viernes, 19 de febrero de 2010

Luisina Morán González. Una mujer excepcional


Fallecida el 18 de febrero de 2010

Parecíamos cucarachinas apretando el paso por la calle de San Bernardo camino del colegio, con la boina morada y la capa negra bien embozada para combatir la helada de la mañana, allá por los años cincuenta. Tú llegabas a la fila con tu eterna sonrisa, era la inocente alegría de una niña feliz, criada en el seno de una familia acomodada y bien avenida. Yo arrastraba la secuela de la última pelea de mis padres, pero sólo con verte se me iban las penas. No estábamos en la misma clase, ni frecuentábamos las mismas amistades, pero éramos amigas y eso lo sabíamos las dos.
Luego, en la adolescencia, nuestras vidas trascurrieron por distintos escenarios. Yo me fui a la universidad y nos perdimos un poco la pista.Pero, cuando nos encontrábamos en el verano, en las terrazas de la calle Corrida, sabíamos que seguíamos siendo amigas, lo notábamos, era un sentimiento mutuo que transcendía.
Cuando volví de la universidad los papeles se habían trocado: Tú no pasabas por tus mejores momentos, la vida te había jugado una mala pasada y te sentías acorralada, estafada, insegura…, pero tu sonrisa seguía siendo la misma.
Fue una época de fecunda amistad.Durante seis o siete años compartimos nuestras vidas y nuestras inquietudes… pasamos momentos maravillosos y poco a poco todo volvió a ser como antes. Mejor si cabe. Tu eras, y siempre lo has sido, una mujer espléndida, bellísima, y si es verdad que la cara es el espejo del alma, eres el ejemplo más evidente.
Lugo yo volví a la universidad, preparé oposiciones y tuve que ocupar varios destinos muy lejos de aquí. Cuando nos volvimos a ver, las dos estábamos a las puertas del divorcio. Pero seguías repartiendo sonrisas amistad y cariño con esa generosidad que siempre te ha caracterizado, incapaz de rencor o doblez alguna.
Sí te digo la verdad, siempre quise parecerme a ti. No en lo guapa, porque eso era imposible, pero intenté contagiarme de tu espíritu positivo, de ese derroche de vitalidad que no logró aplastar una vida plagada de sinsabores. Y sí, creo que en parte lo he conseguido.
Es verdad que en algunas cosas la suerte no te ha favorecido como tú te merecías. Pero has tenido la inmensa fortuna de tener dos hijos maravillosos que te adoran y te han dado muchas satisfacciones, y una familia unida que siempre te ha arropado.
Te voy a echar muchísimo de menos. Siempre has sido un pilar en el que me he podido apoyar en los malos momentos. Y, sobre todo, alguien a quien querer sin reservas, con la seguridad de tu lealtad a toda prueba.
Soy consciente de que, haber podido disfrutar de tu amistad durante más de cincuenta y cinco años, ha sido un don inestimable que le es dado a muy pocas personas. Y… eso no me lo puede quitar nada ni nadie.

Hasta siempre, amiga mía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario