miércoles, 14 de marzo de 2012

LOS VIAJES DE VIOLE

Madrugamos con el objeto de tener el tiempo suficiente para ver la Alhambra detenidamente y en todo su esplendor. Yo ya había estado con Ernesto hacía unos quince años pero lo único que recordaba en buen estado eran los jardines, ¡ah! y el calor.
Fuimos hacia el aparcamiento, que era gratuito, y enseguida vino el guarda coches a pedirnos " la voluntad" , en eso Sevilla y Granada eran únicas, al menos en aquellos tiempos. Al acercarnos a las taquillas se nos vinieron encima un enjambre de gitanas para leernos la buenaventura con un ramito de romero en la mano que nos ofrecían muy generosamente. ¡Claro! debíamos ser sus primeros "pardillos" porque no había nadie por la zona. Yo dije que no y que no, pero ellas insistían con ese deje conquistador y dulzón y algún mal de ojo más o menos velado. Pero de pronto echaron a correr y se esfumaron. Las seguí con la mirada y pude comprobar que habían llegado varios autobuses de jubilados que empezaban bajar de los coches para dirigirse hacia la entrada armando un gran alboroto y corriendo como si en ello les fuese la vida. Nosotros seguimos a nuestro paso y cuando alcanzamos la puerta todo estaba lleno. ¡No entramos en la vida! pensé, pero no, una señorita con un paraguas multicolor les dijo algo que no alcancé a oír y todos se ordenaron, de forma que antes de que llegaran los de los otros autocares pudimos alcanzar la taquilla y comprar los billetes.
!Al fin dentro! El calor ya me sofocaba a pesar de que la Alhambra goza de especial frescura tanto por su elevada situación como por la extraordinaria abundancia de agua y vegetación.Pero soy del norte y el calor me mata.
Siempre he sido muy aficionada a los mapas me gusta saber dónde estoy y a dónde voy, así que cogí el plano del recinto y me lo empollé mientras Carlos sacaba los billetes. Plano en mano seguimos el camino señalado, un empleado nos cortó uno de los cupones del bono, seguimos una calle bordeada de boj perfectamente podado y salimos por una puerta sin haber visto nada. Carlos se quedó estupefacto y yo anonadada. Menos mal que, cómo era domingo y después de las dos la entrada era gratuita, el ujier que estaba a la salida nos dejó dar la vuelta e incluso nos acompaño para ponernos en el punto de partida adecuado.
En primer lugar visitamos La Alcazaba o castillo árabe, del siglo IX, se supone que fue construida por Sawwar ben Hamdun durante la lucha entre árabes y muladíes. Pero el conjunto actual se inició en el siglo XIII por orden de Mohamed Benalahmar , vasallo del rey Fernando III el santo de Castilla.























El castillo de la Alcazaba a un lado y las Torres Bermejas al otro forman un conjunto inexpugnable, muralla sobre muralla risco sobre risco… Intentar alcanzar la cima desde el valle era sin duda una empresa suicida. Muy espectacular,eso sí, pero resulta un mazacote hostil si se compara con la gracilidad del resto del conjunto ( exceptuando los castillos cristianos)
Luego entramos en la Casa Real. ¡Increible fantasia!: paredes de espuma, estalactitas de gruta encantada, morbidez de la arquitectura… no hay palabras
Como todavía no había llegado la mareona de los jubilados y estábamos casi solos, el ujier se esmero mucho explicandonos lo que podíamos ver con algunas aportaciones de cosecha propia.
- La Alhambra ha sido construída para contemplarla tumbado, los árabes son un pueblo muy "tumbón" y un tanto "vaguetes" que adoran la posición horizontal y por eso, aunque todo esta bien, lo más hermoso es lo que cuelga de los techos. Deberíamos alquilar tumbonas para que los turistas pudieran echarse a mirar.
Pues a lo mejor tenía razón en lo de las tumbonas.

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