domingo, 25 de noviembre de 2012

EL AMANTE

  
    Ahí estás muy bien. ¡Fíjate!, con los ojos y la boca cerrados hasta pareces más guapo. Menos mal que esperaste para morirte a terminar los arreglos de la cocina, que yo ya me veía empantasmada.
   Peros sí, tú te vas y yo me quedo encantada, porque..., ¡mira que fuiste malo! Claro que a mí plin. No sé si sabrás que me casé contigo para librarme de mi madre, que no me dejaba moverme para nada, sólo para ir  al trabajo a las cuatro de la mañana, que iba con un vecino  porque me daba miedo ir sola….  Sí, por eso me casé, aunque salí de Guatemala para…. No, a decir la verdad, contigo estaba mejor porque te pasabas el día trabajando y yo a mi libre albedrío, con Pepe. Y  cuando tú llegabas y me gritabas, a mí no me importaba nada de nada, ni te oía.  
   No recuerdo si te quise alguna vez, a lo mejor al principio sí, una pizca, no tanto como a Pepe, pero eso debió durar muy poco tiempo porque enseguida te encargaste de ponerme los píes en el suelo. En los casi cincuenta años de matrimonio me diste dos besos, y dos besos de birria, uno el día de la boda y otro cuando los chiquillos se empeñaron en celebrar nuestro veinticinco aniversario y gritaron: ¡Que se besen!  Del primero no me acuerdo bien, a lo mejor me gusto algo, pero, el segundo, en realidad  me lo dio Pepe.
Y cuando comenzaste a irte de putangas, porque como nadie te podía ver necesitabas pagar para tener compañía, yo encantada, menos molestias, además al fin y al cabo también yo te engañaba con Pepe.  Y tú en la inopia, casi cincuenta años durmiendo al lado de Pepe y no te enteraste. Pues sí mamerto, aquellas dos fotos que han estado a la cabecera de mi cama durante todos estos años eran de Pepe. Bueno, éramos Pepe, yo y una amiga.
¿Qué será de Pepe? ¿Se habrá muerto? Hace cincuenta y seis años y dos meses que no sé nada de él. Creo que también se fue del pueblo un poco después que nosotros.  Sólo con verlo me moría de gusto, nunca me dio ni un beso, ¡Claro!,  ¡como nunca llegamos a estar solos!, pero yo quería que me lo diera, como los de las películas… Cuando  mis padres decidieron que nos fuéramos a vivir a Asturias, él me pidió que me quedara, pero mi madre no me dejó, no podía prescindir de mi jornal, además era la que cuidaba de mis hermanos pequeños. ¡La muy cabrona me arruinó la vida! ¡Eso sí que no se lo perdono!
Ya vienen los de la funeraria… Adiós para siempre. Vete, vete…, que yo me quedo con Pepe, tan ricamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario