jueves, 24 de enero de 2013

LOS COLORES DEL ALMA. Como fuegos artificales.

 
                                      (Fotografía de "Fondo de vacaciones")
   

   Tiene  66 años  y es  como una traca de fuegos artificiales: una explosión multicolor que dura un instante.

   Fue una niña querida, mimada y consentida: hija, nieta y sobrina única en el seno de una familia en el que todos vivían juntos y bien avenidos.  Pero no la mimaron al estilo puritano y fariseo de la época, ella disfrutaba de una libertad poco común a su edad  y, sobre todo,  inusual  en la España de la posguerra.
Cumplidos los dieciocho se fue a estudiar a Francia y allí culminó el espíritu liberal en el que se había criado, una adelantada a su tiempo porque es el espíritu al que aspira la juventud moderna. Ha vivido y vive a su aire, al margen de los convencionalismos, tanto es así que se ha casado hace unos meses después de  de treinta y cuatro años de noviazgo,  porque ha querido, sí señor. 

 Durante  nuestra infancia,  adolescencia y primera juventud  fuimos amigas inseparables y después nuestras vidas siguieron caminos muy distintos, pero siempre hemos estado la una para la otra.

Es explosiva, discute con ardor y se enfada  para siempre, aunque al minuto ya ha cedido y olvidado.  Eso sí,  tengo que aclarar que ella y yo jamás nos hemos enfadado, aunque yo le haya fallado, cosa que ha ocurrido recientemente.  Por eso la quiero de forma incondicional.

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