viernes, 18 de enero de 2013

LA MAYORÍA DE EDAD



   Olvido es mi tía por parte política.  Tiene unos sesenta años.  Desde el principio  nos caímos bien, fue una especie de química inmediata. No es que nos veamos mucho, pero cuando se da esa circunstancia las dos nos alegramos, eso se nota.
    Hace unos días coincidimos en un entierro. La encontré muy cambiada, no sé, con una nueva luz, más joven, más alegre, con más vitalidad si cabe.
   -¡Qué bien te veo Olvido¡ ¿ Qué es de tu vida?
   -Qué quieres hija, pues sigo viviendo que no es poco.
   Habla de forma pausada, mirando a los ojos, como si esperara que, con la mirada, su interlocutor le dijera: ya te entendí sigue.
   - Desde que enviudé  estoy muy atareada- añadió- ¡Claro! Antes todo el papeleo lo llevaba Ramón, él se ocupaba de todo.
   -Ya. Te sientes muy sola ¿no?
   Olvido y Ramón siempre formaron  un matrimonio ideal, de esos que se envidian.
   -No es eso. Bueno ¡Claro que lo  echo en falta!
   - Sí. Erais un matrimonio muy bien avenido, supongo que tenías las mismas ideas sobre la vida, ¿no?
   - ¡Qué va! No teníamos nada que ver. Mira cuando yo era pequeña mi casa era un desastre. Mi padre, que era minero, nunca estaba cuando se le necesitaba y además era un inconsciente, un cantamañanas. Mi madre era la que se preocupaba e todo: que fuéramos al colegio, que estudiáramos, que jugáramos… Cuantas veces al volver  del colegio, a la hora de comer,  teníamos que ir a buscar a mi padre para que nos diera dinero para  la compra. Si es verdad que él no se enfadaba, nos daba lo que tenía y dos besos. Nunca nos pegó, eso sí es cierto,  que ¡a  mis amigas les daban  unas palizas!  En fin,  que mi casa era una auténtica anarquía y cada uno campaba por sus respetos. ¡Como mi padre era anarquista y de la CNT!... Pues si, cuando conocí a Ramón, todo orden, disciplina  y previsión, me  pareció que había conocido a Dios. Lo digo en serio. ¡Tenía una sensación de seguridad! .
   Se para y me mira francamente, luego pierde la vista en sus recuerdos y añade:
   -Es que Ramón era todo un hombre, muy serio, eso sí, pero muy íntegro. Tenía un código de moral muy estricto: “ No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”  y lo seguía fielmente aunque  costara un gran esfuerzo. ¡Imagínate! Se casó conmigo que siempre  viví sin orden ni control.
   -Pues los inicios serían terribles.
   -  El amor lo puede todo…..-cierra los ojos como para concentrarse-  Al principio me reprendía todos los días porque yo todo lo hacía mal, pero poco a poco nos fuimos acoplando.
   -Y tú ¿qué? ¿Aguantabas las reprimendas?
-¡Qué cosas dices! ¡Pues claro! Él era  perfecto, nunca hacía nada mal. ¿Qué podía  hacer yo? 
   -¿Nunca le reprendiste tú a él porque algo de lo que hacía no te gustara?
   - Nunca. Bueno sí. Cuando Ramonín  tenía, no sé,  trece o catorce años no recuerdo bien que es lo que hizo mal. El caso es que el padre lo  castigó a no salir de su cuarto, sin comer ni nada, hasta que reflexionara sobre lo que había hecho mal y pidiera perdón. Yo sabía que el niño no iba  pedir perdón, porque están terco como su padre, así que le dije a Ramón que no era el castigo adecuado  para el chico, que había que darle un escarmiento, sí,  pero de otra forma.
    Olvido me miró como si esperara que yo le preguntara algo, sin duda era su forma de comprobar que estaba siguiendo su narración con interés.
   -¿Y qué pasó?
   -Pues me dijo que si no me gustaba como lo hacía él que lo hiciera yo y nunca más volvió a decirle nada al  crío hiciera lo que hiciera. Es más no le dirigió más la palabra hasta uno cuantos años después, cuando ya estaba casado y tenía dos hijos. Ramonín vino a pedir que les avaláramos para comprar una casa. Le dio el aval, pero antes paso un buen rato afeando la conducta de aquel entonces.
   Se calla y sonríe.
   -Ahora recuerdo porque fue. El crió llegó tarde a cenar , un cuarto de hora, y claro para Ramón las nueve eran las nueve. ¡ Cuantas reprimendas llevé yo por llegar unos minutos  tarde a misa! Para salir de excursión un domingo ponía una hora, les nueve por ejemplo y si no estabas a les nueve te caía el pelo. Si protestabas decía que pusiera la hora yo, pera luego a esa hora en punto había que  estar.. Y ¡qué no se te olvidara nada! Porque si en el momento de salir dabas la vuelta por algo ni te cuento. ¡Y yo que soy tan desastre, tan despistada! Constantemente me decía que me parecía a mi padre y no creas, eso me dolía porque lo decía en tono despectivo y yo, a pesar de todo, siempre quise a mi padre.
   -Oye Olvido, Ramón era un poco intolerante, me parece a mí.
   -Él era así. Muy buena persona  pero muy estricto.
   Vuelve a quedarse callada, recorre con la mirada  la entrada de la iglesia y se ríe.
   -¿Sabes una cosa? Desde que murió Ramón no voy a misa. Nunca fui muy creyente porque en mi casa eran ateos, ¡claro, de la cuenca y de izquierdas!  Pero nunca lo pude decir en público porque a Ramón eso le parecía muy feo. Y además como a la hora que me da la gana. .., y voto a quien me apetece…, y digo tacos cuando quiero…
   Su mirada se ilumina y afirma
    -Para decirte la verdad,  tengo la sensación de que al fin acabo de cumplir la mayoría de edad.  

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