sábado, 20 de marzo de 2010

EL GÜELIN, LA GÜELINA Y EL CABALLO BLANCO. Por Blanca Francia.

Durante muchos años, la pared central del comedor de mi casa, la casa de mis padres, claro, estuvo presidida por la foto de boda de mis abuelos. Él, sentado en una silla, erguido, con la cabeza alta, la mirada dura, sus abundantes bigotes en primer plano y el sombrero en la mano. Ella de pié, con un brazo sobre el respaldo de la silla, alta, espigada, muy guapa, con un vestido claro y una cinta en la frente que recogía su cabello rizado. Parecían una pareja perfecta: él representaba la fortaleza, ella la dulzura y la fragilidad.
Pero la realidad pura y dura era otra.
El güelu era pequeño y un poco contrahecho de una caída, razón por la que cojeaba ligeramente. Era cabezón, pelirrojo ( y dicen que no lo hay bueno), con un mostacho desmesurado de un rojo amarillento, descolorido por lo mucho que fumaba en una pipa que, encendida o apagada, permanecía eternamente adosada a sus labios; a decir verdad, no recuerdo si se la quitaba para comer. Tenía muy mal genio, era déspota y mandón. Se había constituido en el jefe indiscutible de la familia. Su razón era ley. Sólo lo que él hacía o lo poco que decía estaba bien y no podía ser objeto de crítica. Aunque bien mirado, hacer, lo que se dice hacer, hacía muy poco. Se puede decir que veía transcurrir la vida sentado en un sillón de su exclusivo usufructo que sólo abandonaba para cultivar su propio tabaco y alguna que otra cosilla.
Ella , a pesar de su avanzada edad, era alta y esbelta , de pelo abundante y rizado aunque cano, con la mirada dulce y la expresión siempre alegre y sonriente, cariñosa, extremadamente servicial y muy habladora. Además, en contra a lo que la foto sugería, ella era la que realmente se movía para mantener a la familia. Recuerdo que tenía aptitudes comerciales y cuando llevaba a la plaza las cuatro cosas que producían, compra aquí y vende allá, venía con provisiones para toda la semana. ¡ Ah!, y siempre que no estuviera el güelu delante, ¡claro! , cantaba tangos porque le traían recuerdos de la época feliz en Buenos Aires ( lo de Buenos Aires es otra historia que contaré otro día)
Viendo la foto del comedor, en la que el abuelo parecía otro, yo imaginaba, y la imaginación de los niños no tiene fronteras, que había sido guapo y simpático, y que su aspecto físico y mal carácter eran debidos a los efectos de alguna enfermedad o desgracia que yo siempre suponía épica y grandiosa. De otra forma, no me podía explicar cómo una mujer tan hermosa, buena y trabajadora, se había casado con aquel hombre tan poca cosa.
En uno de esos momentos de intimidad, en el que nos encontrábamos mi hermano y yo con mi abuela, al calor de la estufa, le pregunté:
- ¿Cómo te enamoraste del güelu?
- El güelu era d’una casería d’un pueblu cercanu al nuestru, decíen que de muchos posibles, pero na d’eso, too presunción , “mucho ruidu y poques nueces” , de “perres” na de na. - La abuela hablaba amestao (de villa) con un acento argentino muy personal.
- Sí, pero, ¿cómo lo conociste?
- Pa ser sincera non se ónde me vio, pero habló con mi padre pa cortejame y casase, tos lo vieron con buenos ojos.
- Pero el güelu de joven era alto y guapo ¿ no?- Pregunté intentando saciar mi curiosidad.
- ¡ Que va!, era más o menos como ye, un poco más altu, tos menguamos de vieyos.
- Entonces, ¿cómo es que tú tan alta y guapa te casaste con un mozo tan poca cosa?
- No se…. A decir verdad, creo que antes de casame nunca lu vi de pie.
- !Qué tontería ! ¿Es que no fuisteis novios? ¿Cómo es posible que no lo vieras nunca?
- Si, verlu si lu tenía visto…-Hizo una parada como recordando.
- Sigue, anda ….
- Vino a cortejarme unes cuantes veces,…. cuatro o cinco. Llegaba montao n’un caballu blancu , yo salía a la quintana…, hablábamos…, mirábamos lunu pal otru…, reíamos… Pero nunca se bajó del caballu y como tenía fama de ricu y todos decíen que era tan buen partido…,no se, no me fijé mucho……
Nosotros la mirábamos estupefactos.
- La verdad ye que encima d’aquel hermosu caballu, ¡ parecía tan buen mozu!….
La abuela se quedo pensativa como extasiada y luego como si volviera de pronto a la realidad añadió:
- Ya veis, cuando quise dame cuenta ya taba casada.

1 comentario:

  1. :)
    ¡Qué bueno Blanca!
    Avísame cuando publiques algún libro. Ten por seguro que compraré más de uno.
    Paz

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