miércoles, 10 de marzo de 2010

Cuando mataron a Kennedy. Por Delia Blanco Tamargo

Cuando mataron a Kennedy
Aquel veintitrés de noviembre de 1963, en la escuela de niñas de Llamero de Candamo era un día como otro cualquiera. Doña Luz Busto, empeñada en la cruzada de salvarnos de la estulticia, preguntó a Diamantina:
-A ver niña, ¿qué es el estiércol?
Como no supo responder, la maestra, para darle una pista, le dijo:
-Diamantina, que es muy fácil, ¿dónde suele encontrarse el estiércol?
A lo que ella, ni corta ni perezosa, llevándose la mano al centro de la espalda, contestó: “Aquí señorita”.
Esta respuesta provocó una gran algarabía que se vio incrementada con la travesura de Rosita que, aprovechando el momento de relajación de la maestra, pisó con fuerza la tabla rota, tabla sobre la que estaba terminantemente prohibido pisar, pues, al hacerlo, un gran surtidor de agua surgía de las profundidades mojando a media clase.
En este ambiente distendido llegó la noticia. Mari había pedido salir al servicio e inmediatamente volvía a entrar, con cara de enorme susto: circunstancia que aumentó el ambiente hilarante de la clase. Se suponía que María Patiño, vecina de la escuela a la sazón, había logrado su objetivo una vez más, que no era otro que el de impedir que usáramos como excusado el camino que conducía hasta su casa. Imaginar a Mari la de Serafina, la más repipi de la escuela -en realidad la única repipi- huyendo de los cantazos de María, con las bragas a media asta, era más de lo que cualquiera podía soportar sin inmutarse; pues, incluso hasta la maestra -de natural hierática-, no pudo contener la risa al preguntar: “¿Qué ocurre ahora niña?”.
Mari, sin aliento, respondió: “¡Ay señorita! Ay señorita, que dice María que dijo la radio que mataron a Kennedy”.
En el manso discurrir del agua debajo de las tablas de la escuela, el silencio se pudo oír.

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