, amoratada…, pero en toda mi vida había visto algo tan hermoso.
     He tenido una vida plena, llena de alegrías y sinsabores, como casi todo el mundo, y he vivido momentos muy felices, pero,  para mí, no hay nada comparable a la dicha que te proporciona el ver por primera vez a tu hija o hijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario