lunes, 19 de marzo de 2012

LA SOLTERONA.

Marisa tenía un documento en la mano, lo leyó, lo guardó y al poco lo volvió a sacar y a leer. Tenía una expresión de asombro y su mirada estaba iluminada. ¡Positivo! Sí, estaba embarazada.

Pasaba de los cuarenta años. Era pequeñita y poco agraciada. Tenía unas facciones duras que le daban un aire serio y distante; pero nada más contrario a su forma de ser: amable, cariñosa y generosa.
Hacía casi veinte años que era una mujer independiente. Como nunca se le dio bien eso de estudiar, a los quince entró de aprendiza en una peluquería; dos años más tarde era ofíciala y a los veintiuno ya tenía negocio propio. Le fue bien y unos años después compró un pisito que ya había pagado totalmente.
Pero su vida amorosa creció de forma inversamente proporcional a su bienestar económico. Al poco de comprar el piso tuvo su primer y único escarceo amoroso. Desde entonces no había vuelto a relacionarse con ningún hombre.
No es que le pesara su soltería, al menos a ella, pero sus padres y amigos estaban muy preocupados porque creían que se iba a quedar “solterona”, o sea, “incompleta”, “frustrada”. En un momento escuchó afirmar a un amigo "A Marisa lo que le falta es un buen polvo, por eso está amargada.
Ahora todo había cambiado. Iba a tener un hijo. Un hijo suyo, de ella. No podía creerlo.

Hacía unos dos meses se había quedado aislada en un refugio de montaña con un compañero: Belarmino. El chico había tenido una mala caída, se había roto el tendón de Aquiles y no podía caminar. Uno de los montañeros sabía algo de medicina Le entablilló la pierna, lo tapó con el saco de dormir y le suministró algunos medicamentos. Una cura de urgencia hasta que vinieran a buscarle con una camilla. Alguien se tenía que quedar con él y, como siempre, fue Marisa; no tenía familia que la esperara y estaba dispuesta a ayudar.

Belarmino tenía cuarenta y cinco años y también era solterón. No era nada atractivo: calvo, extremadamente delgado y nervudo, de prominente nariz y mirada huidiza. Siempre había trabajado en la construcción y ganaba un buen sueldo así que había edificado un chalecito en las afueras. Era muy popular entre sus amigos porque, cuando discutían con sus mujeres o querían evadirse de ellas, iban a casa de Belarmino y allí bebían, jugaban a las cartas, veían películas pornográficas y, de vez en cuando, aparecían con algún ligue. Sus amigos le decían: "listo que es el chico que nunca se ha dejado pillar. Con las mujeres no tenía tanto éxito. De vez en cuando ligaba con alguna chica en la zona de los vinos o buscaba una prostituta si se encontraba muy necesitado.

Encendieron fuego pero había poca leña y, cuando se acabó, el frío se hizo intenso. Belarmino estaba medio dormido a consecuencia de los analgésicos y, como a ella le pareció que estaba tiritando, se metió con él en el saco para darle calor. Se plegó contra su cuerpo adosándose a su espalda. Unas horas más tarde sintió que le metían la mano por debajo de la camiseta y le tocaban los pechos. Ella no dijo nada. Luego sintió el pene erecto de su compañero apretado contra sus nalgas y se quedó quieta. Después le bajó las bragas y ella no puso ninguna resistencia. Pasó lo que tenía que pasar en esas circunstancias.
Cuando llegó el equipo de rescate aún estaban dormidos. Se lo llevaron y no había vuelto a verlo porque no iba a las excursiones. Ella tampoco se había atrevido a visitarlo por si él pensaba que pretendía comprometerlo por lo que ocurrió. Nada más lejos de sus deseos, ella quería tener a su hijo para ella sola, no necesitaba a nadie.


Amigos y seguidores del blog:
Ante estos hechos ¿Cómo creéis que reaccionaron Belarmino, los padres de ambos, los amigos y la sociedad en general? ¿Quó idea se tiene en la actualidad sobre un solterón y una solterona?
Me interesa mucho vuestra opinión y os agradeceré que me deis alguna pista.

1 comentario:

  1. Me encantó la historia de Marisa y sí que quiero saber qué ha pasado con ella, el bebé, sus amigos y familia (y Belarmino?)!

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