domingo, 27 de enero de 2013

EL TÍO FONSO ¡VAYA TELA!



   Mi tía Manuela estaba casada con Fonso.  Era un hombre de mucha labia y trato agradable. Aunque no tenía muchos estudios ni una educación esmerada, se hizo agente comercial al acabar la guerra y le fue tan  bien  que al cabo de unos pocos años, allá por el 43,  tenían una situación muy desahogada. Como en aquellos tiempos el común de los españoles vivía de forma casi miserable se puede decir que eran  “ricos” .  En realidad  no se llamaba Alfonso, era una especie mote heredado de su padre, así que en cuanto empezó  prosperar en los negocios todo el mundo lo conocía por “Don  José”, su verdadero nombre.
    Pero de pronto, por el  año 52 o 53 , las cosas comenzaron a cambiar.  A pesar de lo mucho que trabajaba Fonso  - nunca estaba en casa, siempre trabajando -,  el dinero que llegaba a la familia era cada día más escaso y comenzaron a pasar necesidades. Ella quería que sus hijas tuvieran una buena educación, así que estiraba el presupuesto hasta lo increíble, hacía de modista, de “fontanera”, de “albañila” y todo lo que hiciera falta con tal de tener lo suficiente para llevarlas a un buen colegio de pago.
    Fonso cada vez trabajaba más y más lejos y pasaba largas temporadas en Madrid, donde estaba la central de su empresa. Manuela, que estaba siempre sola,  lo admiraba por los sacrificios que tenía que hacer para mantener dignamente a la familia, eso sí cuando venía colmaba de caricias y atenciones a sus mujeres. 
   Pero un  mes de agosto del 72 , no recibió  los dinerillos  que Fonso  le mandaba desde Madrid..  Ella no se alarmó excesivamente porque ya lo había hecho en otras ocasiones. Pero lo mismo ocurrió en septiembre, y  los ahorros de la familia no daban como para pasar otro mes “viéndolas venir”. Así que Manuela , que no tenía costumbre de enfrentarse a situaciones fuera de las cuatro paredes de su casa, acudió  a una de sus hijas  para que le ayudara a investigar el paradero de su marido y ver lo que había pasado.
              En muchas ocasiones he oído a mi prima contar la situación:

En ese momento nos dimos cuenta de que mi padre era un auténtico desconocido. En la dirección que teníamos, donde él decía que paraba habitualmente cuando estaba en Madrid,  ni lo conocían.  En la casa de seguros,  en la que creíamos que trabajaba, hacía muchos años que no sabían  nada de él.
   Buscando la forma de localizarlo se nos  ocurrió llamar a un antiguo socio y amigo de la familia que tras evasivas, disculpas y eternos aplazamientos, al fin, viendo nuestra angustia, nos facilitó un teléfono en el que tal vez pudieran saber de él .
   Mi madre, preocupada y  nerviosa llamó de inmediato y se puso al habla una voz infantil.
               -¿Quién es?
   No sabía a dónde llamaba, así es que se quedó un poco confusa y preguntó de forma tímida y titubeante:            
               - Por favor  ¿Estará por ahí Fonso?
               - No. Aquí no hay ningún Fonso  -dijo la niña y sin más colgó.
    La situación era desesperada, no teníamos ninguna otra pista de mi padre y de pronto nos dimos cuenta de que deberíamos preguntar por José, su nombre verdadero.
   Volvimos a llamar. En esta ocasión me puse yo al teléfono, más ducha en andar por el mundo. 
                - Dígame.
                -Esta vez era una voz de señora madura.
                - Por favor, ¿está  José ?
                - ¿Qué  José ?, supongo que pregunta por Jose  ¿ no?
    No supe qué contestar, así que nos sumimos en un silencio inquietante  a la vista de lo cual  la mujer me aclara :
                - Quiero decir que si pregunta por Jose …  hijo.
    - Pues… ni padre ni hijo. Disculpe, vamos a ver,  pregunto por Don José Pérez  Barrios
    - !Ah!, bueno…, ya. Era mi marido que en paz descanse.  Murió ya va  para  dos meses.  Supongo que usted no lo sabía  ¿Qué es lo que quería?
                Eso sí que no me lo esperaba.
    - No  nada, lo siento, supongo que no nos referimos a la misma persona porque es por mi padre por quién yo pregunto. Perdone.
               - Bueno,  pues lo siento.  
   Un espeso silencio se hizo dueño de la situación hasta que  colgué porque no sabía qué decir.  
   Mi madre me miraba impaciente, le conté el resultado de la conversación y ambos nos quedamos atónitas.
    De pronto, nos miramos con cara de espanto.  Las dos a la vez tuvimos  un presentimiento negro, !negrísimo! Tanto trabajo y tanto viaje…Ante tan nefasto presagio nos  decidimos  a volver a llamar. De nuevo me puse yo al teléfono.
               - Dígame -otra vez la voz adulta.
   - Disculpe que insista de nuevo.  Me ha dicho que  José Pérez Barrios era su marido, pero  ¿era realmente su marido?,  es que… perdone que lo ponga en duda porque yo soy  su hija.
               La señora, que se notaba inquieta y ofendida,  dijo de muy  malos  modos :
   - ¡Naturalmente que soy su mujer!, bueno lo fui.  Y  para más datos nos casamos el 26  julio de 1953  y tenemos cuatro hijos y …

   Para que os voy a contar la que allí se armó. Después de juicios, apelaciones, contra apelaciones  y demás cuestiones legales, mi tía y Josefa, ( así creo que se llama la otra mujer del tío  Fonso) compartieron  pensión de viudedad  hasta que hace cuatro años murió mi tía Manuela

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