lunes, 11 de enero de 2010

LA MIRADA

Cuando tenía veinte años, un día, de repente, me di cuenta de que era una admiradora de la naturaleza: No es que antes no lo fuera, es que las hormonas se empeñaban en presentarme al sexo opuesto como la belleza en si misma. Mi organismo me dio una tregua y comencé a madrugar para ver un amanecer, a recorrer largas distancias para ver un paisaje, a fijarme en las pequeñas margaritas que salían en primavera o en los espléndidos colores del otoño.
Unos cuantos años más me destinaron a Canarias. Mi primera ojeada fue la de una turista: algo diferente aunque un poco seco. Pero cuando me instalé y comencé a convivir con mis vecinos, también de repente, me di cuenta de que no se mira sólo con la vista, que se percibe con todos los sentidos: colores, aromas, sonidos, sabores, texturas… Aprendí a disfrutar de las cosas cercanas y cotidianas porque los canarios son así. No es que con anterioridad no lo hiciera, pero no era consciente de ello. Fue como si me inyectasen fenolftaleína en el cerebro y aquella reacción entre mi mente y el medio se explicitase de forma exuberante. Pasé de admiradora a fan de la naturaleza y desde entonces he disfrutado momento a momento de todo lo que se pone delante de mis narices en cualquier situación o circunstancia, e incluso me he permitido plasmar en torpes pinturas mis impresiones estéticas.
Muchos años más tarde, comencé a participar en un taller literario. Un día, nuestro coordinador nos propuso como ejercicio escribir sobre las impresiones que nos causaban las situaciones o los paisajes cotidianos. Y…, también de repente, me di cuenta de que no se mira con los cinco sentidos: se mira con todo nuestro ser, con nuestros sentimientos, con nuestros estados de ánimo… No es que antes no lo hiciera, pero yo no me daba cuenta. Ser consciente de ello e intentar verbalizar mis impresiones, ha elevado mis placeres estéticos a la enésima potencia y he pasado de fan a sentirme parte de todo lo que me rodea.
AMANECER DESDE MI VENTANA
Y, lo aseguro sin ninguna duda, éste es un juguete maravilloso para una jubilada que tiene mucho tiempo, pocas responsabilidades y puede permitirse el lujo de disfrutar de su existencia.

1 comentario:

  1. Ese sentirse parte de todo lo que nos rodea es uno de los muchos regalos de la naturaleza. Te comprendo muy bien.

    Un afectuoso saludo

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